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Freud murió de nuevo, ¿o no?
Por Alina Diaconú Para LA NACION
Tenemos la impresión de que Freud ha muerto por segunda vez. La primera vez fue en 1939, como ya se sabe, y la segunda, en este nuevo milenio, tras una intensa y prolongada resurrección que duró varias décadas.
Es interesante advertir hasta qué punto términos que eran propios del padre del psicoanálisis (inadmisibles en épocas pacatas) y que se pronunciaban entre los pacientes doctos de los años 50 y 60 como una suerte de códigos secretos pertenecientes a la "secta" de los "analizados", son hoy moneda corriente.
El inconsciente fue el gran descubrimiento de Segismundo, ese señor nada libertino, sino más bien casto en su vida personal. Esa revelación permitió luego la develación de todo un universo oculto, rechazado, reprimido en el que el sexo era el gran provocador de casi todos los conflictos humanos.
A raíz de esa teoría, palabras y expresiones de tipo carnal, con toques machistas muy pronunciados -como libido, coito, envidia del pene, culpa incestuosa, zonas erógenas, genitales, masturbación, erección, frigidez, sexualidad infantil (el niño como un "perverso polimorfo"), vuelta al útero, personalidad castradora, histeria, fantasías eróticas, etcétera- empezaron a formar parte del repertorio verbal cotidiano de todos nosotros, los sabihondos de estos tiempos, con nuestra experiencia de diván recogida a lo largo de muchísimas "horas" de 50 minutos.
De todos modos, estos códigos seguían siendo, en cierta forma, secretos, y se utilizaban tan sólo entre los integrantes de esa gran cofradía de los psicoanalizados que, día a día, se extendía más, pero a la que no cualquiera entraba. Porque ir a un analista solía despertar en los demás una actitud de sospecha, y la neurosis se confundía todavía con la psicosis.
Actualmente, las cosas son muy distintas. En cierto sentido, por suerte , y por desgracia, en otro.
Por suerte, porque seguramente somos más libres, más desinhibidos, más naturales, más abiertos y auténticos, menos prejuiciosos y menos culposos que nuestros padres. Porque, al perder el miedo, las víctimas se animan a denunciar, y así los golpeadores y los abusadores ya no permanecen en las sombras. Probablemente, en parte, todos estos cambios positivos sean gracias al doctor Freud y a sus acólitos, a los neofreudianos y a los posteriores popes de la psicología profunda que hicieron escuela.
Lo que sí nos desconcierta a muchos, y no nos gusta demasiado, yo diría que hasta nos incomoda, es esa trivialización del sexo que aparece en todas partes. Esa ordinariez que se utiliza para referirse a él. El cuerpo humano, ¿no es más que genitales masculinos y femeninos acoplándose o buscando acoplarse?
Aunque parezca extraño, Freud fue discernía entre el amor sagrado y el amor profano, entre el espíritu y la carne.
En los países europeos satélites de la Unión Soviética, se trató de poner en práctica, durante el stalinismo, el así llamado "amor libre". Fue un fracaso, y hubo que pegar un duro retroceso.
¿Se acuerda de los hippies? Como protesta contra la guerra de Vietnam, ellos querían hacer el amor, no la guerra. En sus proclamas de sexo, aún estaba presente la palabra amor. Y cuando a Marilyn Monroe le preguntaban qué era lo que más le gustaba en la vida, ella contestaba elípticamente: "Un whisky antes y un cigarrillo después".
Hoy se extraña ese tipo de boutade y de fina ironía. Todo es directo, visceral, rudo, tosco y bastante burdo. Cuanto más grosero y brutal, mejor.
Y los típicos términos de una sesión de psicoanálisis -crudamente confesional- que se interpretaban con reserva y discreción entre las cuatro paredes de un consultorio, están actualmente en la calle, en los afiches, en la pantalla de TV, en boca de todos, como si tal cosa.
Así es que tenemos espectáculos con títulos como "Monólogos de la vagina" y "Confesiones del pene". Algunos sexólogos explican en los livings televisivos ,con lujo de detalles, cómo se producen las violaciones. Se habla en la pantalla chica de temas como el punto G., sexo oral, el tamaño de los genitales. Se muestran las perversiones sexuales, a sadomasoquistas y fetichistas, se cuentan las operaciones de los transexuales y la vida íntima de los travestis. Han proliferado medicamentos y tratamientos para la falta de erección y la eyaculación precoz que se publicitan todo el tiempo en la pantalla chica y en otros medios. En cuanto a las películas pornográficas propiamente dichas, por lo menos se pasan por cable después de la medianoche. Pero el resto... está a la luz del día y del anochecer, y nadie se sonroja con ninguna palabra que antes nos resultaba descarnada (ya que de carne se trata).
Algunos dirán que Freud está más vivo que nunca.
Nosotros decimos que no, que ha muerto irremediablemente.
En la actualidad, ¿la psicoterapia se ocupará todavía de los móviles sexuales de las conductas, cuando ya no hay nada para callar, ocultar o reprimir? ¿Habrá todavía frustraciones y complejos sexuales? Sería bueno saberlo.
Es llamativo que hoy, cuando tanto se habla de sexo, la gente lo esté practicando cada vez menos (así lo afirman las encuestas). Porque de tanto sexo explícito, ya no hay sexo implícito, ni pudor, ni magia, ni sutileza, ni privacidad. Ni, al parecer, ganas. Acaso se esté en plena saturación verbal. ("Mucho ruido y pocas nueces", como reza el dicho.)
Luigi de Marchi, un estudioso italiano muy conocido (presumiblemente, freudiano) comentó alguna vez que el nudismo encubre una sexofobia tácita. El escribió mucho sobre la ética sexofóbica judeocristiana y sobre qué influencia tuvo en la mente de las personas a lo largo de la historia. Oponía a esto la concepción sagrada del sexo en el mundo antiguo y entre los pueblos primitivos. "Tanto la civilización india como la griega -manifestó- sintieron profundamente la problemática moral, pero ello no les impidió concebir el impulso erótico como una fuerza milagrosa, encontrar en la experiencia sexual libremente buscada y gozada un medio de refinamiento estético, de elevación ética y de éxtasis místico" ( Sexo y civilización ).
Sería interesante saber de qué hablan más los pacientes en las sesiones de terapia de hoy: si de su Edipo, de su iniciación sexual o de cómo hacer para ganar más dinero. ¿Qué obsesión puede haber por el sexo si el sexo está a la vista, en todas partes? ¡Pobre Freud! Con sus interpretaciones recónditas, ya no tiene razón de ser.
¿Qué pasa con los adolescentes, que desde muy temprano ya lo saben todo? Hay píldoras anticonceptivas y muchas cosas facilitadas, y no tienen casi nada vedado. ¿Son más felices o se aburren?
¿Dónde está el amor?
Desde una fotografía que tenemos cerca, Segismundo nos mira con su mirada incisiva.
"¿Qué pensará de todo esto?", nos preguntamos, confundidos.