Fratelli Tutti, también los ricos
El papa Francisco no es un teólogo. Ni un intelectual. No es un doctor de la Iglesia. Por ahora. Es un papa político. Un papa que quiere realizar con todas sus fuerzas el bien común universal. Podría decirse que todos los papas lo han querido. Si, pero Francisco tiene una silueta aún más política. Quizá más política que la de San Juan Pablo II. No se conforma con predicar el cambio. Quiere realizarlo, o mejor dicho, dejar su nombre en el cambio político.
Fratelli Tutti, su reciente encíclica, quiere decir claramente en qué dirección debería cambiar el mundo para ser más justo. Dirige todas las virtudes a ese fin; pero se encamina, o mejor dicho, se empeña en enseñar cual ha de ser el camino hacia la mayor justicia universal, pues quiere llegar a tutti cuanti, también a los ricos. Es la expresión universalista del papado. Exhorta a la acción. Pretende seguimiento.
La ayuda "a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo". "La peor pobreza es la que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo". Esto vale para todos.
Parece decirnos "el trabajo dignifica". San Francisco de Sales, y probablemente precedido, nos muestra las actividades ordinarias del cristiano como lugar de su lucha espiritual y santificación.
Puede entenderse entonces que tanto la lucha espiritual como la lucha por el bien común es promover a los pobres a "una vida digna a través del trabajo". Estas palabras, me parece, encierran una honda doctrina. Porque el trabajo es necesario para dignificar la vida como camino de santidad cristiana. Es oriunda de la teología política la relación entre trabajo digno y plenitud cristiana.
Ahora bien, si partimos de tal antropología teológica, la búsqueda de trabajo digno debería ser una política común o, con otras palabras, una política de Estado en la que todos hemos de participar, aunque de modo eminente, el gobierno que esté en el ejercicio del poder. Los que tienen a su cargo el cuidado de la comunidad, para decirlo con palabras de los clásicos, deben esforzarse por crear y dar trabajo. Y el modo de hacerlo es crear lugares de trabajo, generalmente empresas en las que el trabajo sea productivo. También del empleo público y la función judicial conspicua que debería respetarse tanto como servicio y como trabajo de quienes la ejercen dignamente.
Las empresas requieren inversión de capitales. Y los capitales los tienen los ricos. No los pobres. Aquellos también merecen el socorro papal. Todos somos ovejas. Y nos perdemos. Unos y otros. Pobres y ricos. La preferencia por los pobres no debería descuidar a los ricos, quienes también necesitan amor. Y la inversión exige respeto, incentivo, tutela jurídica y estimulación política y social. Nadie deberá aplaudir el éxodo de algunas o varias empresas, pues el gobierno ha de tutelar el trabajo privado y el servicio público, esto es, el que se realiza por un valor equivalente al salario o cualquier retribución. Nadie puede considerar digna la percepción de retribuciones por grandes sectores del llamado servicio público inoperante, que sólo sabe cobrar, en detrimento de todos, también de los pobres. Tanta es la habitualidad de estos rentistas que en la jerga han recibido nombre propio y lejano de la dignidad del trabajo papal (gnoquis, para seguir con el italiano).
El trabajo que dignifica ha de ser, ante todo, trabajo. Y los que deben pagarlo, en ocasiones los contribuyentes, saben bien el valor del trabajo que sirve y dignifica. El trabajo tiene que servir.
Es claro que el Papa "no fomenta la vagancia y la dejadez" en palabras de Víctor Manuel Fernández; para no confundir; arzobispo de La Plata.
El Romano Pontífice critica tanto el populismo como el neoliberalismo. El populismo da dinero sin trabajo y el neoliberalismo puede dar sueldos inferiores al trabajo. ¿Si pagara salarios justos dejaría de ser neoliberalismo? Sea como fuere habrá que mejorar siempre los salarios por trabajos productivos. Las empresas miden la productividad. El estado menos. Pero un funcionario sabe bien qué empleado sirve a la función.
Es verdad que el Papa no escribió la encíclica para la Argentina, pero también es verdad que la Argentina no está excluida de sus propósitos.
Francisco denuncia desde el desempleo hasta el tráfico de órganos y el lector haría bien en meditar humana y cristianamente, en su caso, esta encíclica, que puede considerarse una secuela de todo el Magisterio de la Iglesia y su Doctrina Social. Los cristianos deben plasmar la doctrina de la Iglesia en los ámbitos temporales a su cuidado y jamás podría considerarse sus convicciones como algo que no debería trascender a la esfera institucional.
Meditemos la doctrina según la cual es de otros siglos la noción de "guerra justa". "Nunca más la guerra".
El Papa urge "una reforma de las Naciones Unidas". Recuerdo que cuando integraba la Comisión Pontificia Justicia y Paz de la Santa Sede, a pedido de su prefecto el cardenal Tukson, presenté un proyecto de reforma. Pero no estoy actualmente en esa Comisión.
La dignidad de la persona humana ha de defenderse en todos los ámbitos, incluso en el de los migrantes. Aunque como en todo, hace falta establecer estructuras concretas para respetar aquella dignidad, que es propio de los políticos, generalmente laicos.
El cristiano debe dar prevalencia a sus principios, por encima de sus preferencias políticas. Cuando se nombra a un juez de la Corte de Estados Unidos se lo elige por lo que piensa. Pero a nadie se le ocurre echarlo por lo que piensa.
La encíclica nos reclama que a veces miramos para el costado y no seguimos el ejemplo del buen samaritano. Denuncia una sociedad enferma, que da la espalda al dolor. El cardenal Angelo Comastri recuerda que la Madre Teresa ha profundizado y esclarecido el concepto de la pobreza. "Sin Dios somos demasiado pobres para ayudar a los pobres. Todo el que tiene necesidad de amor es pobre. Y todos tenemos necesidad de amor. Pobre es cualquiera que no sea amado." También el Papa; por eso nos pide siempre oraciones. Porque la oración por él es el mayor acto de amor. Pobre es cualquiera… que no sea amado. Dios ama a todos.
"Al morir sólo nos llevaremos la valija de la caridad. Tú también llevarás sólo la valija de la caridad. Llénala mientras estás a tiempo", le decía la Madre Teresa al cardenal. Y la Madre le dijo en cierta ocasión a Hillary Clinton, que quería verla a toda costa. "Hillary: not abortion, but adoption".
No olvidemos que pobres y ricos morimos solos. Podemos morir con Dios. Por eso le rogamos siempre a nuestra Madre que ruegue por nosotros ahora… y en la hora de nuestra muerte.
Es sobrecogedor el párrafo que condena a los creyentes que imponen su ideología a los demás, como defensa violenta de la verdad o en las demostraciones de fortaleza. En el fondo, parece haber una censura también de las mayorías que imponen con sus votos toda "ideología" o "delito" (v.gr. el aborto).
La fuerza del número parece estar también incluida tácitamente. Lo sería una mayoría en contra de la doctrina de la fe de la Iglesia. "Nos salvamos todos o no se salva nadie" ¿Sera así? ¿Como podremos convencer con eficacia a los que dicen que no quieren salvarse o que no hay salvación? ¿Una injerencia forzosa en la conciencia de quienes no creen en la salvación? ¿Qué decirles a muchos sin interés en la salvación? A los que piensan que venimos de la nada y volvemos a la nada. ¿Tenemos derecho a imponerles nuestro credo? El agnóstico y aun el ateo tienen derecho a la libertad religiosa de dudar o no creer.
En la encíclica Spes Salvi sobre la esperanza cristiana, afirma Benedicto XVI que no es individualista. Nos recuerda que Henri de Lubac, en su obra fundamental Catholicisme. Aspects Sociaux du Dogme, sostiene la doctrina de una salvación comunitaria en una unión que se refleja en la comunidad mundial de los creyentes.
Hay países que sólo dejan entrar en su territorio a inversores o a científicos, dice el Papa. La encíclica, dirigida al mundo actual, requiere alguna distinción de sus destinatarios. El gran mundo vive de facto al margen del cristianismo y de toda religión. Gentes en cuya perspectiva no aparece la idea de Dios. Además, hay grupos anticristianos que ven en la religión cristiana una ideología que debe combatirse.
Hay gran número de cristianos formalmente dentro del cristianismo pero sin fe o con fe muerta o dormida que no significa nada para sus decisiones vitales. Hay una minoría importante con fe viva, podría decirse con "una fe activa en la práctica del amor" en el sentido paulino. Que toman seriamente el mandato Docete omnes gentes y que tienen en cierto sentido, afán apostólico. No debe excluirse la categoría del "cristiano anónimo" (Karl Rahtner) que no ha tenido ninguna noticia del cristianismo y que lleva una vida generalmente acorde con los mandatos cristianos y de buena fe. Se debe precisar más este concepto muy discutido pero no es este el lugar para hacerlo (ver Rahner).
Otra perspectiva del cristianismo aparece en la literatura y la filosofía.
Ahora bien, queda la inquietud por la divulgación y lectura de la encíclica. Sin descuidar su necesaria meditación y discusión en ámbitos académicos. Vemos claramente expuesta en ella aspectos centrales de la cuestión social y la doctrina social que requieren estructuración jurídica para tener alguna posibilidad de inserción en la vida social. También se relaciona con la política de los estados y las organizaciones internacionales que pudieran tener cierta inspiración en algunas orientaciones de la encíclica que trasciende la conciencia individual. Se trasluce una condena de la alternativa populismo-antipopulismo.
Hay temor de "utopías ingenuas". O la apariencia de una universalidad relativista. O una "decisión a sostener con respeto una palabra cargada de verdad". Afirma que la deuda legitima debe ser pagada. Pero el modo de pago no debe comprometer la subsistencia del país deudor y su crecimiento. La subsistencia del país deudor es un principio imperativo. La cuestión delicada es su crecimiento o desarrollo. Podría pensarse que la sentencia de nuestra Corte en el caso Brunicardi (Fallos 319: 2886 y citado en Fallos 341:892 Fallos 342:2100; Fallos 342:1632) está en armonía con la enseñanza de la encíclica. La subsistencia del Estado está fuera de toda duda razonable.
Cuestión difícil es la del crecimiento. Para pagar es necesario el desarrollo. Pero la armonización del principio de pago y el principio de crecimiento debe hacerse realidad con sacrificios que no queremos hacer ni planificar. No se trata de pago o desarrollo. Más bien se trata de desarrollo para poder pagar o lo que también se llama sustentabilidad de la deuda según el FMI. Sería necesario encontrar una fórmula de equilibrio que requeriría un discernimiento político.
Expresidente y exjuez de la Corte Suprema