
Fragilidad democrática y fortalecimiento de proyectos de poder
Los mercados tienen sus caprichos a la hora de hacer sus evaluaciones; por ahora hay dudas respecto de qué parámetros se usarán para analizar lo que ocurra durante este año electoral en el país
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“Lo más valioso que aprendí en la Facultad de Derecho fue a contar hasta cinco”, afirmó el experimentado abogado de uno de los más influyentes estudios de Washington frente a un auditorio deseoso de escuchar alguna noticia esperanzadora. Especialista en litigar ante la Corte Suprema de Justicia, el último umbral de institucionalidad y sentido común para evitar que se profundice el deslizamiento autoritario que sufren Estados Unidos y la democracia global, este carismático hombre de leyes confesó que no esperaba un consenso amplio en el máximo tribunal de su país para frenar la polémica política de deportaciones que implementa Donald Trump, que incluye ignorar varias sentencias de jueces de primera instancia, más la improcedente medida de pedir la destitución de esos magistrados. “Un fallo con cinco votos es más que suficiente”, enfatizó.
Al margen de los jueces designados por presidentes demócratas (Sonia Sotomayor, Elena Kagan y Ketanji Brown Jackson), la expectativa está puesta en John Roberts, el presidente del tribunal, y en Amy Coney Barrett, ambos muy conservadores y de intachable prestigio, cosa que no ocurre con algunos de sus colegas, como Clarence Thomas o Samuel Alito. A propósito, el martes, Roberts hizo una inédita declaración por su fortísimo tono político en un contexto en que la administración Trump se enfurece con decisiones judiciales adversas: “Los fallos de los jueces no se discuten: se acatan”. Sabias palabras, con enorme importancia también en nuestro medio si consideramos la embestida que recibe la doctora Karina Andrade por liberar a los presuntos responsables de los violentos disturbios de la marcha del 12 de marzo.
En la mayoría de las actividades humanas es muy fácil definir qué significa “ganar”: la cuestión es casi siempre matemática. Cuando es simbólica o determinada por cuestiones cualitativas, no quedan dudas (un cerrado aplauso luego de una actuación inolvidable en el Colón). “Ser primero es lo único: nadie se acuerda del segundo”, inmortalizó el doctor Carlos Salvador Bilardo, que acaba de cumplir 87 años. En el mercado financiero pasa lo mismo: se gana o se pierde. Pocas veces es posible arañar un empate. “Le tengo que ganar al S&P, que este año viene mal”, me contaba estos días una de las jóvenes estrellas de la City porteña. Haberme salvado del servicio militar por número bajo (¡un inolvidable 005!) me permitió advertir a temprana edad que en ocasiones los triunfos son aleatorios y no consecuencia del mérito. Lo contrario también aplica: la tríada esfuerzo, compromiso y sacrificio muchas veces (¿demasiadas?) no es suficiente para alcanzar los resultados deseados.
Por eso tendemos a aferrarnos a conceptos que ayudan a aplacar la frustración de no lograr los objetivos anhelados. “Lo importante no es llegar, sino el camino”, dijo antes que Fito Páez Constantino Cavafis. Fernando Gago fue muy criticado en México por diferenciar una derrota de un fracaso. Pero no todo son discursos autojustificatorios. Poner en valor el “proceso” facilita el aprendizaje y la identificación de errores claves que, en la medida en que exista la posibilidad de revancha, uno evita repetir. “No seas tan severo contigo mismo”, le recomendó el terapeuta a un gran amigo, que pugnaba por superar una nueva decepción amorosa. “Se hace lo que se puede… somos humanos”. O, como dijo Litto Nebbia, “solo se trata de vivir”.
En política las cosas son más ambiguas. Hay triunfos “pírricos”, otros irrelevantes (“pobres triunfos pasajeros”, definió Gardel en “Mano a mano”), y derrotas honorables o esperanzadoras. Algunas victorias se diluyen o disparan reacciones difíciles de predecir por parte de los actores, que hacen lo posible para desperdiciar el capital acumulado (Macri luego tras las elecciones de 2017). Por el contrario, determinadas caídas proyectan escenarios alentadores (la derrota de Miguel Del Sel en 2011 como gobernador de Santa Fe sugería una competitividad notable para lo que luego fue Cambiemos). Aunque parezca mentira, se puede ganar perdiendo y perder ganando. Todo depende de cómo se aproveche la situación, del contexto, de la capacidad de acción colectiva propia, de los contendientes y del humor de la sociedad. En esta enumeración no puede obviarse la interpretación que los principales actores hagan de un eventual resultado. CFK creyó que su notable victoria de 2011 le daba la oportunidad de “ir por todo” y terminó como titular del alicaído PJ (que tiene la marca tan erosionada que, como tal, no competirá en ningún distrito en 2025).
Los mercados tienen también sus caprichos a la hora de hacer sus evaluaciones. Por ahora hay dudas respecto de qué parámetros o métricas se usarán para analizar lo que ocurra durante este año electoral en el país. ¿Cómo se definirá qué es “éxito” o “fracaso”? ¿Qué necesitará Milei para salir airoso? ¿Ganar en el recuento general de las elecciones nacionales, aunque no alcance números estimulantes en muchas provincias, fundamentalmente en Buenos Aires? Sería absurdo pretender repetir el umbral de la segunda vuelta de 2023, que se produjo en un contexto de polarización absoluta. ¿Se contentará el oficialismo con un porcentaje significativamente mayor al de la primera vuelta de 2023 (30%, 7 puntos menos que Sergio Massa)? Acercarse a la cifra “mágica” del 40% sugeriría que LLA podría aspirar a un triunfo sin balotaje en 2027. Es muy probable que la interpretación dependa no tanto de la cifra sino del proceso previo. Una cosa es obtener ese guarismo de manera aislada (que es lo que parece que sucederá extrapolando los casos de Santa Fe, Jujuy, Salta, San Luis y CABA, donde no hubo acuerdo con Pro) y, otra muy diferente, si hubiese fumata blanca entre Milei y Macri, en especial para la provincia de Buenos Aires.
Estás últimas semanas de volatilidad e incertidumbre en los mercados motivaron una advertencia de un veterano banquero local: “No solo hace falta conocer la letra chica del acuerdo con el Fondo, sino lograr que la dinámica preelectoral no genere más dudas y confusión”. El triángulo del poder tal vez advierta que demoró demasiado la construcción de acuerdos políticos formales con las fuerzas afines. Suponía que el tiempo estaba a su favor y que con los logros económicos y la consolidación de la figura presidencial negociarían desde una posición más ventajosa, mientras avanzaba el operativo seducción (o cooptación) de dirigentes cercanos. En el entorno presidencial algunos consideran que es tarde para enmendar la situación y que la recuperación económica de este año constituirá el principal ancla electoral del oficialismo. “Por algo adelantaron tanto los comicios en la ciudad”, admitió un operador peronista al que todavía le cuesta creer que los desencuentros y las pujas personales de las fuerzas del centro a la derecha le permitirían a Leandro Santoro convertirse en la primera minoría en mayo próximo. “En esta ciudad podría darse un escenario parecido a la España actual”, lo que implica la construcción de una coalición muy amplia y diversa, como la que en su momento catapultó a Macri.
Aquel banquero respiró más tranquilo la noche del miércoles: la Cámara de Diputados mostró, más allá de las patéticas imágenes y de comportamientos propios de un viaje de egresados de muchos legisladores, que existe una masa crítica comprometida con la gobernabilidad y dispuesta a pagar un costo político alto para apoyar al Gobierno en relación con el acuerdo con el FMI. Además, se evitaron los desbordes de violencia y mejoró el operativo de seguridad en una marcha menos masiva de lo esperado. Todo depende del cristal con el que se mire.

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