Fotos para registrar la historia
La pandemia y sus rigores no ceden; mientras, el streaming desborda de propuestas, experimentos, revivals, nuevos ciclos. Entre tanta cita virtual pude, asistir –la semana pasada, y desde el archiconocido perímetro de mi casa– a la inauguración de la muestra Coleccionar un mundo, en el nuevo edificio de la Fundación Andreani (https://www.fundacionandreani.org.ar).
Ubicado en La Boca, este espacio dedicado al arte contemporáneo y construido a partir de un proyecto arquitectónico de Clorindo Testa, ya tuvo su presentación virtual el 24 de junio: canal de YouTube, despliegue audiovisual a cargo de El Pampero Cine y, sobre el sector derecho de la pantalla, la sucesión de comentarios y saludos que ya se hizo parte de la cotidianidad. Streaming y chat, ese modo de estar juntos aun estando lejos.
El miércoles pasado, entonces, fue el turno de Coleccionar un mundo. Se trata de una muestra de fotografías realizadas por Gian Paolo Minelli, artista suizo que desde mediados de la década del 90 vive y trabaja entre su país natal y la Argentina. El mismo Gian Paolo nos guió –a nosotros, visitantes fantasmales y virtuales–, a lo largo de las salas donde, en este mismo momento, se exhibe su trabajo. "Es un archivo de la memoria". En el perfecto castellano de Minelli se escucha la impronta cantarina del cantón italiano. Son un archivo, cuenta, las fotos donde se observan distintos momentos de la construcción de un edificio que fue casona y conventillo de La Boca, donde alguna vez se construyeron barcos, en donde por algún tiempo funcionó una cantina. Coleccionar un mundo registra el pasado más reciente de ese lugar: el proceso de demolición de parte de la estructura y, luego, el emplazamiento del edificio donde, como en un círculo, se presenta la muestra.
Las imágenes de Gian Paolo son de una poesía discreta. Como señala el crítico Gonzalo Aguilar en un video que acompañó la emisión en directo, en sus fotos "se siente una suerte de respiración humana" tras el registro del encofrado, los andamios, la madera, el cemento. También hay algo así como un tiempo suspendido en cada una de las imágenes que Aguilar denomina "esculturas involuntarias, instalaciones precarias". Un tiempo detenido entre la casona que alguna vez estuvo ahí –con sus ruidos, sus voces, sus historias– y el edificio que recién este año estuvo listo para inaugurar un nuevo ciclo. Nacido en medio de un año extraño, extrañísimo.
Durante la presentación, el artista hace un alto y comenta algo de índole más bien personal. En 1995, cuando llegó a Buenos Aires en lo que, pensaba, serían solo unos cuatro meses de estada, se lanzó a fotografiar la ciudad. También se reservó tiempo para hacer algunos retratos. Uno de ellos fue el de Clorindo Testa, el hombre que diseñó los espacios amplios, pródigos en ventanales y expresividad arquitectónica, cuya construcción fue delicadamente registrada por la cámara de Gian Paolo. Otro de sus retratados fue el artista Rómulo Macció, a quien fotografió paseando por La Boca. De algún modo, veinticinco años después, el destino los volvió a reunir.
"La fotografía es también una búsqueda", dice Minelli. "Recorro La Boca como si fuera un cuerpo", comenta poco después. Y esas marcas –búsqueda y conciencia material, casi táctil– están en Coleccionar un mundo. El fotógrafo organizó su registro en tres etapas. La inicial, a principios de 2018, fue la de la "casa a la espera", la del silencio del tiempo acumulado en viejas paredes por las que pasaron generaciones, pinturas, sucesos. Luego vino la demolición, la irrupción del afuera a través de los muros semiderruidos. Y, el año pasado, la construcción del edificio nuevo. Las fotos atrapan instantes de silencio, altos en la obra. El ojo del fotógrafo registra los surcos de la madera antigua, la irrupción del cemento, la huella del albañil. Su archivo es el del tiempo que avanza, destruye, finalmente recupera.