Fortalecer la sociedad civil
Resulta poco sorprendente que representantes del gobierno argentino en organismos internacionales sugieran que se evite apoyar financieramente proyectos de ONG que promueven la lucha contra la corrupción, la defensa de los derechos humanos y el buen gobierno. Las interferencias sutiles del poder político recortan la autonomía y desdibujan el impacto de estas organizaciones.
En la segunda mitad de 2009, la Cancillería citó al representante de un organismo internacional para pedirle explicaciones por un convenio que éste había firmado con el gobierno porteño para asistir con recursos y personal técnico un proceso de diálogo democrático entre el jefe de gobierno y organizaciones de la sociedad civil. Si se atrevieron a reprender a un organismo internacional, ¿por qué no creer que enviados oficiales-oficialistas sugieran evitar donaciones a ONG que molesten al poder?
A esta situación se suma otro hecho preocupante. En la última década algunos de los directivos de estas organizaciones se sintieron atraídos e identificados con políticas de diferentes gobiernos. Nadie puede condenarlos por eso. Aunque sí es repudiable y poco ético que mantengan sus posiciones directivas, disfrazados de independientes y contaminando las acciones (y las omisiones) de las organizaciones que representan.
Resulta sorprendente la ausencia de voces independientes frente a situaciones y declaraciones poco respetuosas de la institucionalidad democrática y de la integridad en la función pública. Ante la consulta, recibí respuestas del estilo: "No queremos quedar atrapados en la guerra entre el Gobierno y Clarín". Sin duda, un pensamiento de autocensura muy llamativo.
Para muchos, la política se volvió un terreno más atractivo para la participación que el de las ONG. Fue mi caso hace casi tres años. Sin embargo, millones de ciudadanos esperan y buscan canalizar su compromiso cívico en espacios alternativos al de las agrupaciones partidarias. Muchas de estas ONG que solían recibirlos y cobijarlos ya no resultan atractivas.
Coincido con LA NACION en que corren tiempos hostiles para algunas ONG. En mi opinión, la hostilidad no se manifiesta sólo financieramente. La hora nos presenta el desafío de demandarles innovación y coraje cívico. También nos pone en el compromiso de incrementar nuestras donaciones de tiempo y dinero hacia este sector cuyas agendas cívicas molestan al poder.
No es tiempo para tibios. Nunca lo será. La democratización es un proceso arduo, continuo y plagado de retrocesos y estancamientos. Hoy el crimen organizado, la desigualdad y la corrupción presentan los mayores riesgos para la defensa de los derechos humanos y la democracia. Si allí no están las voces independientes y prestigiosas de Poder Ciudadano, el CELS, la Asociación por los Derechos Civiles y tantas otras para recordarnos qué es lo correcto, ¿quién lo hará?
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