Fortalecer la educación para abatir la pobreza
Un buen nivel educativo es la llave de acceso a buenos empleos que quiebren la reproducción intergeneracional de hogares pauperizados que agobia al país
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Los niveles educativos retrocedieron en nuestro país en los últimos años, como lo indican los resultados del operativo Aprender realizado en 2021en 23.000 escuelas que, por ejemplo, nos dicen que aumentó la cantidad de alumnos de sexto grado con bajos conocimientos en matemática, comparados con el año 2016. Además, son importantes las desigualdades por nivel socioeconómico de las familias, ya que la cantidad de alumnos con bajos conocimientos es cuatro veces mayor entre los alumnos de nivel socioeconómico “bajo” comparado con el de los alumnos de nivel “alto”.
El capital humano, es decir, la población capacitada para afrontar los desafíos de este siglo de la ciencia y la tecnología, es más importante que los recursos naturales y exige mejores sistemas educativos con calidad e igualdad de oportunidades para todos los niños. Para hacer más equitativa la distribución del ingreso debemos empezar por una educación que haga más equitativa la distribución de este capital, acumulado por los conocimientos gracias a la educación. Es hora de comenzar a fortalecer nuestro sistema educativo para lo cual es necesario, aunque no suficiente, comenzar ya a cumplir leyes dictadas en las últimas décadas que, lamentablemente, no se cumplen, a pesar del claro mandato legal.
La ley 25.864 expresa: “Fíjase un calendario escolar mínimo de 180 días efectivos de clases”, pero además agrega: “Ante el eventual incumplimiento las autoridades educativas de las respectivas jurisdicciones deberán adoptar las medidas necesarias a fin de compensar los días de clase perdidos, hasta completar el mínimo establecido”. La ley 26.206 hizo obligatoria la escuela secundaria en todo el país, pero de cada 100 alumnos que ingresan al primer grado primario en todo el país concluye regularmente la escuela secundaria apenas la mitad; además, hay una gran disparidad entre las escuelas estatales y las privadas y también entre provincias. La ley 26.206 también establece la jornada extendida en el nivel primario, pero en 2020 gozaban de este beneficio apenas el 13,6 por ciento de los estudiantes. En el conurbano, núcleo duro de la pobreza, apenas el 6,4 por ciento goza de este beneficio.
Un buen nivel educativo es hoy la llave de acceso a buenos empleos que quiebren la reproducción intergeneracional de la pobreza que está agobiando a nuestra nación. La mayoría de los pobres tienen trabajos precarios y poco calificados o están desocupados; los actuales planes sociales no son eficaces para superar esta situación.
La escuela argentina ha dejado de ser la escuela modelo a ser imitada, como lo fue por muchas décadas desde fines del siglo XIX. El nivel y la extensión de la educación son determinantes básicos de la productividad y del ingreso laboral, siendo los más pobres los que más dependen de su trabajo para poder subsistir. Sin educación para todos, la justicia social es solo una ilusión, ya que el nivel de conocimientos acumulados es la mejor garantía de su progreso. El bajo nivel de conocimientos de nuestros alumnos viene siendo puesto en evidencia por pruebas internacionales. Los resultados de la prueba PISA (2018) evidenciaron una situación crítica de los conocimientos de nuestros jóvenes. En matemática habíamos descendido al lugar 71; es decir, estamos en los últimos lugares de los 77 países participantes. Esto es preocupante para nuestro futuro cercano, ya que se trata del nivel de conocimientos de adolescentes de 15 años de edad. Los primeros lugares en esta prueba internacional corresponden a países asiáticos caracterizados por un sostenido crecimiento económico, lo que evidencia que una mejor educación y crecimiento van de la mano.
La educación nos debe importar a todos, ya que su situación actual conspira contra la posibilidad de desarrollarnos en forma integral en el futuro. Combatir la pobreza, alcanzar un desarrollo sostenible, permitir que los rápidos avances tecnológicos se implementen son tareas que una población no educada no podrá asumir.
En estos tiempos, el estancamiento económico, sumado a una educación que no sea inclusiva y de calidad, es garantía para la expansión de la pobreza. Educación y empleo tienen una estrecha vinculación, lo que da lugar a la aparición de brechas importantes de empleo e ingresos entre los trabajadores que logran acceder a niveles altos de instrucción y los que poseen escasas calificaciones.
El Observatorio de la Deuda Social (UCA) alerta que está siendo cada vez mayor la diferencia en la pobreza según el nivel educativo alcanzado por el jefe del hogar; cuando los jefes de hogar no concluyeron el ciclo secundario, la pobreza que sufren es más del doble que la de los que sí lo concluyeron. Se están eliminando empleos no calificados y aumenta la demanda de trabajadores con mayor educación, por eso la escuela ayuda a abatir la pobreza y favorece el crecimiento económico. La mayoría de los pobres tienen trabajos precarios y poco calificados o están desocupados porque carecen de un buen nivel educativo, que es la llave de acceso al empleo productivo. La posibilidad de que una persona de bajo nivel de instrucción esté desempleada es mucho mayor a la de alguien con estudios universitarios. Los que tienen más educación son los que ganan mejores salarios, los que trabajan en empresas más sólidas y los que tienen más estabilidad laboral.
Es posible superar la actual situación educativa crítica de nuestro país, pero para ello tendremos que comenzar un proceso que habrá de proyectarse por más de una generación. El primer paso es simple, pero esencial para evidenciar la voluntad colectiva de superación, y se refiere a la necesidad de respetar el calendario escolar sin cierres forzados de escuela. Hay que defender el derecho de los niños a tener clases, no podemos perjudicar el futuro de nuestros niños y jóvenes en este competitivo y globalizado siglo XXI, por eso no hay que cerrar las escuelas y además cumplir la obligación legal de la jornada escolar extendida.
El desafío que enfrentamos es cómo avanzar hacia una educación inclusiva y de calidad, necesaria para reducir la pobreza y la exclusión social. Esto requiere decisiones basadas en acuerdos, pero que no sean meramente retóricos, sin definir claramente la implementación de decisiones concretas. No alcanza con enumerar los objetivos sin las medidas requeridas, no basta con enunciar los fines; es necesario considerar también los medios.
Universidad de Belgrano-Academia Nacional de Educación