Florencia Bonelli y el camino de La Diana
"Hacia un corazón roto ningún corazón puede ir sin la alta prerrogativa de haber sufrido igualmente" (Emily Dickinson).
Florencia Bonelli, la reina de la novela romántica argentina, presentó su última creación, Aquí hay dragones, en donde vuelve a poner énfasis en la esencia que caracteriza a La Diana, la protagonista: el dolor que vivió en una de las peores contiendas del siglo XX, la guerra de Yugoslavia. Emily Dickinson, la poetisa estadounidense, explica con profundidad que nadie puede entender el sufrimiento si no lo ha vivido en carne propia. Y aunque Bonelli asegura que es difícil estar a la altura de lo que sintió una mujer que decidió convertirse en "una máquina para matar" con el fin de vengarse de los abusos de una guerra inexplicable, se deja llevar por la vida que adquiere su criatura tras una minuciosa, extensa y perturbadora investigación, sin ser consciente de que lo que en realidad buscaba Diana era su redención. Una amorosa salvación.
Diana lleva en su cuerpo tatuada la frase Hic Sunt dracones (Aquí hay Dragones), que nace de una leyenda que usaban en la cartografía antigua para advertir a los marineros y a los viajeros de los peligros en ciertas zonas. Al mirarse en el espejo lee reflejado el peligro que ella representa para todo aquel que quisiera volver a lastimarla. Prepararse para la lucha fue su objetivo; se convirtió en un soldado de elite; se sometió a la instrucción y se adiestró en los campos más exigentes; se fortaleció, endureció su alma; su espíritu y su mente dejaron atrás el último vestigio de vulnerabilidad. Hasta que ya estuvo lista para enfrentar cualquier situación, para dar todo e ir a cazar a los que habían destruido su vida y la de su hermana; quería matar a los que las habían destrozado en uno de los campos de concentración, verdaderos centros del horror. El miedo la llevó a fortalecerse. El odio la sacó de su verdadera esencia.
"En las guerras, destruir a las mujeres, dejarlas desencajadas es una forma de alterar el tejido social, es la manera de destruir todo", asegura Florencia Bonelli, que debió ponerle un freno momentáneo a su investigación histórica sobre Yugoslavia cuando se sintió atravesada por la perversidad de seres humanos que en otro tiempo habían sido hermanos entre sí y que durante la guerra se convirtieron en auténticos monstruos, asesinos, violadores. En 1980, al morir Josip Broz Tito (el líder que mantenía unidos a croatas, eslovenos, bosnios, serbios, montenegrinos y macedonios en una fantasía de igualdad) se precipitó el principio del fin de la paz social. La unidad se empezó a desmoronar. Más tarde se desató una de las peores guerras del siglo XX.
Cuando Bonelli retomó la investigación y la escritura de su novela, La Diana estaba ahí, casta, severa, con su desconfianza como uno de los principios fundamentales para la supervivencia; con la historia de Los Balcanes que eran su patria y también el lugar donde se escondían las bestias que la habían convertido en ese ser impiadoso. La autora entendió que había que seguir dándole vida a esa mujer a la que admiraba profundamente y que le había hecho conocer una valentía que la excedía, la de la condición femenina en circunstancias extremas. Esta contienda sanguinaria aparece después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, como si no hubiéramos aprendido nada. Las guerras siempre son una vergüenza. Y las mujeres resisten con una fuerza descomunal, única. La Diana es una sobreviviente, como tantas otras, que nos permite ver, palpar el dolor sordo y lacerante de mujeres, que a pesar del miedo, renacen como el ave fénix, se reconstruyen y vuelven a amar. Por ese camino nos lleva una escritora que construye un personaje femenino y lo acompaña a la redención; se lo dedica a todas sus congéneres que a lo largo de la historia han sufrido violencia en sus cuerpos, sus corazones y sus mentes. Es el camino de La Diana, que ejerce una forma de liberación que viene bien seguir transitando y que me hace recordar una de las frases de la canción que Bono y Pavarotti cantaron a menos de dos años de la guerra, en el estadio de Kosevo: "Is there a time for keeping your distance, A time to turn your eyes away, Is there a time for keeping your head down, For getting on with your day…" ("Hay un tiempo para mantener la distancia, un tiempo para apartar la mirada, un tiempo para mantener tu cabeza baja, para seguir adelante con tu día…"). Hay un tiempo para morir y volver a nacer. Para cada persona, para cada pueblo, para cada mujer.
Florencia Bonelli en primera persona
Escuchá la mini entrevista a Florencia: