Flexibilización
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LA NACION
Impecable, como si lo estuvieran por estrenar, guardado en su funda con precisión milimétrica, ni un pliegue, nada fuera de lugar. ¿Pero qué hace ahí solo y abandonado, dispuesto sobre el pavimento, en medio de ese círculo formado por una línea blanca entrecortada? No es ese el lugar donde esperamos encontrar un paraguas tan bien acomodado. Pero en estos tiempos en que todo se resignifica, hasta él ha tenido que adaptarse. Es que alguien lo ha colocado allí para reservar ese espacio delineado para mantener la distancia durante las ceremonias religiosas en el Santuario de Fátima, en Portugal, cuyo aforo es de 7500 personas. De este modo, el objeto por excelencia para protegernos de la lluvia ahora tiene la tarea de cuidar que un espacio no sea ocupado. Al igual que muchos de nosotros, irónicamente, le han exigido flexibilizarse en tiempos de una rigidez que encorseta todos los movimientos.
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