Fiscal Nisman: ni siete ni mil años taparán el crimen
La sociedad argentina vive hace siete años llevando a cuestas una pregunta. ¿Cómo fue que mataron al fiscal Alberto Nisman?
Un dolor abierto que sigue siendo pisoteado, como fue horriblemente pisoteado ese día en el lugar del crimen.
Sin pudor, nos mostraron las imágenes del descuido cómplice, la torpeza investigativa premeditada, los llamados que se cruzaban en una danza macabra de frenéticos ocultamientos, las respuestas inmediatas al núcleo del poder de entonces y las dilaciones premeditadas que hicieron daño a la tarea de la justicia, intentando envolverla entre pliegues de ocultamientos infinitos que llegan hasta hoy.
Si hacia falta algo más para llegar exhaustos por la permanente intromisión K en la justicia, lo vemos en este séptimo aniversario del día que mataron al fiscal. Si algo se podía agregar al bochorno para mirarnos en el espejo inmundo de las complicidades asesinas, vimos el escenario aberrante de Managua, con el embajador argentino rindiendo pleitesía a lo peor del continente. La Argentina, de la mano de este gobierno que empatiza con los dictadores, formando parte de una mueca diplomática inadmisible, cómplice, llena de señales que asfixian cualquier idea de república, democracia y libertad. Abrazados a Daniel Ortega, Nicolas Maduro, Díaz-Canel y sonriendo frente al desgarrador gesto de impunidad del criminal iraní Mohsen Rezai, muestra evidente de hasta donde hay relación entre sectores de la inteligencia argentina y sus aliados extranjeros.
Alberto Nisman es asesinado a cada instante, en cada reiteración del rumbo hacia el mundo de tinieblas que el Gobierno elige, transita, promueve y ratifica.
Siete años que inmolan la verdad en la hoguera del pacto con Irán, siete años que, aún así, no alcanzan para transformar la mentira en verdad. Ni siete ni mil años taparán el crimen.
Hay un pueblo que se ha puesto de pie y ya no acepta las escenas desteñidas que aturden con cantos de sirenas y relatos fantasiosos, dañinos para el presente y peligrosos para el futuro.
Ha muerto asesinado el fiscal Nisman. Es una herida que sangra en cada rincón de la conciencia de sus asesinos y un compromiso de memoria para la Argentina.
No alcanza con no olvidar, aunque es imprescindible. Es imperativo de esta hora que la ciudadanía y los líderes democráticos vayamos juntos, mancomunados en el compromiso de hacer un país que despliegue velas hacia la cultura del trabajo, el mérito como objetivo de crecimiento personal y grupal, un camino irrenunciable hacia el definitivo destierro de la mentira, del relato que enajena y oculta la verdad.
Es momento de decir basta, mientras repetimos como un rito sanador frente al engaño: ¡Alberto Nisman, presente!
Presidenta del Pro