Finanzas sostenibles: una opción en la renegociación de la deuda
En el medio de la pantanosa negociación de la Argentina con sus acreedores, una opción que no es contemplada por ninguna de las partes es la de proponer metas vinculadas con la sustentabilidad como requisito para el país. La opción puede parecer descabellada dentro de un contexto que incluye una pandemia y los problemas estructurales que arrastra la Argentina desde hace demasiado, pero no lo es tanto si se mira el potencial impacto positivo en el país y el comportamiento de uno de los principales acreedores: BlackRock.
Señalado muchas veces como uno de los más duros en la negociación con la Argentina, se trata del fondo de inversión más grande del mundo, con activos que superan los cinco billones de dólares. Lo interesante en términos de impacto social y ambiental es que recientemente BlackRock dispuso que buscará revisar más de cerca la sostenibilidad de las organizaciones en las que invierte.
Ya en enero la firma había anunciado un cambio de foco a inversiones sostenibles -en particular con respecto al cambio climático- pero ahora fue un paso más allá al pedirle a más de 500 compañías que necesita mayor información en términos de sustentabilidad, con posibles sanciones a quienes no lo hagan. Un hito que podría alentar a muchas otras organizaciones y fondos de inversión a convertir esta práctica en la "nueva normalidad". La propuesta sería entonces que la Argentina establezca metas de sostenibilidad como complemento a su oferta económica, algo que podría seducir a BlackRock y otros acreedores que cuentan con políticas globales de impacto. Uso eficiente del agua para fines productivos; extensión del ciclo de vida de los bienes -mediante lógicas de economía circular-, y matriz energética con mayor peso de las energías renovables podrían ser algunas de las iniciativas para ofrecer. Son todos temas que, además, la Argentina tiene al alcance de la mano.
Construir la reestructuración de la deuda a partir de políticas que impulsen criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo en el nuevo ordenamiento macroeconómico de la Argentina tendría inmensos impactos positivos de distinto orden. Y podría convertir a la negociación en un primer paso para comenzar a atravesar todas las decisiones de política pública por una mirada desde la sustentabilidad.
Esta transformación permitiría a su vez abrir la puerta a un financiamiento externo diferente, en este caso directamente vinculado a las finanzas sostenibles, una variante que viene creciendo en los últimos años. Los bonos verdes, por ejemplo, llegaron al mercado de capitales global en 2007 como un instrumento de deuda que combina rentabilidad y sostenibilidad, y desde ese momento marcan récords de emisión año tras año. En el mismo sentido, entre 2015 y 2019 las llamadas inversiones de impacto crecieron a un ritmo anual del 17%.
La pandemia, al revés de lo que podría creerse, parece darle impulso a esta práctica, según una estimación de la Red Global de inversión de Impacto (GINN), que denota la mayor conciencia ambiental del mundo.
La propuesta de establecer metas puede llegar tarde a la negociación en términos de tiempos, pero a su vez quizás permita acercar partes cuando, parece, falta tan poco para un acuerdo. Para fondos como BlackRock sería una forma de mostrar coherencia en una negociación que es observada en todo el mundo. Para la Argentina, en tanto, sería una propuesta sin costo directo en dólares y una política que mostraría una firme decisión en el camino hacia el desarrollo sostenible. El famoso win-win.
Licenciado en Ciencias Políticas (UCA) y posgrado en Bonos Verdes y Finanzas Sostenibles (Ucema)