Virginia Cano y Lucas Soares. Filosofía para todos: la academia como forma de militancia
Doctores en Filosofía, investigadores del Conicet, se dedican también a la divulgación, la poesía y el género, en un cruce de registros que apunta a despertar en distintos públicos "el estado de sospecha" para leer el mundo contemporáneo
Los dos tienen una vida académica activa: formados en Filosofía, investigadores del Conicet, docentes en la UBA, autores de papers y ponencias. Pero los dos también eligieron el ejercicio de explorar la filosofía en otros campos: la divulgación en libros dirigidos a públicos más amplios, la militancia, la poesía y el arte. ¿Son parte de una generación que dejó de oponer pensamiento complejo y difusión para todo público?
Lucas Soares es doctor en Filosofía, poeta –en 2015 ganó el primer premio del Fondo Nacional de las Artes– y director de la colección de libros "La revuelta filosófica" (Galerna), que explora autores controvertidos de distintas épocas en clave de divulgación. Virginia Cano es autora del volumen dedicado a Nietzsche en esa serie; ella es además militante feminista y lesbiana, y ensayista. En el diálogo, coinciden en rescatar el "estado de pregunta" y la "desconfianza" como los aportes más relevantes de la filosofía para entender el mundo contemporáneo y resaltan el valor político de despertar en sus alumnos "el ejercicio de la sospecha".
LN– Ustedes tienen tanto un pie en la academia como "afuera": la militancia, la poesía, la divulgación. ¿Cómo es esa vida anfibia entre dos mundos?
VC– Creo que tiene límites la analogía, el término "anfibio" o lo de "los dos mundos". Yo, por una parte, tengo mi pertenencia militante, lesbiana y feminista, y por otro lado la facultad, la academia filosófica, pero siento que mi labor filosófica y docente también es una actividad militante, entonces no diría que es otro mundo. Hay un modo de producción de los saberes que no aprendí en la academia. No sé cuál será la experiencia de Lucas, pero hay algo de pensar la producción intelectual como un modo de lucha, una trinchera, un modo de disputar un discurso. Aparte, está el tema de cómo se produce ese conocimiento: una producción colectiva, en articulación y discusión con una comunidad, que para mí estuvo mucho más aceitada en lo que encontré por fuera de la academia. Lo bueno es que la academia me permitió dar lugar a esos aprendizajes.
LN– Has hecho esa articulación sin dificultades.
VC– Sin dificultades no hay nada bueno en la vida. Yo no creo que a todo el mundo le interese lo que hago. Creo que hay gente a la que sí, y hay algo generacional que marca una línea muy interesante, que tiene que ver también con la colección que dirige Lucas, donde intentamos pensar qué hacemos con la filosofía, que tiene una inserción académica pero cuyo discurso no puede quedar agotado allí. Creo que hay algo de la práctica académica de la gente que nos formó que no necesariamente es coincidente con mi modo de pensar. Eso no quiere decir que no haya aprendido mucho de ellos, pero el modo de plantarme que tengo hoy quizás no sea el de mis maestros, y por suerte. Yo tengo una maestra nietzscheana, lo que me enseñó es que no hay camino (se ríe).
LN– ¿Les parece que hay algo que cambió, del lado de los filósofos, y también del lado del público, que quizás es más exigente?
LS– Yo siento que ya no tiene sentido seguir oponiendo divulgación y academia porque mucha de la gente que trabaja en la academia trabaja en divulgación y viceversa; hay muchos más tráficos entre ambos registros. De hecho, la colección de Galerna fue pensada como de "divulgación académica". Me gusta etiquetarla así porque me parece que tiene algo del trabajo en clase que uno sostiene en la academia, un trabajo de lectura de las fuentes, de glosa. En este tipo de libros, aparte de un estudio preliminar largo, tenés una antología de textos donde el lector no especializado puede pasar por la letra del filósofo en cuestión, lo cual me parece importantísimo y no es tan común en los libros de divulgación. Esto es central porque el estilo en filosofía hace a la filosofía. En un manual o un libro de divulgación quizás no se llega a tener contacto nunca con el filósofo sin la mediación del divulgador. Por eso me parece interesante acercar los dos dispositivos de lectura: el académico y el de la divulgación y cruzarlos para ver qué pasa. Es otra forma de expandir los límites de ambos registros.
VC–Y de disputar la jerarquía del saber, ¿no? Estoy de acuerdo con Lucas en que hay una progresiva valorización del trabajo de divulgación, pero es una progresiva valorización de un trabajo que históricamente para la academia es un trabajo menor. Apostar ahí tiene que ver con cómo pensamos la filosofía y con seguir disputando ese modo de pensar.
LS– El Conicet mismo ahora le da un espacio a la producción en divulgación: podés incorporar este tipo de actividades en la grilla que usás para presentarte a una convocatoria. En términos de puntaje suma muy poquito, pero simbólicamente es interesante. Pienso con esto que a mí me costó quizá un poco más que a Virginia la habitación de distintos registros. Yo siempre hice mi carrera habitando tres registros: el académico, el del ensayo de divulgación, y la poesía, y durante mucho tiempo me torturaba pensando que se tenían que mezclar, que tenía que optar por uno. Fueron años de terapia (se ríe). Después de un tiempo, me dí cuenta de que justamente funcionaban en su disparidad, que había armonía en la tensión entre ellos, que cada registro tiene sus leyes, y que quizás no es interesante, al menos para mí, cruzarlas. En un determinado momento asumí esa tensión entre los dos registros. Justamente por eso ahora puedo hacer ciertos entrecruzamientos, sin imponerlos y sin forzarlos, porque funciona. De golpe me interesa cruzar a Paul Celan con Heidegger, o me interesa cruzar una tragedia de Sófocles con Nietzsche, o a un poeta con Platón, pero sin forzarlo.
LN– Esa era otra pregunta: el vínculo entre filosofía y arte, ya que los dos hacen filosofía y literatura. Muchas veces sucede que cuando uno se acerca a un texto literario producido por alguien que viene de la filosofía está construido desde las ideas y eso termina restando. ¿Ustedes cómo lo ven? ¿Sirve la filosofía para hacer poesía?
LS– Bueno, eso son tradiciones, ¿no? Yo me enrolé –y en esto creo que coincidimos con Virginia– en una tradición que se dedicó a refundir arte y filosofía, desde Platón y a partir de Nietzsche y todo lo post-nietzscheano, a la que le interesan más los tráficos entre el arte y la filosofía que entre la filosofía y la ciencia, que sería la otra tradición, con un sesgo más analítico-epistemológico. La tradición filosófica es muy amplia, tiene muchas líneas y uno elige el camino a seguir. A mí me parece más interesante ese tipo de filosofía que pone todo en estado de pregunta más que en estado de respuesta.
VC– Y recupera una tradición. Hay algo en torno a la academización de la filosofía que muchas veces nos lleva a confundir filosofía con academia y con el modo de producción académico, y eso tiene que ver con la profesionalización de este campo disciplinar. Pero históricamente en la filosofía, como menciona Lucas, esa veneración del registro del paper, por ejemplo, no existe. Los grandes filósofos han experimentado en variedad de discursos, ¿o no? Vos mencionabas a Nietzsche.
LS– Platón, los diálogos, los presocráticos, no hay que irse muy lejos.
VC– Platón, total, ni siquiera necesitás salirte del canon. Jamás podrías decir que lo que hacían ellos obedece al formato disciplinar actual, a lo que entendemos hoy por filosofía académica.
LN– Ahí aparece un límite entre la academia y otros registros, porque la academia a todos, incluso a los que se dedican a Nietzsche o a Derrida, les impone un registro.
VC– Pero no entreguemos la filosofía a la academia.
LS– Tampoco entreguemos la filosofía al poema: ni entregar la filosofía al paradigma científico totalmente ni a la poesía. Digamos que la filosofía tiene un lugar muy particular desde su fundación, ya lo había visto bien Platón, un lugar intermediario que es riquísimo, que también la hace un poco inclasificable, por eso es tan difícil definir qué es. A mí me parece que lo más interesante es reconocerle ese lugar intermediario, inclasificable, atópico. Por supuesto que hay tradiciones que la quieren fusionar a uno de estos dos polos, pero a mí tampoco me interesa esa entrega total de la filosofía al poema, de la filosofía al arte. Le hace perder su especificidad que es ese lugar intermediario.
LN– Los corro de tema. ¿La filosofía está de moda? Así como en los años 90 era la antropología y en los años 2000 se empezó a usar hablar en términos de la ciencia política, quizás el idioma de esta década sea el de la filosofía: un gobierno como el de Pro, que no tiene una relación particularmente buena con los intelectuales, cuando elige rodearse o incluso incorporar intelectuales al gobierno suelen ser filósofos, antes que sociólogos o politólogos, por ejemplo.
LS– Hay un auge del paradigma divulgativo, en muchas disciplinas, y dentro de este auge me parece que el registro filosófico también tiene algo que decir y pegó. La pregunta quizás es por qué pegó: a mí me parece que es un registro interesantísimo para problematizar el hoy, lo que está pasando, este ser humano en el que nos estamos convirtiendo y que no sabemos qué es. Este ser humano en la era digital del mundo es otro ser humano, es otra subjetividad, y me parece que la filosofía con su tábano de preguntas es un registro interesante, complementario al científico, al de la biología, al de las neurociencias, al de la economía o el de la sociología. Trato de pensar todo el tiempo por qué este registro puede pregnar tanto en la gente. Para mí tiene que ver con este desmontaje, con esta propuesta de desorganización de los modos de subjetividad imperantes.
VC– Para mí el dispositivo de Cambiemos tiene muy poco que ver con la pregunta y la problematización, que yo diría que están muy vinculados con la tesitura filosófica, ¿no? Y ahí me quedo pensando que quizás hay muchos modos de hacer filosofía. La filosofía es capaz también de hacer eso –hay que hacerse cargo–, de justificar ideológicamente, en un gobierno que para mí pide que tengamos todo menos una tesitura filosófica al modo en que la estamos intentando pensar con Lucas, esta práctica de pregunta, de desmontaje, de sospecha, de desconfianza. Me parece que el discurso de Cambiemos, aunque amparado por filósofos, tiene que ver más con la alegría, con no preguntar, con confiar: la idea de que la desconfianza es algo malo. Y lo contrario de eso es una de las primeras enseñanzas de la filosofía. La desconfianza, la sospecha, es vital, es lo que nos salva; también es lo que nos hunde, pero tiene un valor.
LS– En una época en donde las perspectivas interpretativas están todo el tiempo mutando, me parece que la filosofía te permite pensar distinto: te aporta formas distintas de pensar las cosas. Por lo pronto te hace asumir que no hay una sola forma: eso ya es un montón. Y te dice que importa más este estado de pregunta, este estado de aporía, que la respuesta, ¿no? Porque la respuesta muchas veces clausura, mientras que la pregunta abre. Y en ese sentido la filosofía se topa también con el psicoanálisis. La filosofía entronca con otro tipo de pensamientos que también tienen en la sociedad –y particularmente en Buenos Aires– una pregnancia muy fuerte. Trabajo con gente en espacios psicoanalíticos y veo la curiosidad, creo que un poco motorizada por el espacio terapéutico también, que es un espacio de pregunta. Sócrates es el primer terapeuta, él mismo decía que hacía una terapia del alma, entonces esta idea de que una vida sin examen no tiene sentido es lo primero que aprendés en un espacio terapéutico, ya ni siquiera de psicoanálisis, de otras corrientes también.
LN– ¿Cómo ven hoy la articulación entre la filosofía y la política, la academia y la política?
VC– Es interesante el fenómeno de los Científicos y Universitarios Autoconvocados, que vienen teniendo una participación activa en marchas y reclamos que competen a la filosofía pero no únicamente, sino que nos piensa en calidad de empleados del sistema científico. Incluso hicieron una explicación de cuál era la labor del científico frente al "son todos ñoquis". Eso permitió una articulación de un sujeto político que creo que se va a seguir construyendo. Lo otro que diría es que la política no se reduce a la política nacional.
LS– Coincido. Está la militancia filosófica que ponemos en práctica los que sostenemos la carrera de Filosofía, muchas veces con salarios atrasadísimos. Dar clase, pero también producir artículos que generan un grado de revuelta, producir ensayos, divulgación. Los autores que elegí para la colección no son los autores canónicos, sino los autores "contreras" de la historia de la filosofía. No empezamos con Platón y Aristóteles, ni van a estar: empezamos con Nietzsche, Eriúgena en el Medioevo.
LN– Una militancia anticanon.
LS– Exacto, pero también teniendo en cuenta que esos autores, Schopenhauer, los cínicos, después fueron academizados. Hay papers y referatos sobre artículos de Nietzsche. Originalmente fueron contreras y armaron sus sistemas en base a decir "no" a su propia tradición. Y esa es una forma de militar y sembrar el ejercicio de la sospecha y del desciframiento textual vital en jóvenes que cursan. No solemos prestar atención a esto: pensamos que se milita en una agrupación o en un partido, y eso está, pero me parece que lo otro es lo que sostiene esto que a mí todavía me emociona mucho: cuando te enterás que la UBA está en un ranking mundial de universidades. Eso está sostenido por esa militancia filosófica, que también se da en otras carreras.
VC– Totalmente. Es político que yo piense cómo construyo el canon de autores y autoras en el programa de una materia o cómo me paro para interpelar a mis alumnos o a mis alumnas. Toda esa serie de microprácticas están cargadas de una politicidad que en general aparece invisibilizada. Para mí, tener una conciencia y una reflexión en torno a qué hacemos cuando hacemos lo que hacemos es político: pensar cómo podemos permear los modos que traen esos otros y esas otras y que quizás nos interesa sacudir, conmover. Hay una necesidad fundamental de politizar la propia práctica, independientemente de las actividades políticas estatales o gremiales que nos interpelan. Me parece que es importante pensar el valor político y ético de la docencia, de la producción de saber y del discurso filosófico.
Quiénes son
Virginia Cano: Doctora en Filosofía por la UBA, becaria posdoctoral del Conicet, profesora en la UBA, es militante lesbiana y feminista, y se define también como "militante académica".
Lucas Soares: Es licenciado y doctor en Filosofía por UBA, investigador adjunto del Conicet, profesor de Historia de la Filosofía Antigua en la UBA y director de la colección "La revuelta filosófica" de Galerna. Como poeta, en 2015 ganó el primer premio del Fondo Nacional de las Artes.