Reseña: La carne viva, de Pablo Maurette
Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979) decidió escribir los ensayos reunidos en La carne viva para, según sus palabras, "sumergirse en el mundo abismal del cuerpo", esa carne que, entre la vida y la muerte, saca a la luz nuestra finitud, pero también nuestra especificidad. Carne, cuerpo, materia, pellejo. Cada una de estas palabras contiene la amenaza de su propio deterioro y recuerda lo efímero, la caducidad, la podredumbre; en definitiva, la muerte en el sentido más literal y menos heroico.
Residente desde hace catorce años en Estados Unidos, donde realizó su doctorado en Filosofía, Maurette se transformó en una figura repetida en las redes gracias a su propuesta de realizar a través de Twitter una colectiva lectura comentada de La Divina Comedia, de Dante Alighieri, convocatoria que sumó a más de 5000 personas en todo el mundo (sin contar los millones que leyeron los intercambios). Seguida por lecturas encadenadas en la red social del Decamerón, La Eneida y Don Quijote, sus hashtags dedicados a clásicos se difundieron y probaron que puede existir una lógica alternativa para el dialogo intelectual. Logró así alejar de las redes –tal vez más allá de su voluntad– los prejuicios sobre su banalidad radical.
Los ensayos de La carne viva, que alejan también lo afectivo de la banalidad de lo sentimental, pueden tomarse como otro gesto disruptivo en medio de las modas actuales que tienden a confundir cinismo con inteligencia.
Suerte de continuación de El sentido olvidado (2015), libro donde Maurette se concentró en el sentido del tacto a través de ensayos que evocaban tanto a Pierre Gassendi como a Leonard Cohen, el nuevo libro realiza una operación similar, pero con la carne, contrastándola con la más pura abstracción.
Lo hace, por ejemplo, con un recorrido único por la figura de Jorge Luis Borges: su literatura, pero también sus anécdotas, sus recuerdos, sus gestos, la ceguera que lo acercó brutalmente al mundo de lo táctil; es decir, su versión más carnal. Maurette también vuelve sobre el argentino Jorge Barón Biza y su novela El desierto y su semilla –que narra, entre otras cosas, la desfiguración de un rostro– a través de un encadenamiento de textos, anécdotas, historias de horror y marginales que lo llevan a reflexionar sobre la monstruosidad como marca de la carne.
Los ensayos de La carne viva no están dedicados solo a la literatura –o a la conocida tensión entre literatura y vida–, sino también al tratamiento que se dio al misterio de la circuncisión de Cristo (a través de las reliquias más concretas), al dolor y a la tristeza como afecciones fundamentales para la creatividad, y al mono no aware del arte japonés, como aceptación de la melancolía que acarrea la propia finitud y su poesía como paliativo.
En el camino que une estas ideas Maurette puede llevar al lector de un viaje brutal de Ashoka, el emperador de la India que se convirtió al budismo, al poema "Corno inglés", de Eugenio Montale, del dandismo a Venecia y al cineasta Andrei Tarkovski, sin caer nunca en la tentación de la oscuridad.
El viaje intelectual hacia ese "mundo subterráneo de nervios y músculos" termina por señalar la expresión artística como ejercicio que aspira a perpetuar la carne. Las obras del artista plástico Eduardo Basualdo que integran el volumen dejan a la vista, con sus dibujos en blanco y negro, esa tensión entre materialidad e inmaterialidad que, según el argumento del autor, hace del arte un modo carnal pero también imperecedero de tolerar la idea de la podredumbre. Si La carne viva lo logra es porque Maurette, además de su gran erudición, es capaz de pensar creativamente.
La carne viva
Por Pablo Maurette
Mardulce. 230 páginas$ 350