Fernández, Cristina Kirchner y los pibes para la “liberación”
Los dilemas que dejó traslucir el cierre de la campaña del Frente de Todos para el día después de las elecciones
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Los cánticos de la militancia que se congregó ayer en Merlo, en el acto de cierre de campaña del Frente de Todos, pusieron de manifiesto algunas de las dudas que arreciarán de cara al lunes 15, si la noche antes el veredicto de las urnas confirma la derrota de la coalición oficialista ya registrada en las primarias abiertas (PASO) de septiembre. El estribillo “Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación” fue el más escuchado y, por momentos, interrumpió el discurso que intentaba articular la primera candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz.
Si esos gestos confirmaron que, al menos hasta hoy y en el distrito bonaerense, el liderazgo del oficialismo recae en la vicepresidenta de la Nación, Alberto Fernández buscó en todo momento que no se pusiera en duda la unidad del Frente de Todos. “Somos hijos de Perón y de Eva, y somos la continuidad de Néstor y Cristina”, enfatizó el primer mandatario, quien además subrayó su compromiso para seguir gobernando hasta el fin de su mandato legal: “En los dos años que quedan, voy a dejar todo de mí para que la Argentina se ponga de pie”.
Es claro que si las condiciones fueran normales y no existiese un clima de tensión dentro de la coalición gobernante, no hubiera sido necesario que el Presidente hiciese semejantes aclaraciones.
Conscientes de las dificultades para revertir el resultado electoral de las PASO, en las que Juntos por el Cambio aventajó al Frente de Todos por diez puntos de diferencia, los estrategos del oficialismo apelaron en las últimas semanas a una estrategia defensiva, orientada a retener el tradicional voto peronista y a evitar fugas hacia el Frente de Izquierda y de los Trabajadores - Unidad (FITU), con el fin de achicar la desventaja en la clave provincia de Buenos Aires, que distribuirá 35 bancas de diputados nacionales, y a dar vuelta la derrota en algún que otro distrito donde se eligen senadores nacionales, como La Pampa. Lograr esto mismo en Chubut, donde hasta hoy el oficialismo tiene los tres senadores nacionales, pero podría quedarse con solo uno, parece casi imposible tras los pasos en falso del gobierno nacional frente a los ataques terroristas de grupos radicalizados que se dicen mapuches.
El endurecimiento del discurso frente al FMI y el apoyo implícito a la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua, sumados al repiqueteo dialéctico contra Mauricio Macri, apuntan en una única dirección: evitar perder votos de sus electores desencantados a manos de las agrupaciones de izquierda.
En las segundas líneas del Frente de Todos, se ha advertido una particular preocupación para persuadir a ese votante de izquierda, en especial en el segundo cordón del conurbano bonaerense, donde prevalecen los segmentos más empobrecidos de la sociedad. El riesgo de perder votos a manos del FITU se reflejó días atrás en un artículo del dirigente Juan Carlos Venturini, difundido a través de la agencia Paco Urondo y titulado ¿Por qué la izquierda debe votar al Frente de Todos?
Allí, se acusa a los grupos izquierdistas de “hacerle el juego a la derecha” y se critica a la izquierda trotskista porque “no hizo una sola declaración o manifestación de solidaridad hacia Cristina Kirchner, Milagro Sala, Amado Boudou o demás compañeros presos y perseguidos”, sino que “al contrario, votaron junto al macrismo por la detención y desafuero del compañero De Vido”. Más aún, se cuestiona a esa misma corriente de izquierda por llamar a movilizarse contra Nicolás Maduro frente a la embajada de Venezuela.
Respecto de las negociaciones con el FMI, señala Venturini que uno de los “puntos fuertes” de la crítica trotskista al gobierno de Alberto Fernández pasa por su bandera del no pago de la deuda externa al citado organismo internacional. Aclara que “los compañeros (de la izquierda) no se acercan a considerar los enormes problemas que un default internacional acarrearía a nuestra debilitada economía” y que “nos están proponiendo un choque frontal con el capital financiero, que domina el mundo, estando armados nosotros solo con gomeras y cerbatanas”.
En sintonía con el pensamiento de Cristina Kirchner, Venturini admite que “para un choque frontal, lo mínimo es contar con acuerdos claros a nivel internacional que lo tornen viable” y, en tal sentido, refirió que “sería interesante negociar con China y Rusia, si fuese posible, una perspectiva de independencia del FMI en resguardo de nuestra soberanía”.
En los últimos días y ayer, en el cierre de campaña en Merlo, Alberto Fernández insistió en que si no pactó hasta el momento con el FMI fue porque no está dispuesto a “arrodillarse” ante el organismo financiero internacional.
La viabilidad de las negociaciones con el Fondo Monetario para que el actual crédito stand by concertado durante el gobierno de Macri se transforme en un crédito de facilidades extendidas a diez años es uno de los dilemas que enfrenta el Gobierno en lo inmediato. Pero no es el único.
El porvenir de la paridad cambiaria y el futuro de las tarifas, de las que dependerán los niveles de subsidios del Estado nacional y su potencial déficit fiscal, constituyen otros dos dilemas de la gestión de Alberto Fernández para después de las elecciones.
Si se devalúa el peso, según el tipo de cambio oficial (hoy levemente por encima de los 100 pesos por dólar), podrían subir aún más los precios. Pero si no se devalúa nuestra moneda, se agotarían las pocas reservas disponibles y podrían faltar insumos importados.
Del mismo modo, si se bajan sensiblemente los subsidios al transporte y a la energía, las tarifas de servicios públicos podrían resultar impagables para gran parte de la población. Y si no se bajan sensiblemente, esos subsidios y el déficit fiscal seguirán en peligrosa alza.