Feria de Editores: lecciones de un encuentro con los libros
Uno de los organizadores de la exitosa feria de editoriales independientes, realizada el fin de semana pasado, rescata la vitalidad de un ecosistema que atrae lectores, genera trabajo y apuesta a catálogos diferentes
El fin de semana pasado tuvo lugar la V Feria de Editores (FED) que se realizó en Central Newbery con entrada libre y gratuita. Para quienes no conocen la propuesta, la FED cura una muestra de editoriales de diversos tamaños con el diferencial de estar atendida por sus editores. Es el editor, como principal difusor de sus libros, quien está del otro lado de una mesa dispuesto a charlar, recomendar y evacuar dudas.
La feria nos dejó algunos aprendizajes y varias cifras. Pasaron más de 6000 personas en poco más de 10 horas. Se vendieron aproximadamente unos 5100 libros a un precio promedio de 250 pesos. Aquel que visitara la feria podía encontrar una bibliodiversidad cercana a los 3500 títulos dispersos en 85 editoriales de 5 países de América Latina (Argentina, Colombia, Chile, México y Uruguay). Esos 3500 títulos cobran más sentido aún si tenemos en cuenta que hacen sistema dentro de catálogos especializados en música, cine, teatro, diseño, narrativa contemporánea, ensayo, libros infantiles, novela gráfica, policial, humor y poesía. Una de las características de estas editoriales es que no necesitan alcanzar enormes cifras de venta para que sus libros sean rentables. Esa característica les brinda la libertad de orientar su catálogo hacia lo que cada editor juzga como la máxima calidad literaria en su área temática.
Este pequeño ecosistema esconde otro más grande. Estas editoriales son, en su mayoría, las que están generando trabajos para traductores argentinos, las que están devolviendo al mercado traducciones más latinoamericanas y menos españolas, las que imprimen en Argentina, contratan correctores argentinos, diseñadores argentinos y maquetadores argentinos.
El funcionamiento interno de la feria dejó otras lecciones. Entre los editores se leen copiosamente, a tal punto que uno de los pedidos para la próxima feria es tener una hora en que no esté abierta al público, donde se pueda comprar e intercambiar libros. Este detalle, que podría parecer banal, repercute en el conocimiento de los catálogos ajenos. Cuando un lector se acercaba a un editor de ciencias sociales a preguntar por una editorial de narrativa joven, se podía ver la facilidad con la cual se recomendaban no sólo editoriales, sino títulos concretos sobre la base de este mutuo interés y las experiencias de lectura personales. Esta recomendación permanente se podía distinguir entre el bullicio de la gente, con editores que señalaban otros puestos y lectores que inclinaban sus cabezas o se paraban en puntas de pie para ver entre el público el mencionado stand.
En los pasillos de la Feria se podía escuchar cómo los editores cada vez están más convencidos de su responsabilidad en la generación de espacios donde pueden hablar de forma directa con los lectores, dar a conocer sus títulos e intentar que los tenga presente al momento de entrar en una librería. Este proyecto es un complemento al magnífico ecosistema de librerías. Los editores tenemos que salir a buscar y fidelizar a los lectores con nuestro catálogo. Darlo a conocer para que el resto del año lo busquen en librerías, charlen y discutan con su librero de confianza. En efecto, hay un público, no menor, que se interesa por conocer el efervescente ecosistema del libro argentino. Busca una buena traducción, no atiende a las temáticas de moda y está abierto a conocer nuevos autores. No solo se deja recomendar, lo valora inmensamente. Qué placer charlar mano a mano con ellos. Como editores tenemos que facilitar el encuentro entre estos lectores y nuestros libros.
La feria tuvo un track de charlas que siempre funcionó a sala llena y con gente de pie. Los invitados que pasaron por allí no son mediáticos, no son famosos, por lo general no salen en la tele. Son algunos de nuestros mejores escritores, como Luis Gusmán, Marcelo Cohen o Martín Kohan, entre otros. Observar no solo a los lectores indagando en las mesas con entusiasmo, sino a grandes editores, traductores y escritores participando como lectores, revolviendo y preguntando es una muestra de la consolidación del espacio como hecho cultural en la agenda del libro.
Para el final me reservo el más emocionante de los aprendizajes. Este panorama tan alentador se logra con el trabajo coordinado de una parte del sector que ama lo que hace y no va a quedarse de brazos cruzados. La gran convocatoria no tuvo ningún respaldo más allá del entusiasmo de editores, periodistas y escritores que difundieron por los medios masivos, las redes sociales y los canales más insospechados esta necesidad de encontrarnos con los libros. Todos somos lectores. Un encuentro entre nosotros (quienes sea que se sientan interpelados por ese pronombre) y los libros, sin estridencias.
El autor de la nota es editor, fundador de Ediciones Godot y uno de los organizadores de la Feria de Editores
Víctor Malumian