Félix Díaz, un luchador que no se rinde
Le hierve la cabeza. Por eso moja con agua fría una y otra vez su larga cabellera color ceniza. "Es por las injusticias que sufrimos –dice–, a veces siento que mi cerebro va a estallar".
Vienen de dejarlos sin voz en un año electoral, cortando las amarras de la antena de la FM Qom 89.3, y ahora amanecen sin el cartel que habían logrado instalar sobre la ruta nacional 86, a la altura del kilómetro 1340, en el departamento Pilcomayo, provincia de Formosa: "Comunidad Qom Potae Napocna Navogoh- La Primavera".
En su lugar, una chapa verde indica "Acc. Colonia La Primavera"; volver a nombrarlos con esa palabra, a estas alturas de los acontecimientos, es casi una provocación.
Félix Díaz es uno de esos líderes naturales que nacen a la historia muy de tanto en tanto. No sabe su edad; cree que tiene 62 o 64 años, aunque el Registro Civil ambulante que recorría las comunidades durante la dictadura lo inscribiera en la clase 1959, un 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. También le impusieron un nombre en castellano. No sabe cómo les hubiera gustado a sus padres llamarlo. "No tuve oportunidad de preguntarles", ironiza. Ambos fallecieron, presumiblemente de tuberculosis, cuando el menor de los siete hermanos daba sus primeros pasos. Por suerte el monte lo adoptó.
Cara redonda, mirada de cazador, boca de hablar pausado, que no calla. Es alto. La última vez que midieron su estatura fue en la conscripción. Luego de documentarlos, durante la amnistía de 1976, los alistaron a él y a su hermano, unos 20 años mayor, en el servicio militar obligatorio. "Yo no sabía hablar castellano ni sabía lo que era un plato, un cuchillo, un tenedor, porque nosotros comíamos directamente con las manos", recuerda.
Siempre le gustó el deporte. Fue, con gran orgullo, arquero del equipo de fútbol de la comunidad e integró, junto a otros soldados, la comitiva que custodió a la Selección Argentina, durante el Mundial 78, en aquel polémico partido contra Perú, en la cancha de Rosario Central. Solo que ellos, los conscriptos, debían mantener la mirada fija en la tribuna, no en el campo de juego.
Intentaron incorporarlo al Ejército, pero vio cosas que no le gustaron y desistió. Cuando le dieron la baja, luego de dos años y medio, salió con su certificado de buena conducta debajo del brazo a buscar patrón. "Me fui al campo, a destroncar, a cosechar, pero nunca conseguí que me pagaran lo suficiente para cubrir las necesidades", dice.
Durante la cosecha de algodón en Loma Tuyuyú, en 1980, se cruzó con Amanda. Y así, sin protocolo, se fueron a vivir juntos. La descendencia no tardó en llegar: Eduardo, luego Andrea y Raúl (que fallecieron tempranamente de muertes evitables), Abelardo, Rolando y Jorgelina. Por esos años, Félix vestía impecable camisa blanca, pantalón negro pinzado y riguroso maletín: en 1989 se había unido al culto mormón.
El nuevo siglo trajo nuevos desafíos. "Yo no estaba aún en la lucha, y me preguntaba: ¿qué buscan los que luchan? ¿por qué la gente se moviliza? Quería saber, y me fui a Formosa capital y me puse a averiguar". Entre el 2000 y el 2009, de la mano de organizaciones sociales, llegó su formación en derecho indígena, y desarrolló una lógica propia de pensamiento y de lucha basada en el diálogo y la comunicación. En 2008 fue elegido Qarashe: líder con el pueblo. Al cacique lo elije el poder político; al Qarashe, la voluntad popular.
La brutal represión del 23 de noviembre de 2010, tras nueve meses de corte de ruta protestando por derechos esenciales, lejos de acallar sus reclamos, los amplió a nivel nacional e internacional. Habían matado al hermano Roberto López. Según algunos testimonios, presumiblemente, lo confundieron con Félix. También quedaron heridos decenas de hombres y mujeres originarias, que en lugar de ser trasladados a un centro de salud fueron encarcelados junto a sus hijos menores de edad. Incendiaron 17 viviendas, entre ellas la de Félix, donde ardieron casetes y manuscritos que registraban la historia viva de la comunidad, junto a sus humildes pertenencias, sus escasas fotografías, el certificado de buena conducta de la colimba y los DNI originarios. "Ahí es donde sale ese indígena de adentro mío, para mostrar al mundo que aquí estamos. Fue lo más duro de toda esta lucha", sostiene.
Los sucesivos acampes, en 2011 y 2015, fueron decisivos para visibilizar demandas históricas que cayeron en una grieta difícil de sortear. Los atropellos a su persona y a su familia no reconocen gobiernos y la impunidad reina antes como ahora, porque su clamor por la tierra arrebatada a los pueblos indígenas aún persiste.
El territorio ancestral es el espacio físico y espiritual dentro del cual se ha desarrollado históricamente la vida y la cultura de cada pueblo. Para nosotros es una fuente de vida, y eso no solo incluye la superficie, sino también el subsuelo, la biósfera y el espacio aéreo. Un pueblo sin territorio es un pueblo ciego que no sabe adonde va. Este concepto es clave para comprender su lucha actual, para entender el espíritu del proyecto de ley de propiedad comunitaria de los territorios indígenas, que ingresó al Congreso de la Nación el 14 de noviembre del año pasado. Treinta y cuatro artículos debatidos por miles de indígenas de todo el país, en multitudinarias asambleas convocadas por el Consejo Consultivo y Participativo de los Pueblos Indígenas de la República Argentina, que preside Félix Díaz desde su creación por Decreto 672/16.
"Soy solo un indígena que busca la autonomía para hacerle cumplir al Estado argentino la Constitución Nacional", dice el Qarashe. Hace referencia al artículo 75 inciso 17, que los reconoce preexistentes y garantiza a los pueblos originarios de nuestro país "la propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan". Artículo que en la modificación de 1994 suplantó al número 67 inciso 15 de 1853, que establecía "proveer a la seguridad de las fronteras; conservar el trato pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al catolicismo".
Félix Díaz viajó por el mundo. Conoció Chiapas, fue a Irlanda, a Nueva York, compartió tiempo con cientos de líderes indígenas de todo el planeta, se entrevistó con el Papa Francisco en busca de una solución al desamparo crónico que padecen las comunidades originarias del continente americano.
"Queremos la jurisdicción indígena dentro del territorio argentino. Administrar los recursos y las instituciones con la autonomía necesaria como para recuperar los valores ancestrales. Que los hermanos dejen de mendigar una bolsita de mercadería cada vez que llegan las elecciones. Porque el indígena no sabe el valor que tiene su documento; entonces lo entrega a cambio de nada. Para eso queremos el DNI de nuestros territorios, para que el poder político partidario nos respete y los derechos humanos nos alcancen", agrega.
Una rodaja de quebracho, sostenida por dos palos, es el improvisado pisón con el cual los hermanos de La Primavera trabajan a toda prisa para volver a levantar la radio. Es fundamental recuperar la palabra para que la comunidad se entere de las gestiones que se llevan a cabo en la gran ciudad, en reclamo de agua potable, salud, educación... Esas son sus preocupaciones; su verdadera alianza es con el mundo indígena, más allá de quien ocupe el sillón de Rivadavia.
Como destacó en su biografía, "la comunicación es una herramienta muy importante en la lucha indígena. Sin la comunicación la lucha es invisible, y cuando es invisible nos morimos y nadie se entera. Porque no se conocen nuestros derechos, no se conoce la cultura indígena, no se sabe lo que nosotros queremos, lo que pensamos. Por eso es importante hablar en los medios, para que la sociedad sepa lo que nos pasa, que nos permitan desarrollarnos y así poder mostrar lo que somos".
Félix sueña con que el Estado argentino aplique y amplíe los derechos concedidos a los pueblos indígenas. Quiere que se sigan discutiendo los que aún faltan analizar. Clama por Memoria, Verdad y Justicia, también para ellos.
La autora es periodista. Publicó Qarashe, biografía del líder indígena Félix Díaz.
Aracely Maldonado