Felicidad, la más adecuada medida del progreso social
El World Happiness Report 2017 se dio a conocer públicamente el 20 de marzo, Día Mundial de la Felicidad, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Asistí invitada por Jeffrey Sachs, Richard Layard y John Helliwell -los tres editores del informe- a integrar el grupo de expertos que participó del lanzamiento y la conferencia donde se analizaron los resultados.
En general observamos que no se presentan cambios sustanciales respecto del panorama de 2016 y que, en rigor, se ratifican tendencias que se vienen registrando desde que este informe sobre felicidad se comenzó a elaborar en 2012.
Una vez más, los países nórdicos europeos se mantienen al tope del ranking y, con pequeñas variaciones, ocupan cinco de los primeros 10 puestos; trece sociedades latinoamericanas figuran en el tercio superior del ranking que incluye 155 naciones y los países del África subsahariana recién comienzan a aparecer en la posición 93º.
En el top ten, figuran Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Finlandia, Holanda, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Suecia. Estos países aparecen regularmente en los primeros lugares y han registrado valores positivos en las seis variables clave detectadas por este informe para explicar las diferencias en los niveles de felicidad de los países: las relaciones sociales (contar con alguien en tiempos difíciles), expectativa de vida saludable, PBI per cápita, libertad para realizar opciones de vida, la generosidad y la percepción de ausencia de corrupción en el gobierno y las empresas.
No se puede ignorar, por otra parte, que estos países que encabezan el listado también figuran al tope de los rankings de democracia, libertades civiles y derechos políticos, transparencia, capital social, desarrollo sustentable y desarrollo humano, libertad de prensa e igualdad de género.
Muy cerca de estos diez primeros, en el puesto 12º, aparece el primer país latinoamericano, Costa Rica. Otros siete se agrupan entre los puestos 20 y 30: Chile 20º, Brasil 22º, Argentina 24º, México 25º, Uruguay 28º, Guatemala 29º y Panamá 30º. Finalmente, Colombia 36º, Trinidad y Tobago 38º, Nicaragua 43º, Ecuador 44º y El Salvador 45º, completan las 13 naciones de la región que figuran en el tercio superior del listado de 155 países.
La contracara está dada por las naciones africanas. Entre el puesto 101 y el 155 del ranking figuran 36 de ellas, desde Sudáfrica (101) a República Centroafricana (155) donde el índice de felicidad no alcanza a 3 puntos en escala de 0 a 10.
Es importante destacar que las naciones latinoamericanas, Argentina incluida, ocupan en el ranking posiciones más altas que algunos países con un nivel de desarrollo muy superior, como Francia 31º, España 34º, Italia 48º o Japón 51º, lo que ratifica que el nivel de ingresos, aunque constituye un elemento importante, no es lo único a tener en cuenta.
En los países de América latina que figuran bien ubicados en el ranking juegan un papel determinante las relaciones sociales. Y a pesar que en la región no existe una acumulación de capital social similar al que se verifica en las naciones más desarrolladas, las relaciones familiares y la confianza en los parientes y amigos compensan esa carencia. La Encuesta Mundial de Valores y los estudios de Voices! nos muestran también que en la región la espiritualidad y religiosidad son altas comparadas internacionalmente y este es otro factor que incide en la felicidad brindando un sentido o propósito de vida.
Por otra parte, distintos estudios sobre el tema detectan que los latinoamericanos tienden a experimentar en su vida diaria emociones positivas en mayor medida que otras regiones o países. Un informe de Gallup del 2015 señaló que cuatro países latinoamericanos (Honduras, Ecuador, Uruguay y Costa Rica) se encuentran entre los 10 primeros del ranking de países donde más se sonríe y destacó que el hecho de que tantas personas hablen de experimentar emociones positivas en América latina refleja, al menos en parte, la tendencia cultural en la región de enfocarse en la parte positiva de la vida.
Otro elemento importante es la satisfacción con el trabajo a la hora de individualizar los factores relacionados con la felicidad.
Un buen ingreso es un factor que incide, pero no es el único ni el más importante. Quienes se sienten más satisfechos tienden a ser aquellos que valoran más los aspectos intrínsecos del trabajo: esto es, hacer algo que a uno le gusta, en el que se puede alcanzar metas, que esté en línea con sus capacidades y que pueda hacerlo bien y que le permita relacionarse con otros. Son más felices quienes se sienten orgullosos de lo que hacen.
Es indispensable que los gobiernos diseñen políticas públicas que tomen en cuenta los aspectos centralmente ligados a la felicidad, tanto los mencionados en el World Happiness Report como los que identificamos por la Encuesta Mundial de Valores: las relaciones familiares y sociales; la salud física y psíquica; la libertad personal; un trabajo como fuente de desarrollo personal, un ingreso digno y la confianza mutua, el sentido de comunidad, integridad y solidaridad.
Trabajar sobre estos factores generando las condiciones para un mayor bienestar y felicidad de los ciudadanos desde la política pública es un camino posible hacia un mundo mejor. Un desarrollo económico que profundice la desigualdad de ingresos, genere desempleo, ponga en peligro el medio ambiente, limite el acceso a la educación o la salud y erosione los lazos sociales o la libertad de los ciudadanos no aumentará la felicidad de las personas. Es por eso que, cada vez en mayor medida y en un creciente número de países, la felicidad es considerada la más adecuada medida del progreso social y la meta final de las políticas públicas.
Presidente de Voices! Autora de La felicidad de las naciones (Sudamericana)