Federico Pinedo, el legado de un estadista
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Hace cincuenta años, el 10 de septiembre de 1971, fallecía Federico Pinedo.
Nació cuando su padre, Federico Pinedo, ejercía la intendencia municipal de la ciudad de Buenos Aires. Fue también ministro de Instrucción Pública y Justicia y legislador nacional; socio en su estudio jurídico de Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña. Es evidente que nació en un hogar en el que la política era parte de la vida cotidiana que seguramente se intercalaba con la historia, ya que su bisabuelo el general Pinedo luchó en el sitio de Montevideo durante la guerra de la independencia y por ascendencia materna otro bisabuelo era Cornelio Saavedra.
Nacer en una familia del patriciado porteño no fue un condicionante para que se afiliara al Partido Socialista, fundado en fechas cercanas a las de su nacimiento por Juan B. Justo. Como explicó en un reportaje poco antes de su muerte, “es que estaba y estoy convencido de que el país necesita grandes reformas”. No era su padre un negado a los cambios, como que pronunció uno de los discursos más encendidos en defensa de la ley de divorcio en 1902, proyecto que no logró su aprobación por escasos dos votos. Fue un contrincante formidable el tucumano Ernesto Padilla.
En la Facultad de Derecho conoció a Antonio Di Tomaso. La amistad entre el hijo del patriciado y el del inmigrante zapatero remendón fue sólida hasta la muerte de quien alcanzó el Ministerio de Agricultura y Ganadería en 1932. Ambos habían fundado el Partido Socialista Independiente, junto a personalidades como Roberto Noble, Andrés Di Tella y Roberto Giusti. Esta escisión del socialismo triunfa en la ciudad de Buenos Aires en 1930, meses antes del derrocamiento de Yrigoyen.
El joven Pinedo viajó a Alemania antes de la Primera Guerra Mundial, y también al poco tiempo de finalizada. Había sido elegido diputado nacional por el socialismo. Fue el diputado más votado gracias al sistema que le permitía al ciudadano establecer sus preferencias en las boletas electorales. En su segundo viaje trabó relación con la dirigencia socialista alemana y los fundadores de la Escuela de Fráncfort. Uno de ellos, Felix Weil, será colaborador suyo en su primera gestión ministerial.
Pinedo, al conocer el inglés, el francés y el alemán, estudiaba a los intelectuales de la Ilustración y los fundadores de la economía política sin necesidad de traducciones. Su versación en temas económicos fue acrecentándose, pero no le eran ajenas las controversias políticas. Polemista temible por su enjundia y manejo del idioma nacional, era hombre de promover acuerdos para resolver los problemas nacionales.
Pinedo integró el Congreso hasta agosto de 1933, cuando se hizo cargo del Ministerio de Hacienda, en pleno desarrollo de la depresión iniciada en octubre de 1929 y que llevó a una enorme disminución del comercio internacional, afectando gravemente a la Argentina por su participación en el mercado externo, seis veces mayor que la actual.
Las reformas instrumentadas por Pinedo revirtieron rápidamente la crisis e iniciaron un ciclo de crecimiento del PBI de casi 15 años, que culminó en 1948. A partir de esa fecha, la economía argentina sufrió un proceso de estancamiento del que solo salió en 1963.
Pinedo promueve reformas monetarias, bancarias, fiscales. Se crea al Banco Central. Se organiza la Dirección General Impositiva, se aprueba el impuesto a la renta y se unifican los impuestos internos, se revalúan las tenencias de oro, se sanea el sistema bancario evitando las quiebras sucedidas en los Estados Unidos que agravaron la crisis del 29. Como coronación de su éxito logra colocar bonos argentinos en pesos en la banca de Londres.
Federico Pinedo unía a su capacidad y formación académica la convicción de integrar cuadros de gobierno con los más capaces, en lugar de hacerlo con los compañeros del colegio, o los amigos de los clubes o los comités. Buscó profesionalizar el Estado al estilo de los países desarrollados de Europa.
Se alejó del ministerio en diciembre de 1935, y en 1940, convocado por Ramón Castillo, regresó al gabinete como titular de la cartera de Hacienda. Anunció un plan de promoción de la industria sobre la base de financiar bienes de capital y ampliar el mercado, promoviendo acuerdos de integración con Brasil y Chile, junto a un programa de viviendas obreras, pues consideraba que las condiciones de las viviendas de las masas populares no están a la altura de los progresos del país. Una frase de su mensaje al Congreso define su pensamiento: “En las masas profundas del pueblo anida una miseria que debe atacarse a fondo”.
Pinedo inicia conversaciones con Marcelo Torcuato de Alvear, jefe del radicalismo, para terminar con el fraude electoral y buscar consensuar políticas de Estado. Entre ellas, la política exterior. Federico Pinedo estaba convencido de que en la guerra había que acercarse al bando aliado y advertía, además, que si bien el Reino Unido saldría triunfante de la guerra, perdería la primacía en el sistema económico mundial ante los Estados Unidos.
Su plan fue aprobado en el Senado, pero no se trató en Diputados. Tanto en el oficialismo como en la oposición prevaleció la intransigencia, en lugar de los acuerdos fecundos para normalizar la vida institucional y acordar una agenda constructiva para el mejoramiento social.
Durante el peronismo publicará artículos en los diarios y libros en los que plantea sus disidencias con el rumbo que toma el país, aunque ante las políticas antiinflacionarias de 1953 alienta ese cambio. También advierte, y lo expresa en una carta al ministro del Interior desde la cárcel, que no se puede negar la legitimidad del gobierno y que la corriente fundada por Perón forma parte de la realidad argentina.
Colabora con éxito con el presidente Frondizi para solucionar el déficit energético que soportaban la ciudad de Buenos Aires y el conurbano. Cuando asume el doctor José María Guido la presidencia, tras el derrocamiento de Frondizi, regresa al Ministerio de Economía. Solo permanece allí unas tres semanas: los jefes militares imponen al presidente Guido el cierre del Congreso y Pinedo renuncia por no estar dispuesto a ser ministro de un gobierno sin Congreso.
Durante la dictadura de Onganía publica un libro, en el que destroza los argumentos del ministro del Interior doctor Borda, que discurseaba sobre la obsolescencia de la Constitución Nacional y las instituciones democráticas.
Pinedo explicó su evolución desde el socialismo a la economía de mercado diciendo que comprobó las mejoras en el nivel de vida de las masas trabajadoras en los países donde imperaban esas ideas. Nos dejó varias lecciones: la necesidad de formarse para la política, conocer el mundo, disposición para los acuerdos, un Estado con cuadros elegidos por su capacidad y no por vínculos familiares o partidistas, y enfrentar los problemas para resolverlos pensando en la próxima generación porque le importaba el rango de la Argentina en el mundo.