Falsos próceres
“Al lado de Alberto Fernández, De la Rúa era Churchill”. (Del diputado Martín Tetaz.)
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Es domingo. Quizás quede algún afortunado que hoy prepare un asado completo para la familia y los amigos. Empieza el tiempo del encuentro, ese que se encamina a celebrar el fin del año, que fue espantoso, con la ilusión de que el próximo sea mejor. ¿Será mejor? Quizá habría que contentarse con que sea igual porque todo siempre puede ser peor. Queda una semana para el Mundial y, salvo el temita de la yerba uruguaya, la única alegría que podría unir a los argentinos sería repetir el éxito de la Copa América, aunque el seleccionado parece una enfermería, más que un equipo de gladiadores del balompié.
Y en el medio, queda una semana de definiciones políticas de kirchneristas, albertistas, peronistas de la primera hora, peronistas que dicen que esto tampoco es peronismo, macristas que desayunan para ponerse de acuerdo, radicales que se sienten empoderados y la izquierda. Casi todos decidieron hacer lo que más les gusta: hablar sobre lo bueno que fue el pasado. Obvio, del pasado en que los políticos la pasaban bien porque estaban en el poder; cuando a los ciudadanos les recuerdan ese tiempo empiezan a hiperventilar de angustia.
Si hay algo que hoy une a los dirigentes políticos es la calificación que les merece Alberto Fernández. Propios y ajenos lo reprueban. Hasta él mismo se ataja. “Nunca quise construir el albertismo”, confesó confirmando que seguirá atado a los designios de Cristina Kirchner. En esa línea, Andrés “el Cuervo” Larroque planteó que en el Gobierno “no hay preocupación central en ganar las elecciones”. Increíble que esté más preocupado por 2023 que por la pobreza en la provincia de Buenos Aires, donde trabaja como ministro de Desarrollo de la Comunidad.
Sin embargo, hay que destacar que pocos políticos tienen la autoestima nostálgica tan alta como el diputado radical Martín Tetaz. “Al lado de Alberto Fernández, De la Rúa era Churchill”, se animó a decir el economista mediático sin que se le ocurra que aquellos efímeros años del radicalismo –la alianza con algunos peronistas como Chacho Álvarez, por ejemplo– también fueron devastadores. Es cierto que no hubo pandemia ni 130.000 muertos, ni fiesta de cumpleaños en Olivos mientras todos estábamos encerrados, ni vacunatorio vip. Pero usar a Churchill para darle un poco de lustre a una presidencia que no terminó en tiempo y forma y hundió a miles de argentinos con la debacle financiera de De la Rúa marca que el desvarío es transversal. Quizá Tetaz podría usarlo como chiste el 28 de diciembre. Nos reiríamos todos.