Fabián Gutiérrez, un hombre común
Así como el ensañamiento del anterior gobierno kirchnerista con Clarín es un remake de la despiadada persecución del primer peronismo al diario La Prensa y como las guerras con el campo -la de 2008 y los incipientes ataques a las silobolsas- renovaron los ánimos antiagrarios de los años cuarenta y cincuenta ejecutados mediante el IAPI, y del mismo modo que el súbito grito épico contra Vicentin recordaba hace poco la estruendosa expropiación de Bemberg de 1954, Fabián Gutiérrez no es el primer ex secretario privado de un presidente peronista que se hace rico de la noche a la mañana y que un día aparece muerto y sacude a la política nacional.
Es llamativo cómo tantas cosas diversas se repiten en el peronismo, quién sabe si por principios inoxidables, razones esotéricas, espíritu consecuente, pulsión justiciera, obsesión, maleficio, casualidad, acaso el eterno retorno de Nietzsche o todo junto.
El primer ex secretario presidencial cuya muerte rodeada de sospechas resultó escandalosa fue Juan Duarte, a la sazón hermano de Evita (quien había fallecido ocho meses antes). El cuerpo de Duarte con un balazo en la cabeza fue descubierto en la mañana del 9 de abril de 1953, tres días después de que renunciara como secretario privado del presidente Perón. Oficialmente se suicidó, pero la madre y las hermanas no compartían la opinión oficial. En el velorio gritaban que había sido asesinado.
Joseph Page, en su magnífica biografía de Perón, escrita por cierto varias décadas antes de que se hallara muerto al fiscal Nisman en Puerto Madero, dice que "en el Barrio Norte, donde la ironía era uno de los pocos placeres que los peronistas habían sido incapaces de suprimir, la broma favorita era: "Todo el mundo sabe que (Juan Duarte) se suicidó, pero nadie sabe quién lo hizo". Aunque la Revolución Libertadora exhumó los restos de Duarte y concluyó que había sido asesinado, nunca se pudo dilucidar el misterio mediante una investigación seria, despolitizada, imparcial.
En todo caso, en las muertes de ambos ex secretarios privados presidenciales, separadas por 67 años, hay dos puntos de contacto inequívocos. Uno es la corrupción. Al lado de Perón y al lado de Cristina Kirchner, al multiplicar sideralmente sus patrimonios los dos empleados públicos demostraron que, bajo ciertas condiciones, en ese puesto es posible hacerse millonario. Algo que certificó aún con mayor contundencia Daniel Muñoz, otro secretario privado de la presidenta Cristina Kirchner, fallecido en 2016 de cáncer, quien le dejó a su viuda una fortuna superior a los 70 millones de dólares. Duarte y Gutiérrez estaban siendo acusados al momento de aparecer muertos por delitos de corrupción. Gutiérrez, como se recordó en estos días, había declarado como arrepentido en la causa de los cuadernos, donde involucró de manera muy grave a su jefa. Sobre Duarte pesaban infinitas sospechas, aunque él no llegó a declarar: tenía que hacerlo la mañana que apareció su cadáver.
Al lado de Perón y al lado de Cristina Kirchner, al multiplicar sideralmente sus patrimonios los dos empleados públicos demostraron que, bajo ciertas condiciones, en ese puesto es posible hacerse millonario
El segundo aspecto común se refiere a las fuertes reacciones sociales y políticas generadas por ambos sucesos. En 1953 fue un escándalo. El peronismo gobernante hizo todo lo posible por presentar la muerte de "Juancito" como una consecuencia de la vida prostibularia que efectivamente llevaba. "Una puta más y te volvés a la Argentina", se cuenta que le había advertido en España su hermana Evita en 1947, alertada por el canciller de Franco, el anfitrión, de ciertos desórdenes protocolares en la comitiva argentina.
Perón mismo explicaría más tarde que su cuñado y secretario había contraído sífilis y que la certeza de que esa enfermedad era incurable lo había llevado a quitarse la vida. Obviamente, un asunto privado. Nada tenía que ver la política. Ni autopsia hubo. De la caída en desgracia por la ausencia de su hermana, de la corrupción, de los incontables negocios turbios relacionados con permisos oficiales y con la comercialización de carne, por entonces escasa, no se habló más. Mucho menos de otras andanzas de Duarte nunca probadas aunque siempre repetidas, como el viaje que hiciera a Europa junto a Héctor Cámpora para tomar posesión de cuentas en Suiza.
El gobierno peronista actual sugiere análogamente que la muerte de Gutiérrez es consecuencia de una fatalidad vulgar, sin connotación política, al contrario de lo que dice la oposición, dividida por este caso en una línea muy hostil y otra más templada. Acicateados por el comunicado opositor que difundió el sábado la línea hostil bajo el título sísmico "Un crimen de extrema gravedad institucional", Alberto Fernández y Cristina Kirchner compartieron entre sí la cima de su escala de indignación. El presidente, con su propia voz, opinó que vincular la muerte de Gutiérrez con la causa de los cuadernos era "miserable" y "canallesco". La vicepresidenta, en cambio, no habló; se expresó a través de un comunicado del Instituto Patria. "La falta de respeto al dolor de una familia y el uso político de tan lamentable suceso ponen de manifiesto una vez más su absoluto desprecio por la vida democrática", dice el texto, que también habla de "absoluta miserabilidad". Aunque en el final superó la medida de Fernández. Según ella, Juntos por el Cambio sobrepasó "todos los límites de la dignidad humana".
Cristina Kirchner, quien en su momento organizó la larga campaña de endoso a Mauricio Macri de la muerte del joven Santiago Maldonado, se estaba refiriendo a muertes en contexto de violencia, ya que para muertes naturales vino siguiendo otra tabla: cuando la muerte es producto de una enfermedad al parecer cabría la politización. De la muerte de Héctor Timerman, quien fuera su canciller, en su momento hizo responsables a las organizaciones de la comunidad judía. Para Claudio Bonadio, el juez que la procesó en siete causas, el diagnóstico fue que lo había matado su propio odio. Esto último lo expresó a través de su abogado defensor, Gregorio Dalbón, quien agregó que al juez "la muerte le sienta bien". Graciana Peñafort, también abogada defensora y funcionaria a la vez, usa la expresión "necropolítica", pero se refiere al PRO.
No por esto merece justificarse, desde luego, el apresuramiento de hablar de "gravedad institucional" en el caso Gutiérrez. ¿Pero cómo abordarlo?
Uno de los diarios más importantes del mundo, The Times, de Londres, fundado en 1785, publicó el domingo, precisamente, esta noticia sobre nuestro país: "Argentina aide Fabian Gutierrez who testified against Kirchner is found murderer" (El asistente argentino Fabián Gutiérrez quien testificó contra Kirchner fue encontrado muerto). Tal vez Cristina Kirchner quiera explicarle al Times que la noticia está mal titulada. Ella enseñaría que el título debía decir algo así como "en un robo común un tal Gutiérrez fue asesinado", aunque sería más esperable que le espetara al diario londinense un rótulo descalificador, su pertenencia a los medios hegemónicos.
Desde lejos las cosas se ven así. Probablemente a nosotros nos pasaría algo similar si justo fueran a robarle en un país europeo a alguien que había estado en las primeras planas como denunciante de un jefe de Estado al que servía, llevándole bolsos a su casa con la "recaudación", según declaró ante el juez, y aparece colgado debajo de un puente. Agréguese a esta hipotética equivalencia que la fiscal que investigue el hecho "común" sea la sobrina del jefe de Estado en cuestión.
Gutiérrez era un arrepentido en la causa judicial por corrupción más importante de la historia argentina, y a la vez -falencia bien argentina- carecía del status de protegido
¿Cómo debería catalogarse en verdad el hecho? ¿De qué modo se lo despoja de connotaciones políticas cuando tanto la víctima como los sentimientos que presuntamente habría generado está en los victimarios, el escenario del crimen y el dinero en cuestión las tienen de manera ostensible? Gutiérrez era un arrepentido en la causa judicial por corrupción más importante de la historia argentina, y a la vez -falencia bien argentina- carecía del status de protegido. Ni el contexto ni los antecedentes históricos ayudan a describirlo como un vecino con mala suerte.
Según Gutiérrez, quienes se encargaban de la "recaudación" para los Kirchner eran Ricardo Jaime y José López. Hay que recordar que al enterarse (sic) de que López era corrupto, Cristina Kirchner lloró en televisión (es la famosa escena en la que le pidió a Luis Novaresio que le alcanzara un vaso con agua), pero Gutiérrez mismo, que no arrojó bolsos en un convento sino que describió los bolsos que les llevaban a los Kirchner, no llegó a sensibilizarla. Hasta ahora, cuando la oposición sobrepasó "todos los límites de la dignidad humana".