Eusebio Soto, el criado del general San Martín
Al poco tiempo de llegar a Lima, San Martín nota que un niño lo sigue a todas partes cuando sale de la Casa de Gobierno. Solo hace eso, no le habla. Un domingo que el Libertador caminaba por la ciudad lo interrogó: “¿Por qué me sigues?”. Eusebio le contestó: “Deseo servirle”. Ordenó que lo hicieran pasar a su casa y le encargó que lustrara sus botas. Fue muy eficiente. De a poco le sumó tareas, como preparar su mate, café y aprestar sus uniformes. De la conversación diaria supo que era huérfano. Eusebio contaba en enero de 1821 con entre 11 y 13 años. Era de tez morena, de una regular estatura y muy callado. Finalmente lo tomó como su criado.
Cuando el Libertador parte del Perú a Chile, el 21 de septiembre de 1822, Eusebio se embarca con él. A partir de allí permanecerá junto al General hasta su paso a la inmortalidad. Lo acompañará por Santiago de Chile, Mendoza y Buenos Aires. El 10 de febrero de 1824, en la Bayonnais, lo hará a Londres. En agosto de 1824 viajará junto al Libertador a Banf, Escocia, a visitar al conde Fife MacDuff. A fines de diciembre de 1824 se mudarán a Bruselas. Eusebio asumía cada día más responsabilidades. El General lo trataba con mucho cariño y le enseñaba matemática. Aprendió rápidamente a hablar francés y lo hacía de corrido. En menor medida inglés. Cabalgaba junto al General por los bosques de Bruselas.
A fines de diciembre de 1828 se embarcó junto al Liberador para regresar a Mendoza. Desistió de desembarcar en Buenos Aires por las luchas internas del país. Lo hicieron en Montevideo, Uruguay. Meses después, en junio de 1829, regresaron a Bruselas. Eusebio fue la única compañía en ese largo y frustrado viaje de regreso a la patria. En Inglaterra, en un carruaje camino a Londres, se produce un accidente. San Martín cae sobre una de las puertas que tenía vidrios y sufre una profunda herida en su brazo izquierdo. Eusebio le realiza las primeras curaciones eficientemente. A fines de 1830 dejan Bruselas y se instalan en la bella París. Eusebio ya era parte de la familia. Luego de la boda de Merceditas con Mariano Balcarce en diciembre de 1832, la pareja viaja a Buenos Aires, y él se queda junto al General.
Con la aparición de Alejandro Aguado (uno de los mejores amigos del general), se inician los viajes a Évry, localidad distante 25 km de París, donde Aguado tenía su chateau, “le Petit-Bourg”. Concurría también Eusebio y gracias a eso conoció a quien sería su mujer y madre de sus cuatro hijos, Lorenza Bustos, española y empleada de Aguado. Con la adquisición de la nueva casa de Grand Bourg, Eusebio se ocupaba de todos los detalles y la administración. Años después a principio de 1839, Eusebio viaja a Buenos Aires, para acompañar al hermano de Mariano Balcarce, Florencio, que estaba muy enfermo; regresa a Francia el mismo año.
Acompañó al Libertador en todos sus viajes, que fueron muchos, lo que le daba tranquilidad a su hija Mercedes. En un viaje a Italia, coincidiendo con su amigo Gervasio Posadas y su esposa, en el hotel Minerva, que aún existe, sucede un episodio peculiar. Estando el matrimonio en su habitación sienten fuertes golpes que sacudieron la puerta. Al abrirla, Posadas se encuentra a Eusebio con la cara desencajada, al tiempo que le dice que el General había fallecido. De inmediato, Gervasio Posadas corre a la habitación de San Martín y lo encuentra tirado, inmóvil. Inmediatamente le aplica un remedio que le alcanza Soto, y a los pocos minutos, ante la sorpresa de ambos, San Martín se recupera. Finalmente Eusebio acompañó a la familia a Boulogne Sur Mer, “última parada del Libertador”. Fue un golpe durísimo la partida del general. Posteriormente se instaló en París, siguiendo al servicio de la familia Balcarce y educando a sus cuatro hijos junto a Lorenza, su amada esposa.
En 1870, en la guerra Franco Prusiana, muere su hijo mayor. Con el gran dolor que le produce su muerte, pide incorporarse al ejercito francés en reemplazo de él, ofrendando su vida al igual que su hijo en combate por el país que los albergó. Tenía 58 años. Esta es sintéticamente la historia del leal sirviente de San Martín. Su devoción, franqueza, nobleza y amistad fueron las características de esa impensada relación de 26 años. Soto fue quien más vivió junto al Libertador; hombre cabal, de principios sanmartinianos, que debería ocupar un lugar destacado en nuestra historia. Poco se conoce de él y su vida ejemplar de lealtad absoluta. Como expresó el General: “No esperemos recompensas de nuestras fatigas y desvelos.”.
General (R)