Europa se cierra a los refugiados sirios
El conflicto armado de Siria, que en dos años dejó más de 100.000 muertos y que ya se ha convertido en la mayor tragedia en lo que va de este siglo, ha puesto en evidencia un enorme fracaso de la comunidad internacional. De acuerdo con cifras de diciembre pasado, 2.300.000 personas huyeron del país, en lo que constituye una catástrofe humanitaria devastadora. Desde el genocidio de Ruanda, hace casi 20 años, no se había visto una salida masiva de refugiados como ésta, según dijo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Llamativamente, la comunidad internacional no reacciona ante semejante sufrimiento humano. Las Naciones Unidas realizaron en julio un llamamiento humanitario destinado a juntar 3000 millones de dólares para financiar a las agencias y organizaciones que asisten a los refugiados de Siria, pero durante 2013 no se recaudó ni el 50% de esa cifra. Tal vez el dato más desolador no es ése, sino que el mundo hasta ahora ha ofrecido solamente 15.244 plazas de reubicación temporal o permanente para los sirios que se han visto obligados a dejar su país y han perdido todo. Más de la mitad de ellos son menores de edad.
El 97% de los refugiados sirios está actualmente en cinco países vecinos: el Líbano, Jordania, Turquía, Irak y Egipto. En el Líbano, los refugiados sirios son hoy el 19% de la población del país y en Jordania, el 9%. En estos dos países, especialmente, los sirios viven en pésimas condiciones en campos de refugiados saturados, y ejercen una enorme presión sobre las limitadas infraestructuras de servicios. El Banco Mundial pronostica que en el Líbano aumentará este año la pobreza y la desocupación debido al creciente número de refugiados sirios que alberga el país, que ya llegarían al millón de personas.
Mientras empeoran las condiciones de vida de los refugiados en esos países, y la capacidad de estas naciones para seguir recibiendo nuevos desplazados se satura, cada vez son más los que intentan llegar a Europa con la esperanza de reconstruir sus vidas. Sin embargo, las políticas y las prácticas de los líderes europeos, destinadas a cerrar sus fronteras, están profundizando aun más la catástrofe.
Como se ha vuelto prácticamente imposible el ingreso legal a Europa, miles de sirios, en su desesperación, emprenden viajes penosos. Algunos van en barco hacia Italia desde Libia o Egipto y muchos, como se sabe, han muerto durante las travesías. Otros, desde Turquía, intentan ingresar por tierra a Grecia o a Bulgaria, países donde Amnistía Internacional comprobó que reciben un trato cruel, inhumano y degradante. Son detenidos durante semanas en condiciones inapropiadas o incluso devueltos a su lugar de origen.
En la ciudad búlgara de Harmanli, a 30 kilómetros de la frontera turca, cientos de refugiados sirios viven en carpas, contenedores y en un edificio en ruinas. Las autoridades búlgaras dicen que es la única solución que pueden ofrecer. Entre 2011 y 2013, la Comisión Europea entregó a Grecia más de 227 millones de euros para que refuerce sus fronteras y sólo 12 millones para asistir a los refugiados. Los esfuerzos de Grecia por sellar sus fronteras para refugiados y migrantes han incluido hasta la construcción de una valla de más de 10 kilómetros a lo largo de la frontera terrestre con Turquía.
De los países europeos, Alemania ha sido el más generoso, ya que ofreció recibir a 10.000 refugiados. Francia ofreció apenas 500 lugares y España, 30. Otros 18 países miembros de la Unión Europea, incluyendo al Reino Unido e Italia, no ofrecieron lugares en absoluto.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, y sobre las cenizas de Europa, el mundo se convenció de que era necesario proteger en el futuro a quienes sufrieran en sus países la guerra y la persecución. Así nació, con el liderazgo de los estados europeos, el sistema internacional de protección de refugiados que conocemos hoy. Por eso es especialmente cuestionable la actitud de los líderes europeos que vienen alentado en los últimos años la xenofobia y el racismo, de manera expresa o tácita. La terrible tragedia siria debe servir para que Europa reaccione, haga memoria y recupere para el mundo la noción de que todos los seres humanos, por su sola condición de tales y sin importar donde hayan nacido, merecen protección y tienen derecho a un futuro.
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