Etiquetado frontal: el consenso como solución para todos
La industria siempre apoyó la implementación de un sistema de etiquetado frontal en los alimentos y bebidas que se comercializan en el país. Sin embargo, desde el inicio del debate sobre el tema, advirtió una serie de inconsistencias en el proyecto que entendíamos necesitaban una revisión. Por ejemplo, alimentos que están dentro de los grupos recomendados por las guías alimentarias para la población argentina, sin agregado de “nutrientes críticos”, llevarán sello de advertencia. ¿Cómo es posible que en un tema que tiene a la industria como protagonista, su palabra haya sido subestimada?
Infinidad de veces se condenó públicamente a la industria por hacer lobby, catalogándola como una práctica exclusiva del empresariado. ¿Cuál es el inconveniente en querer conciliar el mejor modelo de etiquetado posible y hacer escuchar a uno de los sectores más importantes del país? Esto difiere totalmente del lobby realizado a través de campañas y falsas acusaciones que catalogan a los alimentos como veneno.
De convertirse en ley esta propuesta no generará un beneficio al consumidor, sino que suma confusión sin brindar más información: el 90% de los productos podrían llevar sellos de advertencia, incluyendo aquellos con muy bajo contenido del nutriente crítico que calificarán igual que otros con alto contenido.
Asimismo, hemos resaltado la necesidad de involucrar al Poder Ejecutivo en el debate, ya que éste, a través de la Conal, está trabajado una propuesta que contempla el consenso entre las provincias de nuestro Estado federal y – además - presenta claros avances en materia de coherencia en el ámbito del Mercosur, un punto fundamental para la industria a los efectos del intercambio comercial y de las negociaciones internacionales en curso. Parece ilógico que tanto el gobierno nacional como la industria defendamos el Mercosur y lo consideremos el ámbito adecuado para la armonización normativa y, contrario a ello, se resuelvan de manera unilateral cuestiones estratégicas para la integración productiva y la proyección de nuestros mercados.
Nos preguntamos entonces por qué razón, en un país líder en la producción de alimentos y bebidas, se omiten por completo las contribuciones y experiencias internacionales del sector productivo que mayor impacto tiene en términos de producto bruto industrial, empleo formal y registrado, así como en materia de exportación de productos con valor agregado, subestimando de esta manera la capacidad de nuestra propia industria. Querer ser partícipe del debate que puede cambiar la esencia de la industria, no es estar en contra, es abogar legítimamente por la visión empresaria sobre el tema.
El debate de este proyecto revela las diferencias y la intención de avanzar aún sin consenso.
Esto también se debe a que la elaboración de este proyecto está basada en la experiencia de otros países que no solo no han podido demostrar una real reducción en los índices de obesidad y por consecuencia, un impacto favorable en la salud de la población, sino que además, estas iniciativas regionales representan serias limitaciones y han sido objetadas por vulnerar tratados de libre comercio, como el caso de Chile y México.
Reiteramos, ¿a qué costo se seguirá dejando fuera del debate la mirada del sector productivo? ¿Qué tipo de política pública se construye sobre la base de una conversación sin diálogo, sin un genuino intercambio entre sectores con una mirada de largo plazo? La industria ya lo ha advertido: este no puede ser un debate ideológico sino técnico y con una visión que concilie objetivos comunes. Lo contrario implicará que nuestro país, productor de materia prima, capaz de industrializarla, convertirla en alimento para la mesa de los argentinos y exportarla, termine afectando su propia esencia.
El gran perdedor es el consumidor, quien lejos de ganar nueva información que lo empodere para su decisión de compra, seguirá rehén de un entorno que no puede ofrecer respuestas efectivas.
El diálogo y los consensos que este proyecto de ley requiere, considerando las diferencias claras entre los distintos dictámenes, es la única vía para lograr propuestas superadoras y principalmente para responsabilizar a cada uno de los actores, aspirando a un trabajo conjunto con visión a largo plazo para un futuro mejor.
Por ello, no compartimos la definición de avanzar con la sanción de la ley de “Promoción de la Alimentación Saludable”. No por la naturaleza de la norma, la cual siempre consideramos que posee intenciones válidas, sino porque la solución propiciada no responde a los fines que la misma debería tener.
Siempre dispuestos al diálogo y a la construcción colectiva, acá estamos: la industria de alimentos y bebidas de la Argentina.
Presidente de Copal