Etica periodística, un debate necesario
WASHINGTON- Las declaraciones de la presidenta Fernández de Kirchner sobre la ética periodística y la cuestión de conflictos de interés colocan temas importantes en el debate público. Desde una perspectiva que privilegie la transparencia, es deseable que tanto el periodismo como la política revelen sus vínculos con diversos intereses. Las responsabilidades son diferentes, sin embargo, en tanto la política compete al manejo de la cosa pública y es costeada por fondos públicos. A diferencia de los otros tres poderes, el "cuarto poder" no es financiado públicamente, excepto medios estatales y privados que reciben dinero del Estado.
El tema de la ética elude soluciones fáciles dadas las particularidades del periodismo, ya que no es una ocupación "independiente" en el sentido que se entienden las profesiones clásicas. A nivel mundial existe una tensión entre la aspiración de una ética común del periodismo y la situación laboral de los periodistas en diferentes empresas de prensa. Ni siquiera la colegiación o el credencialismo resuelven la complejidad de la ética periodística.
Mas allá de amplias diferencias sobre los principios éticos que deben orientar el trabajo, hay amplio consenso en que la regulación del periodismo en democracia no le compete al Estado. Es una cuestión de autorregulación de la que participan propietarios, periodistas y ciudadanos. Los numerosos códigos existentes no fueron producto de leyes ni son aplicados por gobiernos. Tales prácticas contradicen principios constitucionales y leyes internacionales que limitan el rol del Estado en materia de libertad de expresión. Aunque el Estado regula varios aspectos de los sistemas de medios (desde la propiedad hasta el financiamiento), legislar, vigilar y castigar el cumplimiento de códigos fácilmente se convierte en censura oficial. Este terreno es políticamente resbaladizo y es motivo de frustración de muchos políticos, aun cuando acertadamente critiquen la opacidad del periodismo y de la prensa.
¿Por qué existen los códigos de ética? Surgieron históricamente como producto de dos tradiciones de autorregulación de la prensa. La tradición profesional corresponde a las acciones de sindicatos y agrupaciones de periodistas para definir reglas comunes; la tradición privada expresa el interés de organizaciones empresariales. Las motivaciones fueron diferentes. Para el periodismo, establecer códigos fue una estrategia para incrementar prestigio social y apuntalar su autonomía frente a gobiernos y dueños. Para los empresarios, los objetivos fueron controlar la calidad del trabajo de las redacciones y responder frente a amagos de intervención oficial.
Dependiendo del país, los cuerpos regulatorios son asociaciones profesionales y/o consejos de prensa. En algunos países, como Grecia e Italia, la regulación es tarea de periodistas por medio de sindicatos u organizaciones específicas; en otros, como Alemania, Bélgica y Holanda, varios actores, desde la industria hasta ciudadanos, participaron en la redacción de códigos y atienden reclamos. Si bien proveen acciones concretas en respuesta a infracciones (desde multas a despidos), estas asociaciones no tienen peso legal. Como miembros de tales organizaciones, las empresas y el periodismo adhieren voluntariamente.
Así como los mandamientos bíblicos no impiden transgresiones cotidianas, los códigos de ética no necesariamente resultan en prácticas respetuosas de sus recomendaciones. Tanto en viejas y nuevas democracias, los códigos son voluntarios. Porque carecen de fuerza legal, son invisibles hasta el punto que suelen ser desconocidos por la mayoría de los periodistas. Tampoco es un asunto del que los políticos suelen estar al tanto. El Foro de Periodismo Argentino (Fopea) y algunos medios privados elaboraron códigos que, desafortunadamente, no son ampliamente conocidos. Después del escándalo del hackeo masivo de teléfonos por parte del News of the World, el primer ministro británico David Cameron cometió la gaffe de recomendar la existencia de un tipo de ente regulador independiente de la prensa, ignorando la existencia de códigos del Sindicato Nacional de Periodistas y de la Comisión de Quejas contra la Prensa.
El desconocimiento refleja el problema de que los códigos no impiden que, incluso los medios más respetados del mundo, cometan transgresiones burdas o frecuentes derrapes éticos. La implementación queda a criterio de las empresas periodísticas. Son normas sin dientes, ya que no obligan a su cumplimiento. Suelen ser declaraciones de principios más que referencia obligada o regulaciones imprescindibles para el trabajo cotidiano.
El debate sobre la ética periodística es particularmente necesario en las condiciones de fragmentación y polarización del periodismo argentino. No pueden existir códigos de ética sin que el periodismo tenga coincidencias mínimas sobre buenas prácticas o sin empresas de medios (ya sean públicas, privadas y comunitarias) comprometidas con valores comunes. La voz del periodismo como actor colectivo es fundamental para acordar e implementar principios comunes que contribuyan a la transparencia de la prensa.
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