“Estuve preso y me viniste a ver” (Mateo 25, 36)
Tuve la gracia de poder visitar a los fieles detenidos que, también son parte de los que me han sido confiados, para el cuidado y atención pastoral. Podría decir que son los pobres de nuestro obispado, porque son ocultados, silenciados y- más de una vez- maltratados e incluso olvidados.
En una sociedad muy diversa, hay una parte- con cierto poder mediático y en sintonía con una mirada ideológica sesgada- que da la clara impresión de haber “perdido un poco el corazón, o tener el corazón frío o muerto”, carente de humanidad. Por eso es por lo que deseo elevar una invitación para ahondar o recuperar el corazón de carne, que lata con una gran empatía, con misericordia y con gran fraternidad. No puedo olvidar las enseñanzas de nuestro Santo Cura argentino, José Gabriel del Rosario Brochero, que decía: “a más reos, más misericordia”. En muchas prácticas parece que hacemos muy lo contrario.
Luego de la celebración de la Eucaristía- lo he escuchado y han podido compartir con una actitud de humildad y verdad, todo lo que han vivido y están viviendo. A mucho de esto lo viven como un “fusilamiento biológico”, según la imagen que trasmitía uno de ellos y que fue aprobado por los demás y traduciéndolo al lenguaje del papa Francisco sería como él dice: “una pena de muerte encubierta”.
En ese diálogo pedían nada menos que se cumpla la ley. No ser exceptuados de nada, ni indultados, sino simplemente que se cumpla la ley. Muchos de ellos llevan más de 15, 16, 20 años de prisión preventiva [ahí las imágenes de “fusilamiento biológico y pena de muerte encubierta]. Prisiones así, son injustas. Por eso también me sumo a ese pedido de que se cumpla la ley también para ellos.
Para el Año Jubilar que vamos a vivir, desde el próximo 24 de diciembre, el papa Francisco en “Spes non confundit”- Bula de convocación del Jubileo ordinario del año 2025- nos incentiva también:
“Que en cada rincón de la tierra, los creyentes, especialmente los pastores, se hagan intérpretes de tales peticiones, formando una sola voz que reclame con valentía condiciones dignas para los reclusos, respetos a los derechos humanos y sobre todo la abolición de la pena de muerte”. (N°10))
Quiere ser esto una voz, voz de voces silenciadas, calladas, desprestigiadas. Surge de la entraña del evangelio la identificación de Jesús con el preso (y preso sin adjetivos, nada específica el autor sagrado de cómo “debe ser” el preso para que sea visitado, preso “sin glosa ni exégesis” a decir del papa Francisco). Preso al que se deben respetar sus más derechos elementales.
Que el próximo Jubileo, Año Santo, nos anime a una mirada humana y solidaria para vivir en fraternidad, y nos despoje a todos, de todo odio y sed de venganza que, de veras “mata el alma y la envenena”. ¿Será mucho pensar, imaginar o desear una Navidad distinta para estos hermanos ya mayores, con penas cumplidas o actos realizados muy jóvenes en contextos y leyes tan diversas? Quiera Dios que Nunca Más transitemos la violencia de ningún lado, y que el norte siempre sea la justicia.
Obispo Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad de la República Argentina