Estrategias para la inclusión
La sociedad contemporánea está atravesando un cambio muy profundo y como en todas estas situaciones, coexiste la crisis, la ineficacia y la decadencia de las instituciones, y los usos ya instituidos con la emergencia de nuevas posibilidades cargadas de promesas para el futuro.
Para nadie es novedad que los dos principales canales de incorporación de la población al intercambio social de la etapa industrial del capitalismo fueron y son (porque aún estamos en el medio del río) el empleo asalariado y la escuela. Ambas instituciones están hoy mostrando su incapacidad de cumplir con esta función. Para decirlo de un modo simple y a la vez brutal, la educación no logra retener a los alumnos y tampoco darles la formación que necesitan para una sociedad que está abandonando una etapa de producción con preeminencia industrial y avanzando a una altamente tecnificada y centrada en los servicios con conocimiento incorporado. Al mismo tiempo, los trabajos tradicionales escasean para todos y especialmente para los jóvenes, y las empresas con alta tecnología incorporada no tienen mano de obra disponible. En este desencuentro se generan los ni-ni (los que no estudian ni trabajan) que expresan los límites de la escuela y el mercado de trabajo en este momento de transición.
A su vez, la crisis genera una enorme oportunidad para la reconstitución de un vínculo virtuoso entre cambio educativo y fortalecimiento de un mercado de trabajo asociado a la producción de servicios con incorporación de conocimiento.
En la Argentina, estamos realizando con éxito experiencias de incorporación de jóvenes de sectores populares a la producción de diseño e imágenes, una industria en desarrollo en el país y con muchas posibilidades futuras. Lo hace Campanella asociado a la Cooperativa La Juanita.
Una empresa de software, Arbusta, se inició del mismo modo y hoy tiene presencia en las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Montevideo y Medellín, siempre incorporando a una actividad de punta a jóvenes de sectores populares. La competencia por la mano de obra entre empresas de este tipo es muy alta porque faltan recursos formados. Arbusta debe cuidar, como todos, a sus buenos empleados para que no sean tentados por la competencia.
De modo que aquí tenemos una realidad llena de posibilidades, necesitamos cabezas que las vean y las concreten en oportunidades para los jóvenes que ya no pueden con la obsolescencia de la escuela y el mercado tradicional.
Si no somos capaces de advertir lo emergente, solo veremos lo que no encaja o no funciona, y eso lleva a conceptualizar ese fenómeno como una patología a atender para disminuir el riesgo que proyecta sobre el orden social. Si seguimos creyendo que las respuestas a los problemas de hoy están en el pasado, no seremos capaces de recrear la experiencia de Arbusta o del galpón de diseño, invitar a los que se cayeron del sistema a reencontrarse con él a través de la disciplina que le pueden inculcar las fuerzas de seguridad. De este modo conseguiremos mantener en movimiento la antigua dinámica de producción de la desigualdad social, que estipula que algunos disfruten de los beneficios del progreso mientras otros cuidan sus fronteras.
Investigadora de Flacso, miembro del Club Político Argentino