Estado y mercado, ambos necesarios
En los debates sobre el futuro de la Argentina se plantea la disyuntiva entre más mercado o más Estado, como si tuviera algún sentido. Lo peor es que a un lado y otro del espectro político parecería aceptarse la validez de esa alternativa como si ambos términos fueran los platos de una balanza, que cuando sube de un lado, baja del otro. Con asombrosa frecuencia se comparte el equívoco de que uno es el sustituto del otro.
Desde la izquierda se considera que el Estado debe sustituir al mercado, dictando el precio de los bienes y servicios y, lo que es peor, la cantidad y ocasión en que deben ser ofrecidos. La subvención de la oferta termina por favorecer a empresas prebendarias en medio de la escasez y el mercado negro. Llevado al extremo, como ha sido ensayado en los países de la órbita soviética, termina en el racionamiento y en un dirigismo que conduce, más temprano que tarde, a dictaminar desde el Estado las necesidades de las personas.
Desde la derecha se considera que más mercado consiste en eliminar las regulaciones hasta un extremo que permita la máxima libertad de los agentes, confiando en la virtud de una mano invisible que hará derramar, más tarde que temprano, los frutos de una mayor actividad económica. Esa libertad sin regulación termina frecuentemente en la concentración económica, el lobby de grupos de interés que actúan en su propio favor, grupos empresarios cartelizados o monopolios que abusan de su posición dominante, destruyendo la competencia y las posibilidades de emergencia de nuevos competidores.
En boca de divulgadores y debatidores mediáticos a uno y otro lado pareciera dominar esa visión de "mercado versus Estado", como si fueran dos factores contrapuestos.
La difusión popular de esta noción no conduce a nada bueno, pero todavía más desastroso es su predominio entre quienes deben afrontar la tarea de gobierno. Porque el mercado existe precisamente porque que hay Estado, y no lo contrario. Lo natural es la existencia de mafias y carteles, de minorías que abusan de un poder dominante para obtener beneficios de una mayoría indefensa. Es el Estado el que ofrecer las garantías necesarias para ejercer la libertad de trabajar, la libre circulación y la protección de los bienes. Y es el que establece las condiciones para que la oferta y la demanda racionalicen, mediante el precio, la disponibilidad de los bienes y servicios. Es el Estado el que, mediante regulaciones antimonopólicas, debe asegurar la transparencia y la libre competencia.
En las sociedades modernas con mercados desarrollados, el Estado debe regular los mercados de acciones y valores, los mercados secundarios, como también la calidad de productos y servicios cuya vigilancia ejerce a través de las agencias de salubridad, alimentos, fármacos, comunicaciones y multitud de asuntos que requieren de la vigilancia pública. Incluso en las políticas anticíclicas, los mercados a futuro y de seguros, que estabilizan los precios agrícolas o de otras producciones variables.
Pero no tendremos un mejor Estado con menos mercado ni un mejor mercado con menos Estado. El siglo XX ha dado suficientes pruebas de esto.
Arquitecto y editor
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