Estación de un viaje incesante
Sobre Guirnaldas para un luto, de Hugo Padeletti
Guirnaldas para un luto (1980-1983) debe considerarse una nueva estación en el viaje incesante que Hugo Padeletti (Alcorta, 1928) realiza a través del territorio de su propia obra. Como un rabí que interroga a diario el sentido del Libro, así, el poeta se entrega a la tarea de revisar con rigor consecuente la impermanencia de sus versos. Esta tercera versión de la colección le sigue a una primera incluida como sección de Parlamentos del viento (1989) y a otra que forma parte de los tres volúmenes de La atención, Obra Reunida (Universidad Nacional del Litoral, 1999).
El cotejo de las tres ediciones depara un deleite adicional a quienes gusten de indagar la maquinaria que pone en marcha un poeta sobre la materia inacabada del poema. Ya desde el título Padeletti delata una obsesión: originalmente se trató de "Guirnaldas", como en esta nueva edición, y pasó a ser "Guirnalda" en la segunda. A lo largo del libro, se asiste al proceso de corrección: leves variaciones en algunos títulos de poemas, cambios en el corte de los versos o en los versos mismos, supresión de palabras o poemas enteros, inclusión de poemas que no estaban en las ediciones anteriores. El lector se vuelve así testigo privilegiado del taller del poeta, que asume las cualidades de un verdadero artesano.
Guirnaldas… es una suma de piezas que pone en suspenso la idea misma de espacio-tiempo. Padeletti actualiza en nuestra época y nuestra lengua el Siglo de Oro, revisita a Darío; crea breves joyas verbales acercando, con el instrumento del idioma español, la visión de los maestros de Oriente, los goces de la contemplación, el simple paso de la idea de una cosa a su expresión en forma de deleite musical. La síntesis que alcanza esta poesía está dada por su riqueza conceptual al tiempo que la lengua se manifiesta en todo su esplendor: "Sin sus plumas/ el pavo no es real, pero la usura/ del tiempo las consuma.// ¿Quién zafó/ de vanos espejismos, quién abrió/ penachos duraderos?// El polvo cae, el sol/ no permanece,/ el triunfo –tornasol– es pasajero".
Hablar de conceptos en la poesía de Padeletti es atinado en la medida en que él mismo hace ostensible en sus versos un profundo vínculo con la espiritualidad de Oriente, sobre todo, la hindú. Textos como "Ekagrata", "Dhyana" y "Japa" lo hacen de modo evidente, llevando al poema nociones de esa tradición: "El que mira la vela/ no respira: el aliento/ pasa por él, abierto// y distendido./ No recela/ del tiempo entero, uno, no partido// en pasado y futuro./ Diligente,/ presta atención:// el mundo discrepante/ está puro y unido,/ renacido,// en ese instante". Pero el poeta no renuncia a la sensualidad de la lengua, y a contrapelo de lo que habitualmente sucede con la poesía que explora las abstracciones del mundo de las ideas, que suelen producir obras de cierta aridez verbal, Padeletti lleva al extremo el cuidado de los aspectos rítmicos, las aliteraciones, las rimas –internas, desplazadas, siempre sutiles–, los elementos prosódicos que determinan su particular estilo.
El carácter plástico de esta poesía recuerda que Padeletti es, además, un artista visual. Podría citarse el poema dedicado a "La tempestad" de Giorgione, donde el motivo mismo alude a un cuadro, pero ese carácter impregna sus textos más allá de los temas elegidos. En la lectura sucesiva, se tiene la impresión, por momentos, de estar frente a un friso en el que pueden "verse", literalmente, pequeñas escenas que forman parte de una escena mayor, que es la creación toda. En otros momentos, puede que un poema, en el rigor de su concentración, capte, y recuerde al lector, la compleja austeridad de un cuadro de Morandi: "Los limones concentran// un bello espacio ausente./ Secretos en el plato, ¿no secretan// un humor disidente?/ Se recogen// en un cuajo de luz formalizada,/ que pesa y dura.// Calo la estructura/ radiante,/ las semillas, el zumo/ que madura lentamente// y aguardo en vano./ Largo// es el verano/ y el limón reticente." Como la música, la poesía no puede describirse. En todo caso, queda la posibilidad de un acercamiento entre el fenómeno, la cosa, su idea y la lengua. Y en eso, Padeletti ha demostrado ser un maestro. ß
GUIRNALDAS PARA UN LUTO
Hugo Padeletti
El Cuenco de Plata
119 páginas, $ 145