Escrituras del Yo
Autoficción. La primera persona del singular coloniza formas de la comunicación y el arte, en un movimiento que también implica otro modo de acceder a la palabra política, social e histórica
El reality show, las entrevistas a personas y personajes de la cultura, la crónica periodística, el biodrama, el auto documental y otros géneros de circulación frecuente que ponen el foco sobre el individuo revelan que el yo, la primera persona, sea conocida o no, se lleva todas las miradas del presente. “Primacía del yo”, “show del yo”, “giro subjetivo” señalan sociólogos y críticos de arte. Una voz autoral que gana espacio en todas las áreas de expresión y que también tiñe la literatura contemporánea. Leemos entonces relatos personalísimos (cuentos y novelas de autoficción, rotula la crítica) en los que la vida cotidiana del narrador –cuyo nombre propio coincide con el del escritor y además es el personaje principal de cada texto– da lugar a reflexiones de diverso tenor y temática, o simplemente al inventario de acciones cotidianas, aparentemente banales y hasta rutinarias. Que tienen gran aceptación y más demanda en todo el mundo. Entre los que practican este tipo de relatos se pueden nombrar a Emmanuel Carrère, Karl Ove Knausgård y Mario Levrero, como ejemplos notables y traducidos a varios idiomas y con demanda siempre en alza. Pero la lista completa sería extensísima, en realidad, inabarcable. ¿Por qué tienen tanta aceptación y difusión este tipo de literatura? ¿Será por el efecto de identificación mutua –con una fuerte dosis de voyeurismo? ¿O acaso esos textos de la vida cotidiana dicen algo más?
Intimidad expuesta
De una manera u otra, el yo se ha instalado hace un tiempo en la literatura y en otras disciplinas expresivas. Así la señala la especialista Leonor Arfuch, doctora en Letras y autora de El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea (FCE) que define como “espacio biográfico a una constelación de géneros, formas y estilos diversos pero con algún parecido de familia”. Una constelación que tiene una historia: “La actual primacía del yo en diversos géneros, espacios y soportes comenzó a perfilarse hacia fines de los años 70. Los «pequeños relatos», la voz, el cuerpo, la presencia, la personalidad, el carisma, la «propia» experiencia, tanto en la comunicación política como en los medios, con la aparición del reality show, el talk show y el docudrama, por primera vez introdujeron la peripecia de la gente común en la pantalla como un objeto digno de mediatización. Por otro lado, en las ciencias sociales se hablaba de un “retorno del sujeto”, y la investigación cualitativa privilegiaba los relatos de vida por sobre toda otra aproximación analítica, así como el énfasis en el rescate de las memorias traumáticas del siglo XX ponían al testimonio en el centro de la escena”, dice Arfuch.
La antropóloga Paula Sibila en La intimidad como espectáculo (FCE) marca un punto de inflexión del fenómeno de primacía del yo en nuestros días: “El siglo XXI es el momento de exaltación del yo”, dice la especialista y dispara: “Ocurre que usted, y yo, y todos nosotros, estamos transformando la era de la información. Estamos modificando las artes, la política y el comercio, e incluso la manera en que se percibe el mundo”, define la antropóloga y señala el 2006 como un momento de auge del fenómeno, cuando la revista Time eligió como personaje del año al hombre común. “Person of the year: YOU”, en letras de molde rotularon entonces los editores de Time –sobre el fondo de una computadora de escritorio y en el mismo lugar donde en ediciones pasadas habían estado Mahatma Gandhi, Marck Zuckerberg y Joseph Stalin (por nombrar sólo algunos “nominados” de otros años). “En esta insólita promoción de ustedes y yo que se disemina por las redes interactivas, se glorifca la menor de las pequeñeces, mientras pareciera buscarse la mayor de las grandezas ¿voluntad de poder y de impotencia al mismo tiempo? ¿Megalomanía y escasez de pretensiones?”, se pregunta la especialista.
Las causas son diversas, pero la tendencia es indudable. El yo-estuve-allí y el a-mí-me-pasó, priman sobre cualquier análisis y ganan todas las miradas. Desde la tecnología y hacia la literatura. Porque en el momento de la cresta de la ola yoica, la web –con su permanente invitación a generar perfiles personales, blogs y posteos de microexperiencias domésticas – suministró la herramienta ideal para potenciar, expandir y democratizar el crecimiento del fenómeno.
Desde las pantallas
En La década posteada. Blogs de escritores argentinos (2002-2012) (Alción Editora) Diego Vigna, investigador del Conicet, analiza el auge de blogs y redes sociales en la Argentina post crisis 2001: “Para los escritores de esta época, los blogs y los posteos en las redes fueron modos de inscribir la propia voz para que fuera mostrada con una velocidad hasta ese momento desconocida y revelar, en esa mostración, los posibles sentidos y derivaciones de lo dicho, la naturaleza de lo puesto en relieve”. El análisis de Vigna incluye blogs de escritores locales (Daniel Link, Olivero Coelho, Andrés Neuman, entre otros) donde detectó nuevas formas de instituir el yo en el devenir de los discursos de la web, más tarde amplificados hacia zonas tradicionales de circulación de la literatura: el libro. “Un nuevo intento por traducir la contemplación en primera persona de un presente vertiginoso y de organizarlo con una cronología específica, con el agregado de estar dirigido a un público imaginado como inmediato”, describe Vigna el carácter distintivo de estos relatos en los que destaca el conteo de escenas mínimas, cotidianas y hasta banales. “Como si se tratara de colecciones de pequeñas constataciones: el tiempo en curso fragmentado en párrafos, reflexiones, confesiones o escenas que pueden funcionar como cápsulas de empatía frente a la soledad del otro, que hace lo mismo en otro dispositivo, o como pre-textos para la digestión de la cotidianeidad y, en el mismo movimiento, para la escritura, para la ficción. El yo, más exaltado que nunca por la gramática del blogging, se empezó a organizar mediante la escritura del presente, convertida en acto literario”, señala Vigna el trabajo de escritores que desde las pantallas e impelidos a su vez por el vértigo de este soporte, narran el devenir del presente –el desayuno, la visita del plomero, una charla insustancial con su pareja–con las herramientas y recursos de la literatura.
Pero no todo queda en la escena particular de la vida privada: “También los blogs ayudaron a encontrar una voz en el caso de historias y memorias traumáticas que buscaban su cauce para ser expresadas –como el caso de Mariana Eva Pérez y su Diario de una princesa Montonera y de Ángela Urondo Raboy y su ¿Quién te creés que sos?”, señala Leonor Arfuch, ejemplos de escrituras que encontraron en el blog no sólo la posibilidad de probar y darse voz sino también comunicar algo diferente – desde el yo individual– respecto de un discurso público y político. “Aunque luego ambas buscaron la posteridad en el invencible objeto-libro”, subraya Arfuch, un gesto que también signó búsquedas y experimentos de otros escritores que pasaron sus textos del formato web al clásico libro en papel sin perder, sin embargo, esa frescura, esa inmediatez de lo cotidiano.
Hacia lo social
Pero ese yo aparentemente banal que ahora recorre el camino de la web al libro –y que el lector puede encontrar en autores de muy diversa procedencia: desde Marcel Proust, como antecedente, hasta Félix Bruzzone en sus cuentos o Pablo Ramos– no es tan íntimo, ni tan público, ni tan superficial, ni tan profundo: es éxtimo, señala la crítica especializada, un rótulo que Tamara Kamenszain explica en su ensayo La intimidad inofensiva. Los que escriben con lo que hay (Eterna Cadencia): “La palabra extimidad que se utiliza para dar cuenta de la novedad que significa exponer la propia intimidad en las vitrinas globales de la web es un término concebido por Lacan que representa a lo más proximo (“en ti más que tú”) que al mismo tiempo hace su aparición en el exterior. Se trata de una formulación paradojal que da cuenta del modo de ser del sujeto: lo más íntimo habita afuera, como un cuerpo extraño, produciendo una “fractura constitutiva de la intimidad” difícil de aceptar para el mismo sujeto ya que se trata de “un real que habita en lo simbólico”, define Kamenszain.
Una zona el yo que despliega estados de ánimo, reflexiones, situaciones biográficas del autor, intimidades también, y que toma la cotidianeidad del afuera – el ser y estar en el mundo –como materia de escritura. Un yo de autor superpuesto con el yo narrador y protagonista, lanzado a un ejercicio de búsqueda que no tiene –aparentemente– mayor objetivo que contar lo que pasa allí afuera en el presente de la escritura.
“Visualizo a algunos escritores de hoy como caminantes que no andan a la búsqueda de nada en especial pero que tampoco andan perdidos como el flaneur benjaminiano”, dice Kamenszain y agrega: “No esperan encontrar nada extraordinario sino que van al encuentro todo el tiempo de lo que hay. Como si anduvieran con un GPS que sólo les indica lo que ya saben que está ahí. Esa manera de volver a encontrarse con la cosas como por primera vez (una especie de grado cero del encuentro) las vuelve a poner sobre el tapete, las poetiza”. Lo cotidiano se torna literario, poético. Y entonces el desayuno o la visita del plomero cuentan algo diferente del presente: señalan el lugar distintivo y único del yo en este tiempo y a la vez arrojan una mirada singular sobre el mundo que los rodea. Desde el yo éxtimo, cuentos y novelas del presente ponen en diálogo la esfera más personal y privada de cada autor-narrador con el afuera, con el espacio social. Se dirigen al mundo y hablan de este presente del mundo.
“Algunas escrituras tienen un impacto que va más allá de las redes interpersonales para adquirir relevancia pública. Pienso por ejemplo en los relatos de víctimas de trata o de violencia de género. Porque como en otros registros de la cultura contemporánea, no es tanto el “qué” sino el “cómo” lo que define un objeto. Dicho de otro modo, es el “cómo” lo que orienta en definitiva el sentido de lo que se dice, se produce y se difunde”, destaca la doctora Leonor Arfuch.
Entonces no todo es show del yo por el show mismo o por dar(se) singularidad en una sociedad donde priman tantos yos –todos tan visibles como anónimos. Sino que contar la vida privada –o parte de, o escenas de, con todos los artilugios de un relato ficcional– puede tener impacto y efecto no sólo en otros individuos, –otros yos, los lectores–para volver a valorar y a potenciar esas acciones de todos los días en la esfera de lo público. “Hay escritores como Félix Bruzzone o Mariana Eva Pérez, por ejemplo, que miran la política y su situación personal desde desde la minucia, desde lo que no tiene solemnidad ni grandeza alguna, desde lo que supuestamente sería descartable o “tonterías” propias de la intimidad. Y desde esa marginalidad íntima y micropolítica a la vez, se hace imposible fijar un dogma, porque hay pura paradoja”, dice Kamenszain.
Miradas particulares sobre vidas particulares –minucias y naderías– que interpelan la esfera de lo público y lo político. Y le permiten a cada lector intimar y espejarse con otras voces para adentrarse en otros ámbitos y sentimientos, y para volver a pensar –a sentir, a vibrar con esta nueva vida de la literatura –lo social y lo colectivo.