¿Es usted un cyborg?
En la galería Barro, un conjunto de instalaciones y obras de artistas nacionales y extranjeros permite interpretar en clave crítica avances tecnológicos, retrocesos éticos y nuevas capturas
De la fusión entre las palabras cibernético y organismo nació, en Estados Unidos en los años sesenta, el término cyborg. El vínculo entre humanos y máquinas, a esas alturas, ya había alcanzado dimensiones considerables. La tecnología había adquirido atributos humanos. Una muestra colectiva, integrada por obras de artistas nacionales e internacionales, sorprende en Barro, galería del barrio de La Boca, con improbables circuitos entre el feminismo, la tecnología y el arte. La hibridez, la reconfiguración del espacio y las huellas del intercambio entre tecnología y vida domina Seduction of a cyborg.
“Empecé por elegir a dos artistas históricas: Kiki Kogelnik (Bleiburg, 1935-Viena, 1997) y Lynn Hershman Leeson (Cleveland, 1941) –dice Florencia Cherñajovsky, curadora invitada por Barro-. Ambas fueron precursoras en el campo del activismo artístico feminista y actualmente se las está redescubriendo a nivel internacional.” El título de la muestra proviene del video de Hershman Leeson que se exhibe en la galería por gentileza del MoMA.
“Luego invité a dos artistas extranjeros, Rochelle Goldberg (Vancouver, 1984) y David Douard (París, 1983), a producir nuevas obras concebidas específicamente para esta muestra. Con el dispositivo de Douard busqué perturbar la altura de la galería y enmarcar un espacio que pueda contener obra de otros artistas. Estos cuatro artistas exponen por primera vez en la Argentina”, señala Cherñajovsky.
El trabajo de Goldberg incluye un sillón-escultura de hierro ubicado frente al televisor que emite el video de Hershman Leeson y unas esculturas de rostros bruñidos de cerámica, que parecen compuestos de seres de distintas especies: reptiles, humanos y robots.
Las intervenciones de Douard, que segmentan el espacio con rejas, puertas y alambrados, interactúan con esas obras y las de los artistas argentinos: Fernanda Laguna (1972), Elena Dahn (1980) y Nicanor Aráoz (1981), los tres oriundos de Buenos Aires. Obras de Dahn participan además desde fines de agosto de la muestra Épsilon. Abstracciones descentradas, en el Macba.
Pantallas que seducen, pantallas que destruyen
Hoy parece imposible trabajar en el campo del arte sin tener influencias extraartísticas. En opinión de la curadora, lo mejor y lo peor del arte contemporáneo radica en su capacidad de absorber y procesar de manera amateur otras prácticas: desde las producciones científicas hasta las más populares de nuestra cultura.
“Me influenciaron algunos textos de ciencia ficción feminista de autoras como Octavia Butler, Ursula K. Le Guin y Joanna Russ –cuenta Cherñajovsky, que trabajó varios en el Centro Pompidou como colaboradora del director del museo parisino-. Esta lectura me ayudó a repensar la cuestión de género como un campo de potencialidades. Además me interesa el cruce con la ciencia que propone la bióloga y filósofa Donna Haraway con respecto a la figura del cyborg.”
Los trabajos de Kogelnik cuestionan la hegemonía masculina en el ámbito científico-tecnológico mediante representaciones de cuerpos femeninos utilizados como campo de pruebas. A su vez, el video de Hershman Leeson construye una alegoría poética sobre la destrucción del sistema inmunológico de una mujer a través del consumo de imágenes.
“Las pantallas también saben dar y recibir amor”, se lee en “Amigas”, la obra de Laguna que cuenta la historia de una amistad entre mariposas y computadoras, y que incluye una desconcertante pintura de la artista.
Dahn, en Saliente, filma el proceso de retiración de una obra realizada con pintura de látex en la pared de la galería. La artista reconstruirá el proceso a partir de esta semana, cuando vuelva a pintar de rosado la pared. “Más que nutrirse, las obras se contaminan o parasitan entre ellas. En estos intersticios, percibimos la sombra o el ruido que una obra produce sobre la otra”, señala Cherñajovsky.
Es así como el cuerpo creado por Aráoz, una especie de san Sebastián atravesado por flechas de neón, convive de manera tensa con la instalación de Douard, similar a un centro de internamiento para refugiados o a una cárcel donde los espectadores son observados por obras vivas. Los cyborgs aún representan ritos de pasaje entre épocas, culturas y modos de ver.
Hasta el 1 de octubre, con entrada libre y gratuita.