¿Es un pájaro loco? ¡No, es Massita!
¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No, es Superman! ¿Está de la nuca? ¿Quiere incendiar el país? ¡No, es Massita! Intenta sobrevivir a la primera vuelta, aunque eso implique cocinarnos vuelta y vuelta. El candidato-ministro (98% candidato, 2% ministro, dice el envase) parece por momentos alguien fuera de quicio, acaso porque la enajenación viene siendo suceso en esta competencia electoral. Repasemos. Después de ganar por escándalo los comicios de medio término, en Juntos por el Cambio decidieron que ya era hora de sacarse las caretas y lanzarse a una guerra intestina por el poder: ser más casta que nunca, ahora que el concepto se había puesto de moda; un plan que algunos calificarían de demencial, pero llevado a la práctica con imperturbable determinación. El león Milei olfateó a sus presas y se lanzó sobre ellas; las presas no eran ni los despojos del Gobierno ni esos muchachos del juntismo que deshonraban la marca combatiendo puerta a puerta: eran los argentinos. Si los argentinos estaban en un brote psicótico de furia, él se haría pasar por uno de ellos; por el más irracional de ellos. Sí, una cosa de locos.
Bueno, en este clima de época es que Massita reclama camisa de fuerza. Fue a Asunción con credenciales de ministro de Economía-canciller-presidente, meloneó a los paraguayos con las promesas sobre la Hidrovía que estaban deseando escuchar, y se fue feliz y contento porque había mostrado ser un piola bárbaro. No le interesaba en lo más mínimo granjearse la simpatía de sus anfitriones, sino aparecer como un buen anfitrión para la multitud de paraguayos –más de 600.000– que votan en la Argentina. Descubiertas sus mentirillas cinco minutos después, el presidente de ese país, Santiago Peña, pronunció la frase que ya figura en los anales de la industria automotriz: “A Massa no le compraría un auto usado”. En realidad dijo “Massita”, familiaridad no consentida por la delegación del ministro-canciller-presidente y corregida en la versión oficial. Lo de que vende chatarra sobre cuatro ruedas, vaya y pase, pero nada de mancillar su buen nombre; aunque sea dicho con respeto y cariño, como es mi caso. Sabiendo que le molesta tanto, haré un esfuerzo para no llamarlo siempre Massita; a veces me referiré a él como un vendedor poco confiable de autos usados.
Un diario paraguayo tituló: “Massa vino, mintió y se fue”. Qué desagradecidos. Acá se quedó.
Sin duda perturbado por la fallida excursión a los pagos de José Luis Chilavert, el domingo optó por concentrarse en este mercado de votos y sacó de la galera el “plan bono”. Su antecesor, el “plan platita”, era de sesgo peronista convencional: reparto de sobres, zapatillas, electrodomésticos… Este es kirchnerista, algo más sofisticado: el bono les llega a todos, empleados públicos y privados, con el sueldo, y a gastar, hermano, que son 60 luquitas que no esperabas, regaladas por Sergio. A gastar antes de que a este regalo, irremediablemente inflacionario, se lo coma la inflación. Son dos cuotas de 30.000; es decir, el primer mes podés comprar dos kilos de carne picada de alto contenido graso, fideos, arroz, media docena de huevos, cuatro leches (de segundas marcas), tres flautitas, dos tomates y un litro de vino de uva kerosene. ¡Alta panzada! Para el segundo mes, olvidate de ese derroche: los precios ya tendrán incorporado el costo candidatura.
El problema es que algunas empresas se resisten a pagar el bono y prometen patalear en la Justicia, y otras dicen que sí, pero no. Lo mismo en el ámbito estatal: hay una rebelión de gobernadores e intendentes, nada dispuestos a seguir los dislates de un tipo que capaz no llega a la segunda vuelta. Tiene razón Morales Solá: es una competencia injusta, porque ningún otro postulante puede regalar 60.000 pesos. La economía electoral de Massita ha empezado a ser estudiada en papers e investigaciones académicas: obliga a los empresarios a aumentar salarios, pagar bonos extraordinarios, congelar los precios y no interrumpir la producción; y si necesitan traer algo de afuera, poniendo estaba la gansa en una cueva de Puerto Madero. Es una fórmula audaz: inflación, falta de insumos, desabastecimiento. Recontra audaz: ha puesto a parir a todo el sistema de salud, y no faltará mucho para que en los hospitales veamos a médicos y enfermeros yéndose a las manos por la desaparición de una gasa. Le pedí su opinión a un reconocido sanitarista; la verdad, yo esperaba una respuesta más elaborada: “Lo de Massa no tiene remedio”.
A la fórmula hay que agregarle ese factor inesperado de la desobediencia. Economía prohibió a las prepagas subir las cuotas, y resulta que las cuotas están llegando con aumentos. Entre los gobernadores negacionistas del bono está Alicia Kirchner; si una Kirchner se le insubordina al vendedor de chatarra sobre ruedas, da para pensar que Cristina avanza hacia un voto en libertad.
¡Aguante, Massita! Que los que ya no aguantamos más somos nosotros.ß