Es tiempo de cambios en el verano boreal
Flamencos: en Aigues-Mortes, al sur de Francia, las colonias de estas aves ven llegar a las nuevas camadas
- 2 minutos de lectura'
Ni Hans Christian Andersen ni Horacio Quiroga, aunque sea difícil mirar esta foto y no pensar en aquel patito torpe y gris que no encontraba su lugar en la bandada, o en aquellos flamencos vanidosos que por unas medias casi lo pierden todo.
Efectivamente, esta imagen no trata ni de “El patito feo” ni de “Las medias de los flamencos”. No hay literatura –tal vez solo sus inevitables ecos–, sino naturaleza en callado esplendor.
Es agosto en la región de Aigues-Mortes, cercanías de Montpellier, al sur de Francia: en estos días, la nutrida población de flamencos rosas que habita en la región desborda de nuevos integrantes. Agosto es el mes de la nueva generación: flamencos jóvenes, de belleza aún en ciernes, grisáceos e inseguros como el sufrido patito del cuento de Andersen, Todavía muy alejados de la coquetería que les adjudicó Quiroga en sus Cuentos de la selva.
El batallón de jovencísimos flamencos occitanos rodea al único que ya alcanzó cierta edad, resplandeciente en sus tonos blancos y rosáceos, sumergido en la masa y al mismo tiempo separado de ella, como indicándole al resto que esperen tranquilos, que a ellos también les llegará ese toque de madurez espléndida.
Mientras tanto, los habitantes de la ciudad fortificada de Aigues-Mortes (maravilla edificada en el siglo XIII que aun se mantiene en pie), tanto como quienes viven en las proximidades del Parque Regional Natural de Camargue, cercano a Arlés, se preparan para recibir a los aficionados al avistaje de aves. Es que, al menos en los tiempos sin pandemia, agosto siempre fue un mes propicio para esa actividad ligada a algo muy parecido a la contemplación.
Este mes también es el del monitoreo de la vida salvaje que pulula cerca del Mediterráneo. Habrá que ver qué resultados arroja en este verano boreal de temperaturas extremas y pronósticos demasiado inciertos.