¿Es Milei un populista de derecha?
La calificación se ha convertido en un insulto y el término populismo -de un signo o de otro- ha perdido su sentido en la Argentina
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De tan gelatinoso y vapuleado, el término populismo –de izquierda o de derecha– ha perdido su sentido en la Argentina. Ya no es un sistema político. No es un modo disfuncional de concebir la economía. Tampoco un sistema de creencias culturales. No se trata de un gran debate dentro de la ciencia política, como en verdad sucede. El término populismo se convirtió en un insulto.
Populismo es una palabra en disputa dentro de la academia, pero, además, en la Argentina se usa –igual que la categoría de “neoliberal”– como un arma arrojadiza dentro de la batalla cultural. Como decía, con elegancia, el gran Guillermo O’Donnell: corremos el riesgo de llamar populismo a todo lo que no nos gusta. Y si no le puedo poner populismo, le pongo “neopopulismo”. O neoliberalismo.
La mecha la encendió ahora el economista alemán Philipp Bagus, referente de la escuela austríaca, la incubadora intelectual de Javier Milei, cuando calificó al presidente argentino como un “populista de derecha”, pero no en el sentido que le dan los analistas locales, sino como un atributo positivo.
Un populista de derecha, afirma Bagus, es aquel que defiende los intereses de la población por sobre los de la casta. Y se encargó, además, de explicar muy bien que, al hablar de populismo, está haciendo referencia a un sistema que defiende los intereses de la población en contra del establishment. “Están los intereses de los argentinos de bien y los de la casta”, detalló el alemán, en apoyo al sendero económico elegido por Milei.
Y es ahí donde entramos en el berenjenal del debate. Una primera aproximación: las formas que asume el populismo en América Latina, como bien lo describe el italiano Loris Zanatta, son muy diferentes del modo en que el mismo sistema se despliega en Europa. Como sucede con las comidas, la cultura de un país le adosa condimentos autóctonos, que le otorgan características específicas. Lo que está haciendo Milei en términos económicos sobre la Argentina corporativa modelada por casi 80 años de peronismo no se parece a Trump, ni a Bolsonaro, ni a Giorgia Meloni. Mucho menos a Marine Le Pen.
Cristóbal Rovira es un reconocido politólogo chileno que, en sus trabajos, se pregunta: ¿el populismo es una amenaza o un correctivo para la democracia? El chileno afirma que esa respuesta depende del contexto político. Como se ve, las clasificaciones no son ni tan automáticas ni tan sencillas. Las categorías políticas no pueden diagnosticarse como sucede con el DSM de la psiquiatría porque, como propone Rovira, el contexto y la historia de un país lo condicionan todo.
Chile, por caso, es un país donde jamás prendió el populismo. Lo mismo podríamos decir de Uruguay. Así, quienes en su momento trazaban un paralelismo entre Michelle Bachelet y Cristina Kirchner le erraban feo. Allí donde del otro lado de la Cordillera había una lideresa de centroizquierda –una socialdemócrata– aquí había una reina populista. Dos mundos completamente diferentes.
Rovira explica que democracia es liberalismo y representación: el liberalismo defiende los derechos de las minorías y la representación defiende el poder de la mayoría. Cuando la democracia se oligarquiza, es decir que se pone mucho liberalismo y poca representación, entonces el populismo la democratiza nuevamente. La oligarquización de la democracia es lo que denunciaron Podemos en España y Milei en la Argentina: la casta. Ocurre cuando los políticos de los diferentes partidos impiden el ingreso de nuevos actores y la emergencia de políticas públicas alternativas. Para bien o para mal, Milei no solo introduce una nueva narrativa política, alternativa a la “casta”, sino que populariza conceptos económicos de la escuela austríaca, que no formaban parte del lenguaje de nuestros economistas de cabecera. A eso se refiere Bagus cuando habla positivamente de populismo, en el caso de Milei.
Incluso Zanatta, un pensador de sensibilidad liberal, afirma que “un poco de populismo está bien”. ¿Por qué? Lo explica: “Siempre hay una tensión entre la representación y el liberalismo. Demasiado pueblo es populismo, pero si la soberanía del pueblo no cuenta nada, se transforma en tecnocracia”. La narrativa de Milei apunta a devolverles el poder a “los argentinos de bien”.
Con el kirchnerismo, nosotros conocimos el lado más oscuro del populismo: un autoritarismo con poca representación y casi nulos controles institucionales. Como dice Andrés Malamud de un modo más simple: un poco de populismo rompe los privilegios; el problema es cuando se le va la mano y rompe la democracia.
Por lo que se deja ver en apenas cuatro meses de gobierno, Milei parece, más bien, un liberal en lo económico y un líder con rasgos populistas en el plano político y cultural. ¿De derecha o de izquierda? Tal vez en la Argentina, justamente por su contexto, derecha o izquierda no expliquen demasiado. En cambio, si hablamos de gobiernos peronistas o no peronistas, todos comprendemos bien de qué se trata.