Es hora de otras respuestas frente al drama de los pobres
"Si doy de comer a los pobres, dicen que soy un santo; pero si pregunto por qué son pobres, entonces dicen que soy un comunista". La frase pertenece a Dom Helder Cámara, ya fallecido obispo de Recife. Pero puede aplicarse a los tiempos que corren. Para muchos grupos, está bien si se da de comer a los empobrecidos, pero se está "ideologizado" si se los acompaña en sus propios reclamos y aspiraciones. Si se los ayuda en su organización, o se levanta la voz junto con la de ellos, se habla de "pobrismo", o de politización.
En estos tiempos se señala insistentemente un supuesto "uso político" de los pobres. Ahora bien, supongamos que hay organizaciones que hacen uso político. El solo señalamiento de esto pareciera que hace desaparecer el problema de base: la falta de oportunidades, de libre acceso a derechos básicos. El razonamiento es: como hay grupos que "usan políticamente" a los pobres...ya no hay nada que hacer; es más, se autoriza a estigmatizar a los empobrecidos y a menospreciar a los que levantan la voz señalando lo que es obvio. Para ejemplo basta una mención: cuando el Papa habla del derecho universal a las tres T (tierra, techo y trabajo), para muchos Francisco es poco menos que Bairoletto, el legendario bandido rural. Y sin embargo, está señalando tres derechos básicos a los que muchos conciudadanos y conciudadanas hoy no tienen acceso.
Para determinados grupos religiosos, políticos, mediáticos y económicos, pareciera que mientras los pobres sean buenos y mansos está todo bien, pero cuando muestran su impotencia, su hartazgo y frustración a través de una acción colectiva...entonces son peligrosos y se los estigmatiza. Si se mantienen en un "nivel más abajo", en el que uno puede "condescender" y darles, para ayudarles, entonces está bien. Pero cuando pretenden reclamar lo que les pertenece como iguales, como hermanos y hermanas, ahí surge la intolerancia y la violencia discursiva contra ellos.
Es claro que es responsabilidad del Estado asegurar el derecho a tierra, techo y trabajo con políticas públicas inteligentes y eficaces. También es verdad -todo sea dicho- que los beneficiarios de esas políticas tienen que ser parte en el proceso y poner su parte posible. Pero hay otras responsabilidades sociales también. Los que hemos tenido más oportunidades tenemos también una responsabilidad mayor. Debemos dar una respuesta bastante más creativa y cívica.
Emmanuel Lévinas, comentando la saga de Caín y Abel en la que la Biblia simboliza el inicio de la violencia fratricida, dice que la pregunta de Dios al hermano mayor: "Caín, ¿ a dónde está tu hermano Abel?", refleja cómo nos ve Dios a los seres humanos: como seres responsables. Somos humanos cuando somos capaces de responder por el hermano más frágil, cuando damos una respuesta convincente. La respuesta de Caín, dice Levinás, nos refleja: "¿acaso soy yo el cuidador de mi hermano?" No reconoce responsabilidad alguna por la vida de su hermano. Cada cual atiende a lo suyo.
Ese pensamiento cainita se esconde detrás de la violencia que habitamos. Los pobres no son nuestro problema. No tenemos ninguna responsabilidad. ¿Será esa la respuesta que nos va a ayudar a sanar como sociedad enferma de odio? No lo creo. Algo mejor podemos hacer y va por el camino de la fraternidad.
Superior provincial de los jesuitas de Argentina y Uruguay