Es hora de poner sobre la mesa un debate silenciado
La sociedad debe animarse a cuestionar la pornografía y a hablar sobre su relación con hechos de violencia contra la mujer y sus efectos en la formación de chicos y adolescentes
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Si nos preguntaran qué plataforma virtual tiene más visitas, quizás pensaríamos primero en Netflix. Sin embargo, hay una plataforma que le hace competencia, porque tiene millones de contenidos más que Netflix y es visitada, probablemente, por muchos más adolescentes. Esta plataforma es Pornhub, uno de los sitios pornográficos más grandes del mundo, que recibe 130 millones de visitas diarias. Pornhub presentó en estos días sus estadísticas anuales y amerita poner sobre la mesa algunos debates silenciados.
En los últimos años hemos levantado el volumen de los debates sobre la mujer, la violencia y la sexualidad. A ritmo de casi un femicidio por día, hemos organizado marchas, reclamos, denuncias y propuestas. En ese contexto, una corriente del feminismo ha puesto el foco en la relación entre violencia y pornografía. Una pornografía que representa la violencia y la vende como placer e, incluso, amor. La industria ha pasado de la “mujer-objeto sensual” de los 80 y 90 estilo Playboy Mansion a la pornografía de Cincuenta sombras de Grey, llena de látigos, mordazas y representaciones del poder, juntando los conceptos “deseo” y “violencia” en un mismo acto.
El deseo puede entrar en callejones sin salida y en la manipulación de los impulsos y los dólares. Pornhub tuvo que dar de baja de su plataforma millones y millones de videos que representaban explotación sexual, violencia contra mujeres y niños. La pornografía tiende a descarrilarse en el “hentai” de la perversión.
Los resultados arrojados por una revisión de Klaassen & Peter, que incluyó la primera escena de 100 de los videos más populares de cada uno de los cuatro sitios web más populares (Pornhub, RedTube, YouPorn y xHamster), hallando que el 40% de las escenas contienen actos de violencia física, y el 93% de las que contienen, se trata de violencia contra las mujeres. La violencia porno incluye comportamientos como asfixia, arcadas, bofetadas, mordiscos, pellizcos, ataduras y azotes. Uno ejerce violencia, el otro/a pareciera gozar. En el debate público se va dando una conciencia creciente. Hace unos meses, Billie Eilish declaró que fue adicta al porno a los 11 años, que tenía pesadillas porque el contenido era muy violento y abusivo: “destruyó mi cerebro”. Su caso no es aislado: de acuerdo a nuestras investigaciones y a estudios internacionales el inicio de consumo se da a los 11 años en promedio. Disponible en todo teléfono, tablet o computadora, a un clic de distancia, en cualquier momento, y vestida del glamour de series como Élite, Sex Education o Bonding, el porno va diciendo que el goce justifica la violencia y ofrece el contexto perfecto para que la violencia –los violentos– se disfracen de goce y placer.
Así la pornografía, el contenido más consumido de internet, el más disponible, envuelve la experiencia educativa de niños, niñas y adolescentes, modelando la sensibilidad sexual de medio planeta en la lógica de la violencia placentera. Mientras tanto, discutimos sobre los programas de ESI en las escuelas, todavía de pobre aplicación, con enormes desafíos de capacitación para todos los que debemos trabajar para empoderar y acompañar a niños, niñas y adolescentes.
Psicóloga investigadora y directora académica de los estudios de educación sexual de la Universidad Austral