Entretelones del Nobel
La primera semana de octubre tiene un sabor especial: todos los años, la Real Academia de las Ciencias de Suecia da a conocer por esta fecha a los elegidos para recibir su célebre Premio Nobel , que eleva a un grupo selecto de científicos al rango de celebridades. El misterio que rodea el anuncio (con un reloj que 24 horas antes inicia la cuenta regresiva en el sitio de internet de la Fundación), la transmisión en directo a todo el planeta, y el abundante material de difusión, con fotos y datos sobre los laureados que circulan por las redes sociales, los méritos de estas personalidades, muchas de las cuales son autores de avances sin par en el conocimiento humano, sumados al indudable brillo del monto monetario que distribuye, ofrecen una buena excusa para hablar de historias increíbles y descubrimientos que dejan con la boca abierta.
Pero, claro, como todo premio, con frecuencia es difícil para los comités que los eligen tomar decisiones ecuánimes. Y muchas veces los más nominados nunca llegan a recibir la llamada de Estocolmo. Hace dos años, la revista Nature recordó algunos de esos nombres recuperados de los archivos, sobre los cuales se mantiene una estricta confidencialidad desde hace por lo menos 50 años.
El "campeón" de los nominados que se conocieron hasta ahora es el veterinario francés que desarrolló una vacuna contra la difteria, Gaston Ramon (1886-1963). Recibió ¡155! nominaciones para el de Fisiología o Medicina entre 1930 y 1953, pero nunca llegó a gozar del favor de los jueces. Lo sigue Emile Roux, médico e investigador también francés, que recibió 115 nominaciones entre 1901 y 1932 por haber descubierto la toxina de la bacteria que produce la difteria. En el top ten los siguen el físico Arnold Sommerfeld (que perfeccionó el modelo atómico de Bohr), con 84 nominaciones; el especialista en dolor René Leriche, con 79, y el fisiólogo y biólogo Jacques Loeb, con 78. Otro caso notable es el de Harvey Cushing, considerado el padre de la neurocirugía, que a pesar de sus 38 nominaciones murió sin haber subido al podio.
No es casual que sean las mujeres las más notorias excluidas de estos premios con abrumadora presencia masculina y angloeuropea. Entre las más famosas están Rosalind Franklin, cuya tarea como cristalógrafa fue crucial para develar la estructura del ADN, y la astrónoma Vera Rubin, que reunió las primeras pruebas consistentes de la existencia de materia oscura. Es más, a veces se olvida que hay argentinos cuyos trabajos resultaron vitales para logros de otros laureados, pero no merecieron la cena de frac. En los años setenta, David Sabatini formuló junto con el recientemente fallecido Günter Blobel la "hermosa idea" de cómo las proteínas llegan a su ubicación en la célula, pero luego solo el alemán (que siguió trabajando y reunió las pruebas) fue contemplado para la distinción. Y en esta última edición, el físico Oscar Martínez, de la Facultad de Ingeniería de la UBA, hizo aportes sustanciales al sistema luego desarrollado por Gérard Mourou y Donna Strickland de pulsos ultracortos de luz láser (lo menciona la propia Academia).
A pesar de los bombos y platillos con que se anuncia, el Nobel cada vez recibe más críticas por desvirtuar la esencia de la ciencia actual, que no es producto de mentes aisladas, sino de grandes esfuerzos colaborativos. Venkataman Ramakrishnan, presidente de la Royal Society y él mismo ganador del premio, lo considera "una lotería", y la socióloga de la ciencia Naomi Oreskes opina que ofrece una visión errada de la ciencia, porque les atribuye a los investigadores "poderes y sabiduría sobrenaturales" y les da licencia para opinar de cualquier cosa.
Si no se moderniza, tal vez en el futuro haya más investigadores que reaccionarán como Arthur Ashkin, uno de los ganadores del premio de Física de este año: al recibir la noticia hizo saber que no podía distraerse con entrevistas porque estaba "muy ocupado terminando un paper".