Entre urnas y campañas, la región cambia su perfil político
Heterogeneidad ideológica, votos volátiles y pocas mayorías dibujan el paisaje de América latina, que este año atravesará siete elecciones presidenciales
El año 2014 trae una intensa agenda electoral en la región. En el primer semestre han tenido lugar cuatro de las siete elecciones presidenciales latinoamericanas: en Costa Rica, El Salvador, Panamá y Colombia. Estos comicios forman parte del actual rally electoral que determina que, entre 2013 y 2016, 17 países de la región lleven a cabo elecciones presidenciales.
Los tres comicios pendientes tendrán lugar en octubre: el 5 en Brasil; el 12 en Bolivia, y el 26 en Uruguay. De éstas, las de Brasil y Uruguay están abiertas y con alta posibilidad de que haya ballottage en ambas.
En Brasil, la muerte de Eduardo Campos y el mayor protagonismo que está ganando la candidata sucesora, Marina Silva, abren fuertes interrogantes sobre el resto de la campaña. Lo que parece cada vez mas probable es la necesidad de ir a una segunda vuelta. En Uruguay, en tanto, una encuesta reciente (Factum) muestra al candidato del Frente Amplio, el ex presidente Tabaré Vázquez, por debajo del 40% por primera vez desde 2008 y con el candidato del partido Blanco, Lacalle Pou, pisandole los talones. En Bolivia, por el contrario, se da por descontado el triunfo del presidente Evo Morales en primera vuelta y por una amplia diferencia.
Si se miran los resultados hasta ahora y las perspectivas para las elecciones pendientes se observa que, en un contexto latinoamericano de moderado crecimiento económico e intensa maratón electoral, los gobiernos electos durante este ciclo tendrán que hacer frente a las expectativas y demandas ciudadanas en condiciones de mayor austeridad. Como consecuencia, los conflictos sociales seguirán presentes con reclamos que, si bien no pondrán en juego la continuidad democrática, seguramente harán la continuidad de los oficialismos más difícil y la gobernabilidad, más compleja.
De derecha a izquierda
El 2 de febrero, Costa Rica y El Salvador abrieron la maratón electoral: en el caso costarricense, el candidato Luis Guillermo Solís, del centroizquierdista Partido Acción Ciudadana, triunfó con 77,9% en el ballottage con el candidato del oficialista Partido Liberación Nacional, Johnny Araya, que obtuvo el 22,1%. En El Salvador, el candidato oficialista Salvador Sánchez Cerén, del izquierdista FMLN, disputó el ballottage con Norman Quijano de la derechista Arena, a quien se impuso por apenas 0,22 puntos (5300 votos).
En Panamá, el 4 de mayo ganó el opositor Juan Carlos Varela, del conservador Partido Panameñista Auténtico, con 39,1%, frente al oficialista José Domingo Arias, con 31,4%. En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos no sólo consiguió la reelección, sino que también revirtió los resultados del 25 de mayo: perdió en primera vuelta ante el uribista Óscar Iván Zuluaga, pero en la segunda (15 de junio) acabó imponiéndose (50,9% vs. 45% del uribismo).
Los resultados de estas primeras cuatro elecciones evidencian que América latina es una región políticamente muy heterogénea. Hemos asistido a la victoria de candidatos de corte conservador (Varela, en Panamá), de centroizquierda (Solís, en Costa Rica), cercano a los "socialismos del siglo XXI" (Sánchez Cerén, en El Salvador) y de centro (Santos, en Colombia). En cambio, de suceder el triunfo de los tres candidatos oficialistas en las elecciones de octubre, la tendencia predominante en el Cono Sur sería la izquierda y la centroizquierda.
Segundo, durante el primer semestre hubo un balance entre continuismo y alternancia. En dos países triunfó el partido o coalición en el poder (el FMLN en El Salvador y Unidad Nacional en Colombia), mientras que en los otros dos casos hubo alternancia (Costa Rica y Panamá). Nuevamente, de confirmarse el pronóstico, en las tres elecciones de octubre veremos una tendencia clara a favor del continuismo y de la reelección: dos casos de reelección consecutiva (Brasil y Bolivia) y una alterna (Uruguay).
Tercero, en la mayoría de los casos, lo cerrado de los resultados ha provocado la necesidad de ir a segundas vueltas (Costa Rica, El Salvador y Colombia), tendencia que muy posiblemente también veamos en Brasil y Uruguay. Las victorias en primera vuelta, tan comunes hace unos años en la región, sobre todo en América del Sur, empiezan a escasear por el cambio de contexto económico-social, el desgaste de los oficialismos después de dos o tres períodos seguidos y lo competitivos que se han vuelto los comicios.
Cuarto, el voto se ha diversificado y se ha hecho más volátil, lo que provoca que los nuevos presidentes deban gobernar con legislativos en los que ningún partido tiene mayoría (Costa Rica, Panamá y El Salvador). Todo esto incide en la gobernabilidad de estos países y recorta la capacidad de acción de los poderes ejecutivos, pues favorece escenarios de choque de poderes (legislativo vs. ejecutivo) y de bloqueo tanto de las políticas públicas como de las reformas.
Y en quinto lugar, la alta abstención en varios procesos revela una peligrosa desafección de la ciudadanía con respecto al sistema democrático. Colombia superó 50% de abstención en primera y en segunda vuelta. En Costa Rica la abstención rondó cerca del 43% en el ballottage y en El Salvador, en la primera vuelta, fue de 45%. Hasta ahora la excepción fue Panamá, con un 76,77% de participación.
Gobernabilidad difícil
En este contexto, hay algunos fenómenos que seguramente continuarán vigentes en la triple cita de octubre. Por un lado, la ralentización económica y las tensiones sociales, fundamentalmente el malestar de las clases medias por la inseguridad, la corrupción y los malos servicios públicos, empiezan a incidir cada vez con más fuerza en el ciclo electoral. El reciente informe del Fondo Monetario Internacional confirma la desaceleración que sufre la economía latinoamericana (el crecimiento regional para 2014 ha sido nuevamente corregido a la baja, a un 2%), en especial el recorte del crecimiento de sus dos principales motores: Brasil, con un magro 1,3%, y México, con un modesto 2,4 (seis décimas por debajo de la tasa proyectada en abril).
En segundo lugar, este contexto económico-social complejo provoca que a los presidentes que aspiran a repetir les sea cada vez más difícil lograr la reelección en primera vuelta, pues las adscripciones políticas se han vuelto más volátiles. Además, las tres elecciones de octubre presentan el desafío adicional (para los oficialismos) de tener que ganar un tercer gobierno consecutivo (Bolivia y Uruguay), o incluso un cuarto (Brasil), objetivo que con base en la experiencia regional comparada es muy difícil (pero no imposible) de alcanzar. Sin embargo, y pese a esta dificultad creciente de ganar en primera vuelta y con mayoría legislativa propia, los presidentes que buscan su reelección continúan aventajando hasta la fecha a sus opositores.
Como consecuencia de lo anterior, el ballottage como mecanismo para decidir una elección presidencial se está convirtiendo cada vez más en la regla. En cinco de las siete elecciones de 2014 hay altas probabilidades de que haya segunda vuelta, tendencia que seguramente también estará presente en las elecciones presidenciales de la Argentina y Guatemala del año próximo.
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