Entre el realineamiento y la fragmentación
Elecciones: lo ocurrido hasta ahora configura un sistema político con características innovadoras, por las autoridades que están siendo designadas y por los estilos de liderazgo que la sociedad parece reclamar
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Hacer un balance del actual proceso electoral es, a todas luces, prematuro. Tenemos, antes de las generales de octubre y hasta de la eventual segunda vuelta en noviembre, comicios en provincias como Chaco, este fin de semana, y Mendoza, el próximo. También resta resolver las sucesiones en los casos de Buenos Aires, CABA y Entre Ríos, que en conjunto constituyen poco menos que la mitad de la población del país. Sin embargo, lo ocurrido hasta ahora ya configura un sistema político con características innovadoras, no solo en función de las autoridades que están siendo designadas para ocupar cargos ejecutivos y legislativos en todos los niveles de la administración pública, sino también de los estilos de liderazgo que la sociedad parece estar reclamando. En otras palabras, qué quieren los argentinos como expresión de su clase dirigente.
Nuestro exigente calendario electoral redefine el balance de poder cada dos años. Para algunos se trata de una cantidad de tiempo escasa para alcanzar logros de gestión y permitir que los ciudadanos juzguen en función de eso y no solo del marketing político. Las campañas en todos los años impares implican un desvío de atención y de recursos desde los temas de fondo hacia la lógica de la competencia electoral. Es cierto que tanto a nivel nacional como en las provincias y en los municipios tenemos renovaciones parciales de legisladores para evitar que los climas de opinión de coyuntura puedan impactar en los equilibrios institucionales. Aun así, somos testigos y protagonistas de cambios muy significativos en muchas dimensiones.
Es la primera vez en 60 años que un radical, Maxi Pullaro, gana la gobernación de Santa Fe. Resilientes oficialismos locales perdieron el poder tanto en Santa Cruz como en San Luis y Neuquén. Este resquebrajamiento de partidos dominantes provinciales se evidenció asimismo en San Juan y Chubut y podría extenderse a Chaco y Entre Ríos. En algunos casos, más allá de los resultados puntuales, las lógicas de poder locales tal vez no experimenten severas modificaciones. Es lo que aparentemente ocurre con Rolo Figueroa, creador de Comunidad, triunfante en Neuquén y exvicegobernador del actual mandatario, Omar Gutiérrez: ya convocó a conformar una amplia coalición de gobierno que incluye a viejos integrantes del viejo MPN, donde militó el gobernador electo.
Este modelo podría repetirse en otros distritos y recuerda los esquemas “atrapatodo” (o casi todo) que existen en Salta, donde Gustavo Sáenz armó un frente que incluye prácticamente al total del espectro político, Misiones, con un sistema consolidado que gira en torno de la figura de Carlos Rovira y Río Negro, donde Alberto Weretilnek domina desde hace tiempo la política provincial en función de una coalición diversa. En la ciudad de Buenos Aires se registra un fenómeno bastante similar, que sirvió de ejemplo para la conformación de Unidos en Santa Fe, y que en Córdoba se viene gobernando en coalición desde hace un cuarto de siglo. Nadie es profeta en su tierra: estas fórmulas exitosas, expresiones de larretismo explícito, fueron derrotadas en las recientes primarias de JxC, en las que triunfó con contundencia Patricia Bullrich.
En todas las provincias mencionadas, Javier Milei resultó un inesperado protagonista, al obtener un volumen de votos desproporcionado en relación con su construcción política local o con los esfuerzos de campaña realizados. Si bien hay que tomar los sondeos de opinión con enorme cautela, la tendencia predominante sugiere una ruptura de esos tres tercios casi perfectos que caracterizaron a las primarias: el momentum actual favorece al líder de LLA, que se las arregla para fijar los ejes del debate electoral y dar señales de cierta moderación, aunque no siempre lo haga de manera consistente ni mucho menos convincente.
De todos modos, las urnas indican en principio un voto sin hegemonías: se sostienen los tercios (ahora imperfectos) a nivel nacional, pluralidad notable en los nuevos gobernadores, falta de mayorías determinantes en muchos cuerpos legislativos. Si se confirmaran estas tendencias, estaríamos frente a una sociedad políticamente diversa, más plural, sin mayorías determinantes, obligada a negociar, ceder y buscar consensos. ¿Está el sistema político argentino preparado para eso? ¿Contamos con mecanismos de formación de consensos, formales e informales, y de una cultura política que abone un entorno fértil para tales objetivos? ¿Tendrá el próximo titular del Poder Ejecutivo Nacional la vocación, la paciencia y la flexibilidad como para articular intereses diversos en un contexto en el que será inevitable implementar reformas exigentes que en sí mismas requerirán de apoyo político y social?
Con más experiencia y conocimiento de las reglas tácitas y explícitas de la política, tanto Bullrich como Massa parecen mejor preparados para semejante desafío. Mucha menos certidumbre produce Milei. De hecho, The Economist publicó un artículo lapidario luego de haberlo entrevistado durante tres horas: afirmó que constituye una amenaza para la democracia argentina. Unos 200 economistas lanzaron una carta en la que criticaron abiertamente la dolarización. Milei les respondió llamándolos “fracasados”. Un destacado conjunto de intelectuales convocaron a votar a cualquiera menos a él (recordando ese movimiento que dentro del GOP postulaba hacia 2015 “anyone but Trump”). Los curas villeros también comenzaron una campaña como consecuencia de los comentarios agresivos de Milei hacia el Papa (que, según allegados, suele llamar “los adolfitos” a los candidatos antisistema y antipolítica). Puede que en efecto Milei tenga algunos rasgos autoritarios en su narrativa y en su personalidad. ¿Lo vuelve eso un riesgo para la democracia? ¿Sería el primer líder político con atributos de esa clase? Muchos que no reaccionaron en su momento frente a decisiones o definiciones con sesgos o connotaciones autoritarias por parte de los Kirchner están ahora sensibilizados por los potenciales desvíos despóticos por parte de Milei y su entorno, dentro del cual destaca Victoria Villarruel. ¿Hipersensibilidad o capacidad de anticipación?
Aunque resulte precipitado o incluso injusto, estos tempranos reclamos sugieren que la Argentina desarrolló poderosos anticuerpos frente a los potenciales riesgos que puedan afectar el orden republicano. Como un organismo cuando ingresa un cuerpo extraño, tendemos a reaccionar de más para evitar la infección. En principio, Milei representa a un número importante de ciudadanos que no vieron en el resto de la oferta partidaria a nadie más con quien identificarse. En la medida en que cumpla la ley, no altere las instituciones y ejecute las reformas a través de los mecanismos establecidos, la democracia, lejos de estar en peligro, se fortalecería. Puede que la coalición que no entre en la segunda vuelta sufra un proceso de debilitamiento severo, incluso de fragmentación. O que ambas fuerzas dominantes lo experimenten, si es que Milei se impone sin necesidad de ballottage. Aun así, los riesgos de una nueva hegemonía parecen acotados con la correlación de fuerzas que tendría el Congreso. Si la democracia tambalea, las razones deberíamos buscarlas en la crisis económica y no en los liderazgos políticos.