Entre el absurdo y lo íntimo
Sobre Reproducción, de Bernardo Carvalho
Además de ser uno de los autores brasileños más interesantes de la actualidad –junto con João Gilberto Noll y Silviano Santiago–, Bernardo Carvalho (Rio de Janeiro, 1960) supo articular con éxito la literatura y el periodismo, a tal punto que muchos de sus libros hicieron que ese tipo de relación reencontrase algún sentido, una vuelta de tuerca. Es como si hubiera dado con un color –una herramienta– propio del trabajo periodístico que decidió llevar –traducir– al terreno de la ficción.
Aunque Reproducción parece correrse un poco de todo eso, mantiene la esencia del estilo de Carvalho, donde el dato de distinta índole crea mundos, en esa extraña pero prolífica zona de convergencia entre lo público y lo privado, entre lo político y lo íntimo.
Un hombre torturado por una tormentosa relación afectiva, que dejó como saldo tres abortos y el abandono de su mujer, se encuentra en el aeropuerto –“no lugar” por excelencia– con una ex profesora de chino que lo dejó plantado en la lección veintidós del cuarto libro del curso intermedio. El encuentro inesperado se tiñe de una atmósfera dramática que llega a su cúspide cuando, justo frente a la cinta que devuelve los equipajes (“Ella mira las maletas en el carrito como quien observa el futuro escurrirse por el desagüe”), la profesora vuelve a desaparecer, aunque en este caso por decisión de los agentes de la policía migratoria.
La trama de Reproducción parece fundirse, de ahí en más, en una serie de líneas argumentales que van desde la defensa alucinada del antiguo estudiante de chino ante la policía aeroportuaria y las acusaciones de contrabando hasta el predominio voraz del mandarín en el mapa mundial de lenguas (además de ser la lengua del futuro por razones geopolíticas, “el chino es la única lengua que hace funcionar los dos hemisferios del cerebro al mismo tiempo”) y una especie de fobia a la paternidad. El título minimalista emplea la palabra “reproducción” en el mismo sentido que el vocablo de origen griego “fármaco”, que significa tanto “medicamento” como “veneno”, de acuerdo con la dosis. “El hombre es el único animal que tiene conciencia de que su reproducción es un suicidio y aun así sigue reproduciéndose, no puede parar.”
Esa delgada línea de continuidad entre la vida y la muerte es otro de los grandes leitmotivs de la obra de Carvalho. Nueve noches (2002) comenzaba, de hecho, cuando el narrador y protagonista se enteraba, a partir de una breve nota de prensa, de la enigmática muerte de Bell Quain, promisorio y original antropólogo norteamericano que había decidido quitarse la vida el 2 de agosto de 1939, mientras trabajaba con una tribu indígena. La lectura distraída y automática de esa breve noticia inauguraba un horizonte de enigmas tan inescrutables como impensados.
En Hijos de mala madre (2009), por su parte, el gran protagonista no era exactamente una persona sino la Comisión de Madres de Soldados Rusos, que desde 1989 viene luchando para salvar a sus hijos de las permanentes violaciones de derechos humanos de las que son víctimas por parte del Ejército Rojo.
Ambas obras también respondían a una concepción periodística, incorporando además el tema del viaje. En Reproducción, lo que la literatura tiene de viaje es, paradójicamente, la inmovilidad del aeropuerto. Allí transcurre la totalidad de esta novela extraña, por momentos de difícil lectura. No tanto por lo incómodo de su segunda persona, sino por los inesperados momentos de absurdo, que, sin embargo, no terminar por llegar al sinsentido. Por el contrario, con las marcas registradas de su singular estilo y un plus lúdico, quizás más complejo en la forma, Bernardo Carvalho –traductor e introductor de Saer al portugués–, logra llevar la narración a buen puerto, a fuerza de revelaciones y hallazgos, tanto literarios como lingüísticos.
REPRODUCCIÓN
Por Bernardo Carvalho
Edhasa
Trad.: Claudia Solans
245 páginas
$ 245