Enseñar y aprender en el siglo XXI
Aprendizaje continuo para cambiar el mundo. Éste fue el mensaje central. Doscientos representantes de organizaciones educativas con presencia en todo el planeta fuimos invitados a la Escuela de Educación de Harvard. El objetivo: conformar una plataforma para colaborar en la mejora de la educación que el siglo XXI demanda.
El tema se ha convertido en urgente. Estamos en tiempos turbulentos. La amenaza nuclear se presenta en momentos de cambios dramáticos para la humanidad. La inteligencia artificial y la robótica están reemplazando el trabajo humano, el uso universal de Internet a través de los celulares ha revolucionado el acceso al conocimiento y los avances de la genética están dando lugar a bebes cuasi perfectos, con los desafíos éticos que ello supone. Es por ello que se nos convocó a repensar la educación de las generaciones de este siglo.
Debemos educar para la paz y adaptar las competencias que el nuevo ser humano necesita. Es que se educa para la vida y es la vida misma la que se está transformando. Enseñar es lograr que el alumno aprenda conocimientos de fondo y habilidades de forma para su vida adulta. Pero esto no basta: educar es un concepto más amplio e incluye los criterios necesarios para aplicarlos. Como explica el profesor de Harvard Fernando Reimers, las destrezas centrales del siglo XXI son: 1) competencias cognitivas que abarcan las básicas de conocimiento general (PISA), a las que se suman, entre otras, el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la toma de decisiones con creatividad e innovación; 2) las interpersonales, que incluyen la apertura intelectual y la actitud ética para el trabajo, y 3) las intrapersonales, que comprenden las aptitudes para el trabajo en equipo (empatía, negociación) y para el liderazgo. Esta apretada síntesis nos obliga a preguntarnos: ¿está preparada la educación argentina para este futuro que ya llegó?
No se trata de responder sólo con cambios en el currículo. La llave de una buena educación seguirá estando en los llamados "entornos de aprendizaje" que representó la escuela en el último siglo, pero que no quiere decir que lo lidere en el próximo. Hay que entender que continuarán siendo los padres los grandes responsables de la educación y que por supuesto los maestros tendrán un rol decisivo, pero no ya como propietarios del saber (Internet ya venció al docente en esa pulseada intelectual), sino como agentes reflexivos de ese conocimiento.
Lo apasionante son también los cambios de forma que se presentan, que incluyen el aprendizaje de los alumnos siendo "profesores" de sus compañeros y maestros, y el aprendizaje por "proyectos" que nada tienen que ver con la memorización y el examen tradicional.
El aprender se ha convertido en algo superior al enseñar. El panorama es extremadamente desafiante. Valgan tres preguntas, en este marco, como punto de partida de un debate que nos debemos como sociedad argentina: nuestro país tiene cerca de 50% de sus alumnos debajo de la línea de pobreza, ¿les daremos realmente prioridad?; el conflicto docente, ¿no es un buen ejemplo para que los adultos hagamos ejercicio de las competencias de resolución de problemas que les exigiremos a los estudiantes del futuro? Por último, la educación del futuro también pide a gritos valores, ¿quién liderará esta epopeya en la Argentina: las autoridades de turno o cada uno de nosotros desde el lugar que ocupemos en la sociedad?
Presidente de Educar 2050