Enrique Vila-Matas: "Leer es la mejor forma que tenemos para ser plenamente humanos"
En Marienbad eléctrico (Caja Negra), que llega al país el mes próximo, el escritor barcelonés recorre y explica su diálogo creativo de varios años con la artista francesa Dominique González-Foerster
"¿Su nombre, por favor?", debió preguntar alguien en recepción. Ambos podrían haber respondido casí al unísono: habían llegado al hotel NH Victoria que la organización les había asignado en pleno centro de la ciudad casi pisándose los talones. Como si uno le siguiese la pista al otro, como si fuesen detectives a los que la lluvia en los zapatos los hubiese puesto en evidencia. Pero no llueve ni una gota y entre ellos casi no hablan. Acaban de quedarse asombrados por la fachada del edificio de finales del siglo XIX. Él se abriga con un tapado negro y en las fotos que le tomarán en esos días se lleva las manos a los bolsillos con frecuencia. Tal vez esconda ahí una credencial que asegure su oficio real, o quizás sea sólo consecuencia del intenso frío de noviembre en Granada. En las mismas imágenes sus ojos vacilan tras unos anteojos de sol de montura roja.
Los protagonistas de la escena son el escritor barcelonés Enrique Vila-Matas y la artista francesa Dominique González-Foerster. Están en el sur de España, y ambos han sido invitados a participar en la exposición en movimiento Everstill/Siempretodavía que se inicia en noviembre de 2007 y se prolonga hasta finales de 2008 trasladándose desde su origen en la antigua casa de Federico García Lorca hasta la Residencia de Estudiantes de Madrid. Es el crítico y curador de arte Hans Ulrich Obrist quien ha invitado a la mujer y ésta, intrigada por la forma en que el escritor opera con citas para construir sus obras, ha sugerido que también él sea parte de la muestra. El hombre decidió aceptar. Por eso lo podemos ver allá, ahora, con las valijas en la puerta del mismo hospedaje que una artista francesa cuya obra contiene un notable porcentaje de literatura y que, sin embargo, confesará justo siete años después, en 2014, cuando exponga Splendide Hotel en el Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid, lo siguiente: "Cuando tengo que esbozar diez líneas me paralizo. Mi sueño más profundo es la escritura".
Para entonces el flujo de influencia creativa entre ambos autores ha tomado forma en distintos momentos y formatos: desde la Sala de Turbinas de la galería Tate Modern de Londres hasta la Documenta de Kassel, pasando por el Musac de León (España). Sin embargo, lo curioso es que en ese primer encuentro fortuito en el hotel granadino apenas cruzan palabra. No es cuestión de mala educación, sino más bien de carácter reservado. Poco importa ese detalle. Lo que es necesario saber es que desde entonces los intercambios entre ambos personajes van a operar con mínimas treguas y que sus conversaciones tendrán una marca indeleble en las obras de ambos. Marienbad eléctrico, el último libro de Enrique Vila-Matas que sale en la Argentina por Caja Negra el mes que viene, es una explicación y, a la vez, un ingenioso paseo por esa intimidad creativa.
Este libro es, en un punto, un "extra" a Kassel no invita a la lógica. ¿De dónde viene su fascinación por el arte contemporáneo y cómo la vincula con su oficio?
No sé de dónde viene, estuvo siempre. Es sólo que últimamente se ha integrado de forma muy natural en mi literatura. Soy consciente de que Marienbad eléctrico se puede ver como una continuación o como un libro adjunto a Kassel no invita a la lógica, pero no fue ni siquiera idea mía escribirlo. La idea fue de Dominique Bourgois, mi editora francesa. Cuando ella supo que este septiembre el Pompidou había programado una retrospectiva de mi amiga Dominique González-Foerster, me encargó que escribiera algo sobre la relación artística entre González- Foerster y yo, que hablara de la curiosa energía creativa que había generado nuestra amistad. Para mí ha sido importante conocer a González-Foerster, entre otras cosas porque entré en contacto con una generación de artistas franceses que se negaron a replegarse en sí mismos y situaron su trabajo en una intersección de disciplinas y de intercambio de ideas con las demás artes. Y yo necesitaba salir del excesivo encierro de mi escritura de gabinete.
¿Por qué decidió usar el guiño a la relación entre Watson y Holmes para describir los intercambios entre ustedes?
Es que a Dominique la intrigaba mi trabajo de escritor, saber cómo obraba para complicarme tanto la vida a la hora de poner en pie una novela. Y en mi caso, me atraía mucho saber cómo lo hacía ella para manejar en su trabajo tantas disciplinas artísticas al mismo tiempo. Así empezó una historia de curiosidad mutua por nuestras conductas artísticas y materiales de trabajo, una historia que acabó recordándome al modelo de relación Holmes & Watson, pues durante largo tiempo, tanto ella como yo nos hemos dedicado a investigar disimuladamente al otro, a detectar en conversaciones aparentemente accidentales el germen de nuevos proyectos y a sospechar incluso que los diálogos más simples ocultaban mensajes claves. Cualquier mail que nos cruzamos (o cualquier frase dicha en el café Bonaparte de París, que es donde más nos vemos) puede acabar convirtiéndose en un mensaje de infinitas consecuencias. Hubo días en que yo, allí en el Bonaparte -creo que ella me lo hizo ver- recordaba al primer Watson, al "entrometido impertinente" de Estudio en escarlata, el mismo que en el 221B de Baker Street se dedica a espiar a su compañero de piso, Holmes, y se va convirtiendo en asombrado testigo de la impresionante destreza de éste para informarse acerca de cuanto le rodea.
Hablemos de otra referencia que está en el libro: la película El año pasado en Marienbad de Resnais, con guión de Robbe-Grillet e inspirada, a su manera, en la novela del argentino Bioy Casares, La invención de Morel. ¿Por qué tomó esta referencia?
En mi novela Dublinesca adelanté lo que creí que podría verse en una instalación sobre el fin del mundo que DGF preparaba para la Tate Modern y describí una orquesta que actuaría en ella y que en realidad sólo fue fruto de un malentendido y de mi propia apresurada imaginación: "Y, tocando una música indefinida entre las literas metálicas, habrá unos músicos que serán como un eco de la última orquesta del Titanic y que mezclarán instrumentos de cuerda con guitarras eléctricas. Tal vez lo que interpreten sea el desfigurado jazz del futuro, quizás un estilo híbrido que habrá de llamarse algún día Marienbad eléctrico". De ahí viene el título de este nuevo libro de estilo híbrido. Cuando lo estaba escribiendo descubrí que el film de Resnais estaba basado en La invención de Morel y entonces me pareció ver que mi relación con Dominique recordaba a la del hombre y la mujer de la novela de Bioy y de la película de Resnais. Es un tipo de relación que organiza una extraña trama que el guionista Robbe-Grillet describió así: "La historia de una comunicación y descomunicación entre dos seres, un hombre y una mujer, uno de los cuales propone y el otro resiste, y que acaban por encontrarse reunidos, como si desde siempre lo hubiesen estado". Por cierto, la idea del hotel vacío en ese film, la idea del hotel completamente desierto, por ejemplo, la recogió Kubrick para El resplandor. Y, por otra parte, la leve trama del film de Resnais -la misma leve trama de Marienbad eléctrico- la reprodujo, con brillantes variantes, Marguerite Duras en India Song. Y es más: la primera secuencia de Desde Rusia con amor, el film de Terence Young con James Bond, era un guiño al film de Resnais?
Se deduce de las aproximaciones que hace en el libro de cómo comprende la obra artística que uno de sus pilares debe ser, de algún modo, la simultaneidad: estar afuera y adentro a la vez, como en el cuadro de Matisse Ventana de Collioure al que varias veces alude en el libro. ¿En qué sentido usted y Dominique trabajan para conseguir esa simultaneidad?
No lo sé, por suerte todavía es un misterio. Ese cuadro de Matisse tiene importancia en el libro, porque descubro en él un efecto que suelo buscar en mis ensayos narrativos o en mis narraciones ensayísticas. "Si he podido reunir en mi pintura tanto el exterior (el mar) como el interior es porque la atmósfera del paisaje y la de mi cuarto es la misma", dijo Matisse de su pieza de Colliure. Se trata de una definición que encaja a la perfección para algunos de los trabajos de Dominique, y también para algunos de los míos, donde la separación entre interior y exterior -entre mi despacho (mi mente) y la calle (lo exterior), por poner un ejemplo cualquiera- es casi imperceptible.
En el libro también habla de su relación de amistad y creación con el escritor Eduardo Lago, que acaba de publicar en Argentina Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee, un libro que nace precisamente de una conversación entre los tres: usted, él y Dominique González-Foerster. ¿Diría que ellos dos son los autores a los que se siente más cercano en este periodo de su escritura?
Es muy difícil, a cierta edad, que haya muchas amistades nuevas, en el sentido de que los amigos verdaderos proceden siempre de las etapas más juveniles, cuando hay menos intereses cruzados en las relaciones entre las personas. Sin embargo, me he encontrado con seres como Eduardo y Dominique, con los que he tenido una comunicación muy creativa y se han convertido en la última década en dos relaciones fundamentales.
¿Qué función tienen las fotografías insertas en distintos lugares del libro?
Pedí a González-Foerster que las eligiera ella y que estuvieran relacionadas con su trabajo; al fin y al cabo, el encargo de la editorial Bourgois era hacer un libro sobre ella y sobre su obra. Pedí que fueran cinco imágenes y pensé en colocarles a cada una de ellas un pie de foto extraído del texto del libro. Quería que todo, en este aspecto visual, resultara lo más parecido posible a uno de los libros más decisivos del pasado siglo, Nadja, de André Breton, donde salían unas imágenes de algunos lugares de París, imágenes laterales o residuales y sin embargo fascinantes porque a uno le entraban muchas ganas de ir a aquella ciudad de la que nos hablaba el libro, aunque sólo fuera por ver si era verdad que no había nada más interesante en París que aquellos desenfocados (mágicos, decía Breton) lugares.
En un momento del libro juega con la visión de Rimbaud como la del Minotauro en la habitación 19 y, a la vez, aprovecha para afirmar que sin el otro nada hay. Al final del libro vuelve a esa habitación, a lo que Dominique tiene pensado hacer con ella en su próxima muestra en el Pompidou que se inaugura en septiembre en París. ¿Podría explicar por qué la elección de estos personajes y de esta estructura para escribir un libro que es en realidad una vuelta de tuerca sobre el azar productivo que funciona entre Dominique y usted?
Este septiembre Marienbad eléctrico se publica en la Argentina, Francia y México al mismo tiempo. España ha decidido esperar. Me doy cuenta de que ya no es una broma que antes hacía, voy camino de ser un escritor franco-argentino-mexicano. Si acabara pasando esto, sería algo que tendría una relación muy coherente con mi obra. El libro se publica en septiembre y su trama continuará en la vida misma, porque DGF me asegura que en su retrospectiva del Pompidou estará esa habitación única de la que hablo en el libro y de la que me asegura que sólo yo tendré la llave. Veremos. Watson permanece a la espera.
Dice "Sólo vivimos realmente a medida que leemos nuestra historia, trascendiéndola. Porque solo la literatura es verdaderamente trascendente". ¿Concibe la literatura como una necesidad, no sólo personal, sino humana?
Algunos piensan que los libros son entretenimiento, pero son mucho más. Leer es la mejor forma que nos ofrece la vida para que podamos ser plenamente humanos.
¿El arte es una luz desconocida, un destello en medio de la tormenta que no comprendemos pero que nos hace temblar y que necesitamos para saber que estamos vivos? ¿Eso es Marienbad eléctrico, una reflexión sobre ese momento de revelación que es el arte?
El arte es lo que sucede, lo que está ocurriendo en este momento. Depende de nosotros, siempre. Y el arte, por supuesto, es epifanía, emoción del momento, saber mirar en el tiempo a través de las gotas de lluvia, o a través de un tejido ajado que deja ver de vez en cuando el este del edén.
¿Por qué lo entrevistamos?
Porque es uno de los más celebrados autores en lengua española, y porque en su último libro profundiza el lazo entre literatura y arte
Biografía
Enrique Vila-Matas nació en Barcelona en 1948. Prolífico narrador, ensayista y columnista en distintos medios, su obra ha sido traducida a más de 32 idiomas, con amplio reconocimiento internacional y varios premios. Tiene una relación especial con América Latina y muchos de sus autores