Enrique Breccia y un inesperado parricidio
De fama internacional por sus dibujos e historietas para editoriales locales y extranjeras (Marvel y DC Comics, entre ellas), aunque no tanto por sus pinturas, Enrique Breccia (Buenos Aires, 1945) vive en Italia, más precisamente en Spoleto, y ya no publica sus obras en la Argentina, de donde emigró hace décadas. Con sus hermanas Patricia y Cristina integra una cofradía de dibujantes que carga con el peso del nombre del mítico Alberto Breccia, creador junto con Héctor Oesterheld de El Eternauta y, con Juan Sasturain, de Perramus.
Mi padre y yo. Conversaciones con Enrique Breccia, publicado por Santiago Arcos, reúne un conjunto de seis entrevistas que el escritor Gonzalo Santos le hizo a Breccia en Italia, en las que la imagen de uno de los próceres de la historieta rioplatense aparece ensombrecida por los testimonios del hijo. Se lo puede leer como una suerte de parricidio ejecutado con método expresionista, ante el asombro y la cautela del entrevistador, que había viajado a Spoleto con un objetivo claro (acopiar material para escribir una "biografía coral" de los Breccia) y se encontró con un material inesperado cuya fuente, en parte, es la rabia y la desazón del artista. El libro, que reconstruye el itinerario vital y creativo de uno de los grandes de la historieta nacional, provoca una lectura adictiva por la tenacidad desmitificadora del creador de obras como El sueñero y El cazador del tiempo (ambas con guion propio). Breccia comienza por denostar la corrección política. "Porque miente, porque oculta la verdad", le dice a Santos. Como ilustración de esas palabras, y en un atisbo de la apoteosis de parresía que seguirá a continuación, el hijo define a su padre como un vampiro.
Con su tono apóstata y "rantifuso", vehemente a veces y otras hilarante, Breccia brinda apuntes para una biografía futura. En su juventud, integró el grupo nacionalista Tacuara ("Yo empecé en Tacuara, no en el peronismo"), luego apoyó a Herminio Iglesias y después a Carlos Menem ("¿Viste lo que hacía Menem, que se juntaba cada tanto con algunas personas y le daba lo mismo un jugador de polo que un historietista?"), reivindicó en varios trabajos a los criollos antes que a los indígenas ("Al criollo, desde Martín Fierro, nunca se le dio pelota") y estuvo a punto de participar en la guerra de Malvinas. "Cuando el 2 de abril las fuerzas armadas recuperaron las Malvinas, sentí que esa parte de la Argentina, de la patria, que de un lado y del otro habíamos oscurecido, se había vuelto a iluminar", le confiesa a Santos. Gracias a un cuadro hecho por encargo de un coronel, su dosier de inteligencia (que nunca pudo comprobar si existía o no) se borró de los archivos militares. "En realidad mis antecedentes, lo que pude sacar en limpio, consistían en haber dibujado la Vida del Che, o sea, una huevada total, y haber hecho un trabajo por pedido de un funcionario peruano del general [Juan] Velasco Alvarado, que tenía la intención de hacer una reforma agraria". Por poco menos, en la Argentina de los años 1970 se corría riesgo de secuestro seguido de muerte.
"Me llamaban la atención algunas cosas que suelen ser poco comunes en las familias de artistas, como el hecho de que hayan construido estéticas tan diferentes -dice Santos respecto de los Breccia y la génesis de su investigación-. Sin embargo, cuando hablé con Enrique por primera vez, el proyecto empezó a cambiar, porque intuí enseguida que había ahí una historia fascinante. Eso me llevó a viajar a Italia y entrevistarlo durante una semana. Uso el verbo ?entrevistar', pero lo que ocurrió en esos siete días por momentos se pareció bastante a una sesión de psicoanálisis, entre otras cosas porque uno de los tópicos más recurrentes fue su vínculo con Alberto". Si bien uno de los núcleos del volumen es la relación con el padre ("Enrique nunca entendió por qué su padre le hacía dibujar cosas que luego firmaba él"), pronto se convierte en un repaso por la historia de su oficio, donde no faltan villanos ni estafadores.
Luego de las charlas, se reproduce una serie de audios de WhatsApp, enviados por Breccia a Santos y publicados en crudo, sin editar. "Recién cuando terminaron nuestras entrevistas, que por cierto se extendieron durante casi un año, porque cuando llegué de Italia seguimos hablando vía WhatsApp, se dio cuenta de cuánto necesitaba sacar todas esas cosas para afuera, y ahí sucedió algo que a mí me parece muy lindo: si al principio empieza hablando desde un lugar de bronca, al final termina hablando desde el lugar del hijo que por fin puede reconciliarse con su padre -destaca Santos-. No sé si logró comprenderlo, tal vez no, pero sí perdonarlo, y eso yo creo que es incluso más importante. El entendimiento a veces está un poco sobrevalorado". Se agrega una cronología de obra que llega hasta 2016, además de fotos e imágenes. Mi padre y yo es un capítulo de la historia de la historieta argentina y sus alrededores narrado por uno de los protagonistas.