Enrique Banchs, el poeta que eligió el silencio en plena juventud
Este año se cumplieron 130 años del nacimiento de Enrique Banchs, y cincuenta de su muerte. De los diecinueve a los veintitrés años, publicó los cuatro libros de poesía que constituyen su obra completa a la que, muy de vez en cuando, sumaba un poema suelto aparecido en revistas literarias o suplementos de los diarios. Banchs tuvo una larga vida pero, como poeta, eligió el silencio en plena juventud. Ese silencio del poeta, en medio del ruido incesante de las noticias literarias (abocadas a la renuncia o el nombramiento de tal o cual, a la última novedad editorial y a la seguidilla interminable de premios), hoy podría ser interrogado.
En un escrito de 1936 titulado de manera excepcional ("Enrique Banchs ha cumplido este año sus Bodas de Plata con el silencio"), Jorge Luis Borges imaginó algunas hipótesis, todavía vigentes, sobre ese retiro de la actividad poética del poeta porteño. "Tal vez, como a Georges Maurice de Guérin, la carrera literaria le parezca irreal […]. Tal vez no quiere fatigar el tiempo con su nombre y su fama. Tal vez —y esta será la última solución que propongo al lector— su propia destreza le hace desdeñar la literatura como un juego demasiado fácil", escribió Borges en El Hogar. "Es grato imaginar a Enrique Banchs atravesando los días de Buenos Aires, viviendo una cambiante realidad que él sabría definir y que no define: hechicero feliz que ha renunciado al ejercicio de su magia". Queda claro que la última de las hipótesis es la que nos parece, como le parecía a Borges, la más convincente.
Todos los que fuimos estudiantes de la escuela secundaria entre los años setenta y los ochenta leímos, por lo menos, un soneto de Banchs. Con nuestra profesora de literatura, gracias a un breve poema de catorce versos, las dos horas de clase se pasaban volando, para usar una metáfora ya cristalizada. Para explicarnos la forma de esa composición, usaba el clásico soneto sobre el soneto de Lope de Vega, que comenzaba así: "Un soneto me manda hacer Violante,/ y en mi vida me he visto en tal aprieto:/ Catorce versos dicen que es soneto:/ Burla burlando van los tres delante". Después pasábamos a leer sonetos escritos por autores argentinos.
En La urna, su último libro de poemas, de 1911, Banchs escribió cien sonetos a la manera de Petrarca, el poeta italiano. En apariencia (nos decía la profesora) los sonetos de Banchs eran sonetos eróticos pero, si se los leía una y otra vez con atención, como recomendaba hacer, los poemas se referían a la muerte: la muerte de la mujer amada o del amor, la muerte de la juventud o de las horas, la muerte del tiempo o del dolor. "Despedirse de tanta, tanta cosa/ que me tuvo tan larga compañía/ y al fin y al cabo es lo que más valía,/ viéndolo bien, ¿no es cosa dolorosa?".
Esa insistencia en la muerte, se puede pensar ahora en relación con la tercera tesis de Borges sobre el "silencio" de Banchs y el imperio del egoísmo actual, tal vez no hacía tanta referencia a la muerte física como a la muerte del yo. "Que es la vida un bocado de alimento,/ (pero no eterno) que voltea un viento/ silencioso en las fauces de la Nada", se lee en la última estrofa del poema 62 de La urna.
Según el crítico Jorge Monteleone, la palabra que más veces aparece en ese libro es "yo". "Basta la continua repetición de una noción para que esa noción deje de significar", sugiere Monteleone en un ensayo sobre el poeta de vida retirada. El "yo", parece insinuar Banchs en su obra maestra definitiva, es apenas un espejismo que, si se le presta mucha atención, puede llevarnos la vida entera. ¿Cómo evitar esa ilusión, al menos en términos literarios? Enrique Banchs eligió dejar de escribir poemas (de "cantar", como señaló Baldomero Fernández Moreno) y convirtió su último libro publicado por propia decisión en sepultura y testamento. "Hoy estoy solo, solo, y estoy lejos/ de todo lo que amé. Nacen mis frases/ y se mueren en mí: soy mi ataúd".
En el corazón de Parque Patricios, sobre la avenida Caseros, una biblioteca infantil que suelo visitar, lleva su nombre.