Encendiendo la conversación: la literatura LGBT en la Argentina
En el Día Internacional del Orgullo LGBT, una breve historia de las obras y autores locales fundamentales para comprender su intenso presente
A 25 años de la primera Marcha del Orgullo Gay-Lésbico de la Argentina, la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires aprobó un proyecto del legislador Maximiliano Ferraro para homenajear en un acto institucional a las personas y organizaciones que oficiaron como convocantes en 1992. Además de honrarlos por sus decisiones políticas, también se reconoce su trabajo para que la ciudad fuera un referente a nivel mundial en los derechos de gays, lesbianas, bisexuales, personas trans e intersexuales, la primera de todo el continente en incluir una cláusula antidiscriminatoria en su Constitución. La cita es hoy, Día Internacional del Orgullo LGBT, a las 18 en el Salón Dorado de la Legislatura porteña. Del acto participarán Osvaldo Bazán, Vida Morant, Karen Bennett, Gustavo Liza y Susy Shock.
Bazán, además de periodista, fue uno de los narradores que ayudó a visibilizar una forma de vida que, como cualquier otra, disponía de temáticas y recursos que podían conformar un universo literario. …Y un día Nico se fue y La más maravillosa música, novelas que contaban historias de amor entre hombres en diferentes momentos históricos del país, fueron best sellers imprevistos. En 2004 Bazán escribió Historia de la homosexualidad en la Argentina que, como se sabe, fue citada en los debates de 2010 por la ley de matrimonio igualitario.
Ficciones de impacto
En la literatura LGBT –con recursos del melodrama, la novela de aventuras, la novela realista o la psicológica, la crónica y la parodia– se cuentan historias cuyos protagonistas o narradores son homosexuales, lesbianas o personas trans. Esa decisión narrativa, en apariencia simple, implicó una visión del mundo audaz en épocas oscuras. Aún hoy, con la amenaza de los crímenes de odio siempre al día, es así. "La literatura gay fue utilizada desde el siglo XIX y durante gran parte del siglo XX como un discurso que se erigía contra el discurso del derecho, la medicina y el psicoanálisis –dice Adrián Melo, autor de Historia de la literatura gay en Argentina–. Si esas ciencias postulaban la homosexualidad como enfermedad, delito y perversión, en la literatura el amor entre hombres primero y luego otras formas de amor y de sexualidad distintas del paradigma heterosexual aparecían como orgullo y alegría."
Para Melo, la literatura LGBT nació destinada a producir efectos políticos, a ampliar los derechos de las llamadas diversidades sexuales. "Esa literatura tuvo efectos sociales, creó tradición e identidades que oponían el orgullo de ser gay y lesbiana al insulto." Incluso, agrega, contribuyó a conformar su subjetividad como gay. "Viendo reflejada en la literatura pasiones y deseos similares a los que yo sentía, eso hacía que no me sintiera tan solitario, ni un monstruo. Todavía recuerdo mi alegría al leer La casa o el cuento ‘El amigo’ de Manuel Mujica Lainez. Creo que actualmente esas ficciones pueden cumplir funciones políticas y sociales similares a las del pasado para algunas personas, pero en todo caso ya crearon una tradición. En otros, producen goce erótico y estético que contribuye a crear identidades y subjetividades menos estigmatizadas."
Según Jorge Luis Peralta, investigador de la Universidad Nacional de La Plata-Conicet, "es difícil calibrar el impacto de esas ficciones porque, salvo pocas excepciones, esa literatura circuló de manera restringida, entre ciertos círculos. Pero incluso cuando las representaciones eran ‘negativas’, creo que contribuían a visibilizar la existencia de otras formas de sexualidad y, en ese sentido, los lectores podían tener algún grado de identificación; no pensar ‘esto sólo me pasa a mí’. En contextos en los que predominaba el silenciamiento, esas ficciones eran importantes para afirmarse a uno mismo". Si bien la literatura de temática LGTB todavía circula de manera minoritaria, su imperativo ya no consiste en visibilizar y legitimar la disidencia, sino en manifestar las múltiples posibilidades de vida a las que da lugar. "Hay menos énfasis en lo identitario: si antes se pretendía mostrar que ‘homosexual’ o ‘lesbiana’ eran identidades posibles e incluso deseables, hoy se fractura la idea misma de identidad –dice Peralta–. No es que lo queer sea algo nuevo, porque hay muchos antecedentes en torno a la fluidez de los géneros y las identidades, pero hoy se trabaja abiertamente con esta concepción: las ficciones ya no son identificatorias (‘yo soy eso’), sino utópicas (‘yo podría ser eso’)."
Hacia el final feliz
"Hay temáticas que se renuevan o se resignifican –señala Melo–. Desde que se publicó Maurice, de E. M. Forster en 1971 (aunque se había escrito en 1914) se rompió con una tradición literaria en la que predominaban los finales trágicos para los amores homosexuales. Maurice fue escrito con la intención política de que por primera vez en la ficción hubiera un final feliz para una historia de amor entre hombres. Carol de Patricia Highsmith, publicada en 1952, tenía la misma intención para los amores entre mujeres. Mostrar a la sociedad a través de una ficción que la felicidad era posible y que no había nada de malo (que incluso podía haber nobleza, generosidad y alegría) en el amor entre personas del mismo sexo." Muchos autores recurrieron a las figuras del monstruo o del vampiro para aludir al modo en que las sociedades percibían a la homosexualidad: como una monstruosidad. "Autores como Pablo Pérez y Naty Menstrual utilizan figuras monstruosas o vampirescas, pero ahora con orgullo. El orgullo de ser distinto, monstruo o raro en las sociedades injustas y sangrientamente discriminadoras", indica el autor de El amor de los muchachos.
Cristian Godoy acaba de publicar Ruidos molestos, un conjunto de cuentos escritos con una sensibilidad afín a las perspectivas de la narrativa LGBT. En sus cuentos el humor, el chisme y la tragedia (o el grotesco) social se imbrican como en un tejido. "La producción de autores locales muestra una variedad cada vez más amplia de identidades posibles, diferentes geografías, oficios, clases sociales; al punto de poner en duda la idea misma de que exista una comunidad –dice–. Pienso en las jugadoras de fútbol de Dalia Rosetti (Dame pelota) o en el niño pobre de Osvaldo Bossi que acompaña a su padre botellero en la carreta (Yo soy aquel). En ese sentido, la literatura siempre parece estar un poco más adelantada (o menos estereotipada) que otros medios artísticos y de comunicación como las revistas, la televisión o el cine." Para Godoy, la literatura LGBT local se permite actualmente otros finales, que ya no asocian de manera directa diversidad sexual con ostracismo y condena.
"Las temáticas se renuevan al hilo de otras tantas transformaciones, de la sociedad en general y de las comunidades disidentes en particular –dice Peralta–. La sociabilidad gay, por ejemplo, ha cambiado mucho: en las novelas de Villordo y Pellegrini se ‘yiraba’ en calles, baños, plazas; hoy, esos recorridos no han desaparecido pero coexisten con el ligue virtual, a través de Internet o aplicaciones de celulares. Hay temas que se mantienen: el deseo, la homofobia." A favor de la libertad y en contra de la homofobia, hoy se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBT.
Para una biblioteca LGBT nacional
La boca de la ballena de Héctor Lastra (1973)
Monte de Venus de Reina Roffé (1976)
El beso de la mujer araña de Manuel Puig (1976)
En breve cárcel de Sylvia Molloy (1981)
La brasa en la mano de Oscar Hermes Villordo (1983)
Un año sin amor de Pablo Pérez (1998)
…Y un día Nico se fue de Osvaldo Bazán (1999)
Tres deseos de Claudio Zeiger (2002)
La ansiedad de Daniel Link (2004)
La intemperie de Gabriela Massuh (2008)
Continuadísimo de Naty Menstrual (2008)
Los putos de José María Gómez (2008)
La Virgen Cabeza de Gabriela Cabezón Cámara (2009)
La sombra del animal de Vanesa Guerra (2009)
Adoro de Osvaldo Bossi (2009)
Lisboa. Un melodrama de Leopoldo Brizuela (2010)
Rosa prepucio de Alejandro Modarelli (2011)
Sofoco de Fernando Noy (2014)
Avión de Eduardo Muslip (2015)