Reseña: El beso, de Yaki Setton
Hay al menos tres modos de leer El beso, de Yaki Setton (Buenos Aires, 1961). El primero es ordenarlo en línea con la producción del poeta; el segundo, bajo la luz de la poesía argentina contemporánea; y finalmente, en relación al tema que lo ocupa.
En cada uno de los libros de Setton hay una unidad, una decidida voluntad por sostener un universo autónomo. La educación musical, Lej lejá y ahora El beso –los más recientes– forman series y en cada uno se hacen presente ciertas constantes vitales: los hijos, el padre, la pasión amorosa. Respecto al lugar de estos poemas en relación a la poesía de hoy, pueden leerse como una respuesta al insistente desdén hacia la lírica que dominó hasta hace pocos años.
Amparado en la tradición de la poesía amorosa, El beso se mueve con firmeza y gracia por los tópicos que abonan esa tradición. Del amor cortés, que hace del obstáculo y la ausencia su razón de ser, a la pasión carnal donde los cuerpos celebran los ritos de la unión, se desarrolla con intensidad un diálogo al borde del naufragio: "Lo imposible/ del encuentro se despliega en la noche/ muda. Soy el que sueña solo, el que habla/ solo, el que llora solo, el que ama solo./ ¿Seguiré desde este mirador, bebiendo/ la brisa por si ella trae tu antiguo perfume?"
Sin sonrojos ni complejos por el lenguaje que propone, sin echar mano de la ironía o la distancia crítica, cada poema y la suma de sus partes recorre el desierto del enamoramiento, la fragilidad que sostiene ese puente creado entre dos y que encuentra en el beso la metáfora perfecta, ese momento en que parece faltar el aire pero en realidad celebra una respiración común.
El beso
Por Yaki Setton
Bajo la Luna60 páginas$ 270