En la oposición, luchas de poder no exentas de peligro
Datos: en las elecciones legislativas del 14 de noviembre, a nivel nacional, Juntos por el Cambio (JxC) obtuvo 41,89% de apoyo electoral y el Frente de Todos (FdT) 33,03%, es decir, la oposición ganó, total país, por una diferencia de 8,86 puntos. Si desagregamos por provincias, las cifras en la Cámara de Diputados nacionales podemos observar los siguientes resultados: en 13 provincias ganó JxC (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Chubut, Misiones, Jujuy, La Pampa, San Luis y Santa Cruz), en 9 provincias ganó el FdT (Catamarca, Formosa, La Rioja, Chaco, Santiago del Estero, San Juan, Salta, Tierra del Fuego y Tucumán), y en 2 provincias ganaron fuerzas locales (en Río Negro y Neuquén).
Por el momento los datos arrojan la siguiente composición en la Cámara de Diputados: 116 bancas para JxC (tenía 115), 118 bancas para el FdT (tenía 120), 4 bancas para la Izquierda (tenía 2), 4 bancas para los Liberales (no tenían ninguna), 15 bancas para el resto de los partidos. Vale aclarar que aún no terminó el escrutinio definitivo. En la provincia de Buenos Aires (PBA) JxC obtuvo en las PASO 3.262.253 votos y en las generales 3.480.298, mientras que el frente oficialista obtuvo en las PASO 2.905.720 y en las generales 3.368.310.
En la Cámara de Senadores los resultados fueron los siguientes: 31 bancas para JxC (tenía 25), 35 bancas para FdT (tenía 41), 3 bancas para el Interbloque Parlamentario Federal, 1 banca para Hacemos Córdoba, 1 banca para el Frente Renovador de la Concordia de Misiones, y 1 banca para Juntos Somos Río Negro.
Algunas conclusiones respecto a la distribución de fuerzas entre oficialismo y oposición: de un total de 24 provincias, el oficialismo perdió en 15. En dos distritos el FdT logró dar vuelta la elección, en el Chaco y en Tierra del Fuego, en el Chaco por un porcentaje de votos muy pequeño, 1,58 puntos. En Diputados en PBA se pudo achicar la diferencia, aunque el oficialismo igualmente perdió. En el Senado el oficialismo perdió la mayoría absoluta, y por primera vez desde la llegada de la democracia en 1983, el peronismo no cuenta con quorum propio.
En un contexto de un gobierno de un FdT que tenía mayoría absoluta en el Senado y primera minoría en Diputados, un triunfo de la oposición en estas elecciones legislativas parece resultar en un mayor equilibrio de poder y fortalecimiento de la república.
Al interior de las coaliciones legislativas, la tensión ya se latía antes de las elecciones, y se intentó, por momentos con éxito, contener las contiendas internas. Transcurrido el 14 de noviembre, aparecieron con mayor nitidez tales disputas. Respecto al oficialista FdT se espera, casi con desesperación, conocer si alguna fuerza que lo compone concentrará más poder o si se optará por una mayor distribución entre los sectores frentistas (hasta ahora viene “llevando la batuta” el ala cristinista), si los acuerdos con el FMI serán más o menos contundentes, esto último develará si Alberto o Cristina continuará conduciendo la economía de los argentinos. Se habla de un posible cambio de gabinete con un color más albertista, o, al contrario, más cristinista; se habla de una búsqueda de un acuerdo con la oposición mientras se la culpa de todos nuestros males, se habla de que se habla poco y que por eso no se entiende bien dónde estamos y hacia dónde vamos.
En la oposición, la lucha respecto a quien tendrá más poder y representará mejor a la coalición se revela más sublevada. Mucho fuego amigo, y una mirada enfocada en demasía hacia 2023. Dos años faltan para las elecciones presidenciales y dos años es mucho pero si la crisis económica no mejora, es probable que pase lo de siempre, que triunfe la oposición luego de un gobierno que no pudo contener la canasta básica de gran cantidad de argentinos. Y si esto ocurre, son muchos los postulantes que anhelan calzarse una sola banda presidencial. El larretismo -excepto Vidal que estuvo más ausente- ganó terreno trabajando fuertemente durante la pandemia, Mauricio Macri se retiró lo más lejos posible del encierro decretado durante 2020, pero no así Patricia Bullrich, que se mantuvo muy presente. Así, “palomas” y “halcones” permanecían o se alejaban de la arena política. Macri volvió a las pistas para decirle a Rodríguez Larreta que el Pro le pertenece, el radicalismo se decidió a volver a la cancha y para meter goles y dejar de ocupar el banco de suplentes, Macri y Patricia Bullrich convocan al libertario Javier Milei, quien desprecia y agrede despiadadamente al larretismo, al radicalismo y a todo aquel que no pertenezca al ala dura del Pro. Larreta/Vidal fueron bastardeados por Milei. El radicalismo y la Coalición Cívica (CC) fueron bastardeados por Milei. Pero el “Pro duro” le pide a Milei que sea parte de esta coalición llena de “zurdos de mierda” (término utilizado por el propio Milei). Patricia Bullrich deja entrever que hasta podría jugar en 2023 en una fórmula con el libertario. Pero Gerardo Morales, el presunto próximo jefe del radicalismo, también quiere jugar en 2023 en una fórmula con Patricia Bullrich. Así, Morales, que pronto se estima será el jefe de una parte de esos “zurdos”, quiere llegar a ser el compañero de fórmula de quien quiere a la vez ser la compañera de fórmula de quien repite que el partido de Morales es el de “los zurdos” que generaron la hiperinflación. La mayoría de la dirigencia radical manifiesta rotundamente su repudio al libertario que declaró que no paraba de pegarle a un muñeco con la cara de Raúl Alfonsín hasta que lo destrozó. Carrió no fue al bunker porteño de JxC para celebrar el triunfo.
Milei cuenta con 17,03% de apoyo en la ciudad porteña, y ese 17,03% puede torcer a los “zurdos de mierda” maltratados, o a parte de estos, o no. Si lo hace, tenemos que recordar que el libertario de discurso violento obtuvo ese 17,03% en un solo distrito que no significa demasiado en cantidad de votos a nivel país, pero tampoco significaba demasiado el caudal de votos de Mauricio Macri antes de 2015 a nivel país, ya que el Pro estaba concentrado en la ciudad porteña. Y un partido centenario con terrible estructura territorial, la UCR, y una brillante operadora política de la CC, Elisa Carrió, en 2015 pudieron confluir en el armado de una coalición, donde Macri, con una buena base de apoyo electoral solo en la capital, se transformó en el presidente de los argentinos. Hoy ese expresidente puede llegar a repetir la historia, y así otorgarle territorialidad conquistada, ya no solo por parte del radicalismo sino por la coalición JxC consolidada, a un candidato que solo tiene un interesante apoyo en la misma ciudad porteña. Macri convoca a Milei para que la coalición se fortalezca a partir de sumar fuerzas y electorado, pero convoca a un personaje discriminador, con funcionarios mileistas que portan la bandera amarilla con la serpiente cascabel enroscada lista para atacar, una bandera que enarbolaron las milicias de ultraderecha en el Sur de Estados Unidos como un símbolo de superioridad racial, con militantes con esvásticas que vociferan en el bunker del libertario “basta de negros”, con un seguridad mileista pistola en mano. Milei nos cuenta como se enoja con los violentos propios, mientras días atrás nos relataba que si lo encontraba a Larreta lo podía aplastar aún en silla de ruedas y que se divertía reventando a trompadas a un muñeco con la cara de Raúl Alfonsín.
Si Macri se parece un poco a Carrió y al radicalismo anestesiado de 2015, Milei tal vez no venga solo para aportar mayor caudal de votos a una coalición. Peligroso.
Politóloga y profesora (UBA)