En la incertidumbre, la certeza de que seremos más pobres
Hoy se celebran las elecciones nacionales. Si un candidato/a obtiene el 45% de los votos o el 40% y una diferencia de 10 puntos respecto al segundo más elegido, a la noche ya conoceremos quién conducirá a la Argetina los próximos cuatro años; si estos porcentajes en votos no se alcanzan, la elección se dirimirá en el ballotage del 19 de noviembre.
La mayor parte de los analistas políticos ha puesto de relieve, durante la prolongada campaña 2023, que estamos frente a la elección con mayor nivel de incertidumbre sobre el resultado desde la vuelta a la democracia. Y que pase esto no es algo que merezca una crítica; en rigor, en una democracia desconocer cuáles serán los resultados en una elección es lo esperable, lo deseable y lo que garantiza que una democracia sea una democracia. Aquello que atemoriza o preocupa a muchísimos argentinos es que las propuestas de los tres candidatos con posibilidades de llegar a la presidencia sean tan diferentes, porque entonces si ganara una o el otro o el otro, nuestro destino puede llegar a ser bien diferente.
Discursos, propuestas, métodos muy diferentes hacen que muchos ciudadanos nos encontremos desorientados. Pero a los argentinos en general nos están preocupando las mismas cosas, padecemos las mismas cosas y tememos que las mismas cosas que nos preocupan y padecemos no cambien.
Tal vez lo novedoso en esta elección no sea la enorme incertidumbre de quién puede ganar o perder, sino acaso la certidumbre de que gane quien gane la presidencia nos espera un destino que será peor que nuestro presente, y nuestro presente es tan tremendo que nos encontramos en el top 5 de los países con mayor nivel de inflación a nivel global. Y liderar el ranking inflacionario en el mundo quiere decir que nuestra macroeconomía está rota y que al que le toque gobernar deberá enfrentar problemáticas enormes. Entre estas problemáticas contamos con otra certeza, de que el ajuste cambiario, tarifario y salarial serán aún más pronunciados, y si el ajuste cambiario, tarifario y salarial se profundizan mucho más padeceremos mucho más. Gane quien gane hoy, o en un mes es la segunda vuelta, una certeza sí tenemos, la de que seremos más pobres.
Oficialmente, el Indec nos comunica información tristísima: la pobreza en Argentina ya alcanzó al 40,1% de habitantes, y la indigencia al 9,3%. Aquello que no comunica de modo sistematizado el Indec pero que se infiere de los datos, es que un porcentaje enorme de los sectores medios también ya es pobre. Una gran cantidad de ciudadanos con trabajos formales, que se auto perciben como clase media, sin embargo, de acuerdo a sus ingresos y al poder adquisitivo articulado a sus ingresos, ya son pobres.
Durante las últimas semanas muchos pudimos presenciar filas de personas comprando electrodomésticos, vestimenta, muebles, alimentos, etc., y uno podría suponer que si esto pasa es porque los sectores medios no padecen. Sin embargo, si uno observaba e incluso preguntaba a quienes compraban “desaforadamente” todo lo posible antes de las elecciones, de inmediato podía comprender que esas compras “desaforadas” respondían a que los sectores medios -que por ingresos ya no son sectores medios- reponían un lavarropas o un colchón o un ventilador, o llenaban su alacena de alimentos por temor a que después de las elecciones ya no podrán hacerlo. Porque a la pobreza por ingresos se sumará seguramente la pobreza por consumo: si el ajuste cambiario, tarifario y salarial sigue aún pendiente, gane quien gane esta elección, gran parte de los sectores medios seguramente ya no podrá comprar un lavarropas, un colchón, un ventilador y en algún caso hasta alimentos necesarios. Bienes y servicios varios que hacen al consumo de los sectores medios se han vuelto un privilegio de unos pocos en la Argentina contemporánea, y probablemente lo sean aún más.
Por eso, frente a tanta incertidumbre electoral, tenemos la terrible certidumbre de que para lograr estabilizar nuestra economía y empezar a salir de esta crisis fatal, en lo inmediato nos volveremos más pobres, aún.
Politóloga y profesora de la UBA
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