En los humedales del Iberá se encuentra la juventud del planeta
Junto con la ribera del Plata, la región del Noreste argentino es una de las zonas más importantes en materia de humedales de agua dulce del país. Fuente de vida, el agua de los esteros del Iberá es limpia, potable y proporciona el sustento necesario para el desarrollo de la cadena alimentaria o trófica en la extensión geomorfológica en cuestión.
El sistema hidrográfico del Iberá, cuya superficie abarca 1.300.000 hectáreas de la provincia de Corrientes, posibilita —entre innumerables beneficios— el desenvolvimiento armonioso del proceso de transferencia de sustancias a través de las diferentes especies de la ecorregión. Es decir, viabiliza el equilibrio dinámico y vital entre los animales. Cada especie actúa, naturalmente, como agente controlador en los respectivos eslabones para sostener cuantitativamente a la población.
Este proceso, apoyado en la cuenca hidrológica litoraleña, evita la superpoblación de las especies o su depresión desmesurada. Con todo, disuade los efectos de cascada que provocan impactos negativos sobre todo el ecosistema. Claramente, cualquier tipo de perturbación en la cadena que derive, por caso, de la invasión de géneros foráneos, del desarrollo tecnológico, de la contaminación o de cierta intervención del hombre generaría, probablemente, la pérdida de los seres vivos autóctonos y la alteración sustancial de la estructura trófica de los ecosistemas.
Cuando las piezas que están en el tope de la pirámide resultan, por ejemplo, desplazadas de la organización, se produce la alteración del equilibrio de las diversidades inferiores. En general, desde la cúspide son determinadas las fases intermedias y las bases de la distribución, en lo referido a la densidad de la población animal. Así, toda modificación del segmento superior provocará, por añadidura, desconfiguraciones que se presentarán con efectos esperados, pero también con resultados inesperados.
Por ende, existen buenas razones para considerar que dentro de la articulación de la estructura resulta necesaria la participación relativa de la experiencia humana, sea mediante la protección, preservación, sustentación o, incluso, a través de la conservación, la cual implicaría, por cierto, la reintroducción o recuperación de las especies. Todo esto garantizaría que los humedales mantengan la virtud de ser el origen de los medios sustentables de vida.
En otros tiempos, los humedales fueron considerados estratégicos y fundamentales para el desenvolvimiento de las comunidades. En este sentido, las culturas colombianas de los muiscas mantenían relaciones cadenciosas con los humedales, pero no solo por los recursos naturales que les ofrecían, sino porque significaban lugares sagrados que explicaban el origen de la vida. El humedal simbolizaba el origen del buen vivir en comunidad. De esta forma, en los humedales se encontraba la juventud del planeta.
Más acá, la expresión Yberá significa aguas brillantes y representa para los guaraníes la forma en que la luna se refleja en las lagunas y los esteros de la zona baja de Corrientes. De alguna manera la referencia guarda similitud con la creencia de los muiscas: el lugar donde brilla la luna, es el estero del Iberá; y desde ese humedal, precisamente desde allí, nacen los seres vivos que siguen el lento y bello curso del agua.
Hoy los humedales, afortunadamente, están en boca de muchos. Ciertamente, la protección legal de los mismos resultaría muy auspiciosa y sería, sin duda, un gran avance en la materia. Todo esto, por supuesto, mientras se considere y tenga en cuenta la siguiente orientación normativa: que la contribución jurídica no comprenda solamente la conservación de las especies que actualmente existen en los humedales, y que quedaron en ellos; sino también la preservación de todas aquellas que, lamentablemente, se fueron.
Abogado y magíster en derecho administrativo