En Hollywood, el arte latinoamericano opaca la magia de Disney
Varios artistas argentinos participan de la muestra Para leer al Pato Pascual, en el marco del proyecto Pacific Standard Time: LA/LA
Los Angeles, California.- Blancanieves parece a punto de desmayarse, pero sigue aferrada a su botella de vino. Sobre la mesa, junto a un cenicero atiborrado de cigarrillos, un pajarito la mira con desesperación. Otra princesa está a punto de tomar directo de la botella y una tercera llora amargada junto a un cuadro que muestra un corazón atravesado por una flecha. La escena creada por el artista mexicano Rodolfo Loaiza Ontiveros se completa con una figura clave: la cuarta mujer sentada a la mesa es Frida Kahlo. La artista latinoamericana parece ser la mala influencia del grupo para muchos de los que se sorprenden con esta obra en el centro Mak de Los Ángeles.
Titulada Paloma negra, esta pintura integra la muestra Para leer al Pato Pascual: la América Latina de Disney y el Disney de América Latina, una de las más de setenta exposiciones del proyecto Pacific Standard Time: LA/LA; dedicado al arte latinoamericano, se inaugura hoy en varias ciudades del sur de California. Sólo en ésta, tan grande que tuvo que expandirse a dos espacios, se exhiben más de 150 trabajos de medio centenar de artistas. Entre ellos, los argentinos Manuel Mendanha y Juliana Laffitte (integrantes del grupo Mondongo), Liliana Porter, Marcos López, Daniel Santoro, Claudio Larrea y Florencio Molina Campos.
"Felicidades a F. Molina Campos, un gaucho verdadero y artista, con aprecio por su guía inspiradora", dice el agradecimiento firmado por "sus amigos del Walt Disney Studio" en abril de 1942, exhibido en el Mak junto a varias de sus reconocibles obras con caballos. Ese año, Molina Campos asesoró a Walt Disney en la producción de películas con temas campestres argentinos, y luego vino a Hollywood para colaborar en los films Goofy se hace el gaucho, El gaucho reidor y Saludos amigos.
"Molina Campos les enseñó a usar la boleadora y a bailar el malambo. Pero no lo hacían como él les decía, y la relación no terminó bien", dijo a La Nación el artista mexicano Rubén Ortiz-Torres, curador de la muestra junto con Jesse Lerner.
El título de la muestra evoca el ensayo Para leer al Pato Donald, publicado por primera vez en Chile en 1971. Sus autores, Ariel Dorfman y Armand Mattelart, analizaban las historietas de Disney desde un enfoque marxista y las consideraban una herramienta del imperialismo americano. El libro se convirtió un best seller en América Latina. "Fue un libro censurado, pero mis padres lo tenían en casa. Y yo lo leía cuando era chico, porque pensaba que era de historietas", recuerda Ortiz-Torres, y explica que en su país el pato Donald fue llamado "Pascual".
Lo que intentan demostrar los curadores con esta muestra es que estos personajes no puede ser considerados como productos "exportados" al resto de América y recibidos en forma pasiva. "Como cualquier otra fuerza o mitología en América Latina -señalan-, la imaginería de Disney fue rápidamente reinterpretada, asimilada, adaptada, canibalizada, sincretizada y subvertida por los artistas".
Eso es evidente por ejemplo en Cuerda negra, obra de Liliana Porter que muestra un estante con un auto de juguete conducido por Mickey Mouse. En la parte trasera, el auto tiene atada una cuerda. La instalación se completa con una foto en la que se ve una cuerda aferrada al pie de otro ratón descabezado, aparentemente por la fuerza de arrastre.
"Cuando yo era chica, creía que el Pato Donald y Mickey Mouse eran argentinos. Uno está encariñado con esos personajes con los que jugó, y que con el tiempo se empiezan a llenar de significado y de simbología", dijo a La Nación Porter, radicada en Nueva York desde 1964.
Esa obra se exhibe en la Universidad Estatal de California, en la otra punta de la ciudad, a la que el Mak se vio obligado a recurrir debido a la cantidad de obras reunidas. Entre las más impactantes se cuenta una monumental escultura de Mondongo, realizada en plastilina y traída desde Dubai, que representa a Blancanieves con el rostro de Laffitte, recostada sobre una almohada de jamón y salamín. Las escenas del sueño de la princesa incluyen un conejo muerto de cuya panza salen decenas de crías (muertas, también), una calavera y una villa miseria.
"Es la primera vez que desde las instituciones de Estados Unidos se le da relevancia histórica al arte latinoamericano con un sustrato de investigación y una mirada renovadora de lo que significa la identidad cultural de nuestra región", dijo Mendanha a La Nación. El grupo que integra con su mujer exhibe desde 2005 en esta ciudad, donde ahora también participa de una muestra en el Museo Lacma y de la feria Proyectos LA, en la cual exhiben cuatro galerías argentina. Mondongo está representado allí por Barro, en cuya sede de La Boca acaban de inaugurar otra exposición con los dibujos realizados con el escritor Sergio Bizzio.
En la muestra dedicada a Disney sorprenden también con un gran mural en el que se ve una joven violada asesinada junto a la República de los Niños. Evoca un caso real, de 2003, que ellos recrearon años después en una serie de trabajos titulados El sueño de la razón. "El foco de Mondongo no se ciñe a un crimen atroz, sino que también mira hacia un periodo de gran agitación en el que la democracia misma aparece como una fantasía, y cuyos crímenes a menudo permanecen sin resolver", escribió sobre este trabajo el prestigioso curador Kevin Power.
La República de los Niños, el parque temático y educativo construido en La Plata por Perón en los años cincuenta, está representado en varias obras de esta muestra. La que más llama la atención es una pintura de Daniel Santoro, titulada Eva Perón concibe la República de los Niños. Muestra una maqueta del proyecto sobre el vientre de Evita, que está recostada en su lecho de muerte. Los latinos, podría decirse, llegaron a Hollywood para opacar la magia de Disney.