"En este país, a todo el que tiene guita lo ataca la zurda"
A los 82 años, el empresario dice que "pocos gobiernos como el actual han defendido tanto a la industria nacional", afirma que Guillermo Moreno "no es coimero como tantos otros" y sostiene que "los radicales son buenos opositores y malos gobernantes" Por Ricardo Carpena
Si usted es un lector que espera una entrevista más o menos estándar, que no incomode, que esta mañana de domingo no lo haga entrar en combustión rápidamente, aquí va un consejo: deje de leer esto inmediatamente. Algunos párrafos más abajo comenzará un diálogo poco convencional con uno de los principales empresarios argentinos, Carlos Pedro Blaquier, que tampoco es precisamente lo que cualquiera esperaría de un hombre de negocios.
No sólo porque, a sus 82 años, es el patriarca de una de las pocas empresas argentinas que se mantiene en pie sin haberse vendido a capitales extranjeros. Es abogado y, además, filósofo, historiador y escritor. Un confeso aficionado al arte y a las mujeres que vive en una mansión de 17.000 metros cuadrados en San Isidro. Un amante de la navegación con siete barcos que cuestan unos 14 millones de dólares. Un millonario que admira a Arturo Frondizi, que se llevó bien con Juan Domingo Perón y que elogia a los Kirchner.
Blaquier sigue siendo presidente de Ledesma, sinónimo nacional de azúcar y de papel, con importante presencia en rubros como frutas, jugos cítricos, carne y cereales. Entró a trabajar allí en 1952, convocado por su suegro y líder de la empresa, Herminio Arrieta, a quien sucedió cuando éste murió, en 1970. Hoy, la compañía tiene una facturación anual aproximada de 2500 millones de pesos y da empleo a 7400 personas (entre ellas, a los cinco hijos del mandamás empresarial, que coparon el directorio y, por otra parte, ya le dieron 18 nietos y tres bisnietos).
Es un personaje que no disimula cuando no quiere decir lo que piensa, pero tampoco cuando quiere decirlo: lo hace sin anestesia. Ejemplos hay muchos. En la entrevista con Enfoques, Blaquier se confiesa "cristinista" porque "pocos gobiernos han defendido tanto a la industria nacional". Y admite que no comparte algunas políticas del kirchnerismo, como los controles de precios, pero que las acepta porque "es como el matrimonio, donde siempre hay cosas que molestan".
Califica de "fascista" a Juan Domingo Perón, a quien, de todas formas, rescata por su último gobierno. Revela que de joven fue socialista, pero que ya no "porque el que a los 50 sigue siendo izquierdista es un boludo". Sostiene que "los radicales son buenos opositores y malos gobernantes". Y se queja de que "en este país, a todo el que tiene guita lo ataca la zurda".
En un perfil publicado en LA NACION en 2008 se lo calificaba como un "hombre del Renacimiento demorado en las pampas". Es una definición acertada para este hombre afable y de buen humor (aunque debe de ser una pesadilla para sus subordinados), con una sencillez que atenúa su fama de "oligarca" y tan distinto de muchos de sus colegas empresarios que estudió filosofía en 1947, en un instituto que con el tiempo se convertiría en la Universidad del Salvador.
Otra curiosidad es que, como se informa en su blog, escribió 19 libros, que van desde Apuntes para una introducción a la filosofía hasta ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? , pasando por su Manual de historia argentina y las biografías de Arturo Frondizi y Juan Perón.
Blaquier tuvo una sola esposa, Nelly Arrieta, de quien se separó hace treinta años ("aunque nunca me divorcié porque las macanas hay que hacerlas una sola vez en la vida", ironiza) y desde entonces tiene una novia, Cristina Khallouf, a quien ve todos los días pero con la que, a la manera de Woody Allen, cada uno vive en su casa. Lo cual no quita que el titular de Ledesma bromee sobre el sexo como un quinceañero y que alguna vez haya confesado: "Mi pecado capital fue la lujuria y mi virtud capital es la constancia".
-¿Cuál es el secreto para mantener a flote una empresa que, a contramano de lo que sucede en el país, sigue en manos nacionales?
-El secreto de tener éxito es elegir excelentes colaboradores gerenciales. Pero si sigue en manos nacionales es por no haber aceptado los ofrecimientos. Si se desnacionalizó casi toda la industria argentina, a nosotros, que somos una de las principales y más exitosas industrias del país, imaginate los ofrecimientos que nos habrán hecho... Es que en la Argentina, en muchas épocas, ser empresario ha sido complicado.
-Hoy también...
-Bueno, pará un poco. Pocos gobiernos han defendido tanto a la industria nacional como éste.
-¡Se hizo kirchnerista!
-(Risas.) No, pero reconozco las realidades y por eso seguimos invirtiendo mucho en la Argentina. La Presidenta ha tenido que ir a China porque los chinos están enojados a raíz de que protegemos demasiado la industria nacional.
-Pensaba, quizá por perjuicio, que usted no comulgaba mucho con este gobierno.
-No comulgo ni dejo de comulgar. Uno puede estar de acuerdo con algunas cosas y en desacuerdo con otras, pero nadie puede negar que este gobierno ha apoyado mucho a la industria nacional, y la sigue apoyando.
-Hay decisiones irritativas, como los controles de precios, a las que usted se ha opuesto porque son medidas dirigistas...
-Sí, claro, siempre hay cosas que molestan. Pero es como el matrimonio... ¿Vos sos casado?
-Sí.
-¿Y no hay cosas que te molestan por ahí?
-Estoy grabando: no voy a decir nada que pueda ser usado en mi contra. (Risas.)
-Siempre hay cosas que molestan en la vida.
-¿Cree que el gran objetivo de defender la industria es tan fuerte que quizá no sean tan graves los controles de Guillermo Moreno o el manejo de las estadísticas en el Indec?
-Al Indec nadie le cree.
-Pero tener estadísticas confiables es un parámetro importante para cualquier país civilizado. ¿No trae problemas no tenerlas?
-A nosotros, no. Moreno es complicado, pero es decente. No es coimero como tantos otros.
-La seguridad jurídica es un tradicional reclamo empresarial que, para muchos de sus colegas, este gobierno no respeta.
-Escuchame una cosa: mi tesis doctoral, porque, además de abogado, soy doctor en Derecho y Ciencias Sociales, la escribí hacia fines del gobierno de Perón y se llamó Crisis de la seguridad jurídica y crisis del Derecho . O sea que con eso venimos desde mis épocas universitarias.
-¿Qué piensa de los Kirchner?
-A él no lo conozco y ella es muy bonita.
-¿Y en términos políticos?
-No soy un político, pero ella me ha promocionado mucho la venta de cerdos ( N. de la R.: Blaquier tiene una empresa dedicada a la producción porcina). A ver (le habla a su asistente), traeme un poema (se lo entrega a LA NACION).
-Bueno, leo en voz alta su escrito: "Se ha incrementado la venta/del cerdo vivo o carneado/después de haber escuchado/a Cristina presidenta./Las propiedades del cerdo/eran para mí un enigma,/desde hoy son un paradigma/y la vaca es un recuerdo./Y por potenciar la cosa/como cerdo a toda hora/y gracias a la Señora/hoy tengo novia mimosa./Por eso soy cristinista/y nada me hará cambiar/soy cristinista a rabiar/y un convencido activista" (Risas). Más allá del kirchnerismo, ¿cómo se define ideológicamente?
-Me defino como argentino. Y empresario.
-Ideológicamente, digo?
-No soy político, pero creo que hay que conservar las buenas cosas, y en eso soy conservador, y mejorar las que no son buenas. Clasificame como quieras? Conservador de lo bueno.
-Me sorprende que no sea antiperonista cuando hasta por una cuestión de genes...
-(Interrumpe) Arrieta, el ex presidente de Ledesma, era muy antiperonista y yo tuve que arreglar muchas cosas con Perón. Un día me invitó a comer a Olivos y me dijo: "A pesar de no ser peronista, usted supo generar una buena relación conmigo y, en signo de agradecimiento, le quiero dejar un recuerdo". Era un bastón de mando. "Pero mejor déselo a un peronista", le comenté. Perón me contestó: "Nunca, Blaquier, porque un peronista nunca le entrega el poder a otro peronista, salvo que sea a la peronista de su mujer".
-¿Qué otra anécdota recuerda?
-La primera vez que lo vi, en Madrid, me preguntó: "¿Usted es peronista?". Cuando le contesté que no, me palmeó y me dijo: "¡Qué suerte, porque todos los que me visitan son peronistas! Por fin voy a poder hablar con uno que no es peronista". Algunos peronistas aún creen que Perón era de izquierda, pero era fascista. Un día me dijo: "Mire, Blaquier, la política es como el violín, se toma con la izquierda, pero se toca con la derecha".
-¿Qué errores cometió Perón?
-Corrigió muchos errores en su último gobierno. Al comienzo fue muy estatista, y después no. Mariano Grondona dijo que si sólo hubiese existido el último Perón, él hubiese sido peronista.
-¿Piensa lo mismo?
-El último Perón fue un buen gobernante.
-De los políticos que conoció, ¿cuál fue el que mejor lo impresionó?
-Frondizi me impresionó mucho. Fue un gran presidente. Y los militares que, como de costumbre, viven cometiendo errores, lo sacaron.
-Está de moda elogiar a países vecinos como Brasil, Chile o Uruguay para marcar más aún nuestros defectos. ¿Le pasa lo mismo?
-Cada uno tiene sus virtudes y sus defectos. Uruguay tiene un defecto: una izquierda muy fuerte. ¿Por qué? Porque no lo tuvo a Perón. Con este tema pasa lo de siempre: el que a los 18 años no fue izquierdista, es que le faltó fuerza, sangre, pero el que a los 50 sigue siendo izquierdista quiere decir que es un boludo. (Risas.)
-¿Usted fue izquierdista a los 18?
-Claro que sí. No milité en ningún partido, pero tenía ideas cercanas al socialismo.
-Como estudioso de la historia, ¿cuál cree que fue el momento de la historia en que la Argentina, que prometía ser una potencia, desvió el rumbo y dejó de serlo?
-La revolución de 1930, de Uriburu, fue un gravísimo error. Yrigoyen, que era un mal presidente, se caía solo. Había empezado a perder elecciones. Un grave error fue haber interrumpido ese proceso natural de decadencia. El último gobierno radical que terminó su mandato fue el de Marcelo Torcuato de Alvear, que hizo una muy buena gestión. Desde entonces, ningún gobierno radical terminó su mandato. Los radicales son buenos opositores y malos gobernantes. Los únicos que terminan sus mandatos son los peronistas.
-¿Se lleva mejor con los peronistas?
-No, tengo amigos radicales, Gerardo Morales es muy amigo. A Julio Cobos lo conozco bien.
-¿Y es amigo de Eduardo Duhalde? ¿Por qué lo ha reunido con varios empresarios en su casa de San Isidro?
-Tengo una buena relación con él. Pero tenemos muchas reuniones con políticos y con empresarios. También estuvieron Cobos y Morales.
-¿No hay un intento de influencia suya en algún candidato presidencial?
-No, tratamos de influir en todos. (Risas.)
-Igual, usted votará a Kirchner en 2011.
-Eso es para el cuarto oscuro. Además, no creo que se presente.
-¿Por qué? ¿Es pálpito o información?
-No es información, pero Kirchner tiene que decir que se va a presentar porque hoy es la manera de mantener vivo el poder. Por eso todos quieren ser presidentes. ¿Quién no quiere serlo?
-Lo cambio abruptamente de tema: ¿qué opina del matrimonio homosexual?
- Que se casen, que se jodan (Risas).
-Una muestra más de su kirchnerismo...
-No es que esté a favor. Estoy a favor de que se jodan (Risas).
-¿Qué le aportó la filosofía al mundo de los negocios, a su actividad profesional?
-Me enseñó a pensar. A dudar. Me enseñó a buscar respuestas propias.
-¿Es buena la duda en un hombre de negocios, que se supone que es pura acción?
-Sí, claro. El hombre de negocios debe dudar, pero sus dudas las tiene que llevar a la almohada. Cuando está actuando no puede dudar pero, con la cabeza en la almohada, si no tiene muchas dudas quiere decir que le falta algo en la croqueta. Porque no se puede estar seguro de todo.
-En su blog usted tiene una postura muy dura contra la izquierda, muchos de cuyos dirigentes le atribuyen responsabilidad a su empresa en la desaparición de 38 obreros en Jujuy, en la época de la dictadura.
-No tenemos que ejercer ninguna defensa porque nadie nos hizo un juicio. Hablan, pero si tuvieran pruebas nos habrían hecho un juicio. Habían denunciado también que como toda la tripulación de mis barcos es masculina, yo era homosexual. Lo que me preocuparía es que esos tipos me ponderen. Que me critiquen no me preocupa nada. Me pone contento. En este país, a todo el que tiene guita lo ataca la zurda.
-¿Entonces lo critican por envidia más que por cuestiones ideológicas?
-Por bronca. Bronca al que supo hacer por parte del que no supo hacer.
-¿Siente que hay prejuicios hacia los empresarios en nuestro país?
-Acá tenés que vivir escondiendo lo que sos. En Estados Unidos, haber ganado mucha plata es un timbre de gloria. Acá, no. Acá dicen: "A quién habrá robado este hijo de una gran siete". Es otra mentalidad. Acá le tenemos bronca a los ricos.
-¿Le hace sentir culpa?
-Yo no siento culpa de nada.
Mano a mano
No fue fácil conseguir la entrevista con Carlos Pedro Blaquier. Suele tener un perfil bajo y la mayoría de las notas que concedió en los últimos años se hicieron con sus condiciones: hay que pasarle las preguntas por escrito y él contesta de la misma forma. Rechacé esa propuesta y una posterior, permitirle leer el original de la entrevista antes de publicarla. Finalmente, accedió a tomar un café conmigo. Allí descubrí que él estaba dispuesto a hablar, pero que lo rodea un ejército de asesores que lo protegen con excesivo celo. Claro, saben que cuando habla de más puede meterse en problemas. Nuestra charla fue seguida de cerca por uno de sus asistentes y por un directivo de Ledesma, pero Blaquier desafiaba cualquier precaución y habló apasionadamente durante más de una hora. Se nota que ha vivido mucho y que no le teme al qué dirán. Que su fortuna no le ha quitado sencillez y que su formación le aportó un matiz que no tiene el empresario argentino promedio. Por momentos es arbitrario, polémico, pero su humor, chispeante, explosivo, le sirve para alivianar su discurso. Me sorprendió que se mostrara tan kirchnerista: en sus libros hay definiciones contrarias a medidas que terminó tomando este gobierno. Pero en eso es un empresario argentino en un 100%: defiende sus intereses más que algunas de sus ideas. Y, además, hace 40 años que maneja una empresa líder, lo que equivale a formar parte del poder permanente del país. Le creí cuando me dijo: "Yo me voy a jubilar el día que me entierren". En agosto cumplirá 83 años y no sólo por su billetera se lo ve lejos de necesitar del PAMI.