En el debate, la televisión hizo historia
Anteayer se realizó el primer debate presidencial televisado de la historia de la Argentina. Sería difícil obviar este dato, repetido varias veces por los moderadores. En esta insistencia sobre la condición histórica del acontecimiento, el debate del domingo no se diferenció de otros "eventos mediáticos". Así llamaron Dayan y Katz (1992) a la transmisión de eventos en vivo –debates presidenciales, partidos del Mundial de fútbol, la llegada del hombre a la Luna, coronaciones y funerales de Estado- que irrumpen en la realidad cotidiana, cambian las percepciones del público y transforman las sociedades en las que tienen lugar.
Tal vez "transformar la sociedad" parezca un objetivo demasiado ambicioso para un debate presidencial que llegó a 14 puntos de rating medidos por IBOPE. Pero si con el debate de anteayer se inició una tradición por la cual, cada cuatro años, los candidatos presidenciales deben participar o dar explicaciones (como hizo Alberto Pérez en nombre de Daniel Scioli apenas finalizado el programa), algo habrá cambiado en las campañas electorales en la Argentina.
El debate electoral es un evento mediático enfocado en la competencia, a diferencia de los eventos de conquista o de coronación. En la competencia se destaca la importancia de obedecer las reglas, se privilegia el modo de dominación racional-legal, y el rol del público es evaluar quién ganó, quién perdió, y como jugaron el partido. En ese sentido, la preocupación por quién fue el ganador no está reñida con la lógica democrática que da ocasión a que se organice el debate en primer lugar.
En el debate del domingo, sin embargo, varios elementos conspiraron contra el evento mediático. El primero fue la ausencia de uno de los principales competidores. Si el debate electoral es una competencia, Scioli perdió por walkover. Además, la transmisión por solo un canal de aire y uno de cable dificultó que la atención de la ciudadanía se concentrara en el debate. Todos los canales, en especial la Televisión Pública, deberían haber emitido la discusión entre los candidatos al único cargo que elegimos entre todos los argentinos. Otro obstáculo fueron las larguísimas pausas comerciales. Si un evento es "histórico" y "único", para citar a los moderadores, no tiene sentido interrumpirlo para vender desodorantes, detergentes, caldo en cubitos o antimicóticos. El protagonismo de los moderadores, que algunas veces quebraron las reglas que ellos mismos enunciaban, sin ningún reloj en pantalla que limitara sus intervenciones, también dificultó la atención de la audiencia.
No es extraño que un primer debate presidencial sea perfectible. El encuentro de anteayer acercó las propuestas de cinco de los candidatos (Nicolás del Caño, Mauricio Macri, Sergio Massa, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá) a una parte de la ciudadanía. Entre ellos se trataron de manera respetuosa, no se interrumpieron, y se hicieron algunas preguntas complicadas. Muchos de las personas que no lo vieron en vivo verán los momentos más destacados en estos días en los noticieros y programas políticos. Pasada la medianoche del domingo, las noticias más vistas en Clarín y La Nación eran sobre los debates. El aumento de información disponible, la inclusión en la agenda ciudadana de temas de interés público y la discusión esos temas entre los votantes son positivos para la democracia. Hacemos votos para que se repita, antes de la segunda vuelta, o dentro de cuatro años.
Eugenia Mitchelstein